martes, 31 de agosto de 2021

SE CONSUMIÓ OTRO AGOSTO

Siempre lo exprimo al máximo y esta vez no iba a ser menos. Tras un Agosto "habilitado a medias" el pasado año, llevaba dos años sin tener vacaciones. A ver, entiéndase lo de vacaciones, sí, sí, entiéndase y no de la manera que lo están entendiendo. Por supuesto que no he podido parar de trabajar pues mi agenda no la marco yo, la marcan los plazos judiciales. Así es que no iba por ahí. ¡Ya estabais pensando "se va a quejar de que no ha parado y seguro que sí"! Pues no. No me quejo de eso y no he parado. Mayormente no me han dejado. Me refiero a que entendáis lo de vacaciones aplicado a la vida de un autónomo. Vacaciones, laboralmente hablando, es un período inactivo de trabajo y además remunerado. Pues en mi (nuestro) caso, no. Vacaciones es un período de tiempo en el que paralizamos la actividad y desconectamos mentalmente de la rutina. Por supuesto no nos pagan por ello sino que dejamos de cobrar el trabajo que pudiéramos realizar. Así sin más. Como suena. Pero o dejamos de trabajar o explotamos mentalmente. Así está montado el chiringuito. Y no, no nos dan paguita, ni ayudita tampoco. Ser autónomo en España es una aventura total. De eso sí me quejo. Y mucho. No lo comprenderéis salvo que seáis autónomos también. Ojo, por otro lado tiene sus cosas buenas, ¿eh? Que las hay. Y muchas.  Así es que, como antes decía, tras dos años sin vacaciones, este año me han parado la actividad jurídica en Agosto, como es costumbre en este mundillo leguleyo y he logrado tener ese estado mental de vacaciones y ese parón en el despacho. Todo un mes entero tras llevar prácticamente veintitrés atado a los plazos procesales. Inicié, por tanto, el disfrute el mismo día uno del mes y hoy, día treinta y uno, lo doy por finalizado. He exprimido Agosto entero y de la mejor manera posible.

El primer día del mes, mochila hecha y billete de tren en mano, me dirigí a la estación de tren para culminar la aventura iniciado en el verano de 2018: el Camino de Santiago desde Somport (Francia) hasta Compostela. Me quedaba hacer el tramo final, desde León hasta el centro de la Plaza del Obradoiro, unos 315 kilómetros y en ello iba a gastar (y así lo hice) los primeros quince días de mi querido Agosto. Un día de viaje de ida, trece etapas andando y otro día de viaje de vuelta. A mediados de mes, el propio día 15, Asunción de María y con la Virgen del Prado en la cabeza, volvía a Ciudad Real, capital de La Mancha. Tocaba disfrutar de ella así es que sin perder ni unas horas, cambié la mochila y el bastón por el bañador y la lumbre. El chalet me esperaba y conforme llegué me reencontré con él. Piscina, barbacoa, lumbre, conserva, familia, tradición y costumbre. Vacaciones. Mientras mi mente ha estado libre de plazos, escritos, recursos, procuradores, oficinas y tribunales, ha estado feliz toda mi persona entera. Y eso, gracias a Dios, ha ocurrido durante todo el mes. En el Camino he estado muy tranquilo y disfrutando de todo lo que me reporta y tanto me gusta, aunque visto desde fuera sea nada más que madrugar y caminar, os aseguro que es mucho más. Y la segunda quincena, entre mi familia y el chalet, con sus batallas que no son pocas, he estado entretenido e igualmente feliz. No he parado quieto un solo instante y Agosto ha ido desgranando sus días casi sin enterarme pero de manera muy satisfactoria.


Y ha llegado el último día de este maravilloso mes. Es como las últimas horas del Domingo a la semana. Una sensación de haber disfrutado el descanso y de estar ya iniciando la vorágine diaria que te impide disfrutar con consciencia de lo últimos momentos de relax. Al igual que un viernes por la tarde ya está la mente difusa, el Domingo por la tarde ya está activando el modo lunes. Así es el final de Agosto, más centrado en el inicio de Septiembre que en su propio cierre. Y eso que yo doy de los que se niega a interrumpir el descanso. Lo gozo de principio a fin y luego lo que haya de ser que sea. Hasta ahora me ha ido bien así y vuelvo con ganas, ¿eh? De verdad que cuando uno descansa vuelve con las pilas cargadas. Así creo que estoy. Ha sido un Agosto a la antigua usanza y me ha reportado una tranquilidad que ya me hacía falta. Así es que mañana vuelta a la batalla. Y ni depresión post vacacional ni inventos o moderneces. Al lío. Así cuando llegue de nuevo Agosto, nos acordaremos siempre de esos ratos malos y veremos qué merecido es el descanso que nos traemos entre manos. Estos últimos días en el campo son ajetreados, los dedico a hacer conserva y me pego unos palizones de miedo, pero cuando luego, en el frío mes de Febrero, hago macarrones con tomate, ¡qué ricos salen con aquel tomate de conserva que se hizo a la lumbre en la decadencia de Agosto! Pues con el curro y las vacaciones igual. Sembrar para recoger.

Se consumió otro Agosto. Y ya van más de quince vividos a mí manera, de principio a fin, desde que me embarqué en la fragata de la abogacía. Me gusta, por eso muchas veces al año pienso en este maravilloso octavo mes del año y, en especial, en el mes de Enero comienzo a soñar en cómo lo disfrutaré cuando llegue, saboreando sus días uno a uno y copándolos de tareas que el resto del año no puedo hacer. Así ha sido, ¡por fin!, este año otra vez. Y eso que no ha habido Ferias y Fiestas de Ciudad Real por el asunto de la pandemia (ya más política que sanitaria), de lo contrario habría sido un espectacular mes de Agosto y mira que ha sido bueno. De todos modos y a pesar de que la corbata me aguarda ya preparada para mañana, Septiembre es un mes plagado de ferias y con aroma a las últimas romerías del años, ¿qué pensabais? ¿que me las iba a perder? Mañana mismo, día uno de la vuelta al cole, empieza la feria de Daimiel, pueblo natal de mi suegra. ¿Cómo no ir a ver si está todo bien montado? Me veo obligado a ello. Y pasado mañana primer jueves laboral, ¿vuelta al pádel? Y al otro amanece un nuevo viernes de sueños brillantes, un día preciso para programar algún viajecito en Otoño, mi querido Otoño, ya metidos en rutina de juzgados hay que darse un respiro, digo yo. Y llega el fin de semana y enseguida otra feria y otra y otra. Muy pronto será Navidad, cambiamos de año y ya mismo, aunque no lo creáis, será Agosto de nuevo. Y habrá que exprimirlo hasta que se consuma. ¡Al ataque!

sábado, 21 de agosto de 2021

¡QUÉ DÍAS MÁS BONITOS!

Te dije que seguramente volveríamos a vernos por estos lares antes de que marchase, con la mochila a la espalda, a recorrer mi amado Camino de Santiago. Y, es más, creo recordar que te prometí que intentaría que así fuera. Finalmente no pudo ser, querido Julio. Pero mira, aquí estoy. Escribiéndote de nuevo a ti y eso que ya ha pasado el ecuador de Agosto. A lo mejor vuestros diez hermanos se ponen celosos pero Enero y tú siempre desprendéis para mí una fragancia especial. Fíjate que Abril me encanta con sus palmas y su incienso y que Agosto me da la paz y tranquilidad que tanto deseo en ocasiones, pero Enero me permite llenar la agenda de sueños y metas y tú siempre me guardas alguna sorpresa. Este año me has hecho seguir integrándome y disfrutar con y en esa hermandad de hombres buenos, guardianes de la tradición, mantenedores de la esencia de nuestra raigambre que tan bien me acogen sin que yo sea uno de ellos, tratándome casi como uno más. Y que tengan ciertos detalles con mi hija es lo que más feliz puede hacerme. La veo a ella contenta entre ellos y sonrío. Lo confieso, a la par, también miro al cielo y evoco esa mirada almagreña que me anudó mi primer pañuelo de hierbas al alma. Y sé que desde arriba ella mira a mi pequeña Claudia y me ve a mí mismo feliz, recordándola y amando a mi hija en la más pura esencia de lo que el Prado, empapado de Catedral, Virgen del Prado y costumbre, rezuma en los últimos días del mes de Julio.

"Mi papá es pandorgo", dice mi niña. Me enternezco y pienso que debo serlo si ella lo dice, pero que, quizás, en ese sentido de amante de lo propio, ya lo soy. Amo mi Ciudad Real natal, sus tradiciones y sus gentes. Y me gusta que perduren, ayudar a que lo hagan, mantenerlas, enseñarlas, difundirlas y enorgullecerme de ellas. Y es lo que le inculco. Entiendo que ella ve que esos hombres que visten blusón y boina o traje de rico, dependiendo de la ocasión, hacen tales cosas y me asocia a mí con ellos. Y vuelvo a acordarme de mi abuela cuando desde niño me decía "tú tienes alma de pandorgo, ya actúas como tal". Y cuando, muchos años después, se lo conté a Gemma, mi mujer, me dijo "pues claro, ya lo eres, amas tu tierra profundamente". Y estos días tan bonitos cuando luzco mi pañuelo, impuesto por el pandorgo de hogaño -como debe ser- y lo paseo con todo el pecho lo más henchido posible, mi hija dice de nuevo "mi papá es pandorgo" y realmente pienso que, por y para ella, lo soy. Por ella, mi Lela, por ella, mi mujer y por ella, mi pequeña. Y por Ella, mi Patrona, por supuesto. Así actúo y me sale de dentro. Los tres consabidos vivas ya los gritaré en su momento, si no me quedo sin aliento por la emoción y, entonces, sí lo seré en todos los sentidos y acepciones. No sé cuándo será pero el caso es que volvamos a vernos con unos días tan preciosos como estos. Cada recuerdo me aflora una sonrisa al alma.

No ha corrido la limoná por los lebrillos pero para los que amamos la Pandorga ha sido especial. Hartos ya de mascarillas, restricciones y de este maldito virus, ladrón de abrazos y besos, poder aunar los sentimientos hacia la Morena del Prado y brindarle de nuevo una fiesta por y para Ella, lo es todo. Mientras sigan los ignorantes diciendo que la Pandorga es un macro botellón y no se impregnen de la fiesta de verdad, no se aprenderá nunca. Hay muchas actividades que pasan desapercibidas y son "pura pandorga". Pero, vamos, si los que consideran la fiesta de la tradición únicamente una borrachera social, no participan en ella, ¿qué decir? Pues que mejor. Más esencia y pureza para los que la vivimos de verdad. Así lo pienso. Eso sí, luego cuando quieran participar, puerta cerrada. Aunque siempre habrá alguno que se cuele y se dé de bruces con la realidad. Tampoco será malo eso. ¡Ya está bien! Pues lo dicho. Este año, tan extraño, tan anómalo, tan diferente al anterior y, espero, tan distinto al que viene, los que de corazón sentimos el pañuelo de hierbas anudado profundamente, hemos vivido la Pandorga intensamente. Se ha proclamado nuevo pandorgo que en nombre del pueblo ha dado gracias a la Patrona, ha habido ofrenda de frutos y flores y, como dice el himno, entre el Prado viejo y la Catedral se ha elevado un largo tablón y, por la noche, las agrupaciones han bailado a su alrededor. El año pasado no hubo nada. Este año, en esencia, ha habido de todo. Botellón, no. Pandorga, sí. Tomen nota aquí.

¡Qué días más bonitos! Se respira aroma de Ciudad Real, de capital de La Mancha y de Virgen del Prado a la que en peregrinación vienen a rendirse desde pueblos lejanos. Y, es curioso, estas letras que, como antes decía, quería haber publicado antes de que terminase Julio, finalmente están siendo plasmadas a mitad de Agosto, en plenos días de Ferias y Fiestas en honor a Ella, ¿a quién si no? Veo alegremente que la Hermandad de Pandorgos está muy activa, que la Asociación de Dulcineas y Damas Manchegas está disfrutando también estos días preciosos y que en los Jardines del Prado el ambiente no puede ser mejor. Se juntan en los mismos nuestras raíces, nuestros sentimientos, nuestros orígenes. Allí nació y se fundó la ciudad, allí se levantó la Catedral, allí surgió la Pandorga y allí preside toda Ciudad Real la vecina más vieja de esta villa, la de los ojos azules, la que habita en el Camarín donde se unen las miradas y oraciones de nuestros mayores y nuestras propias. Y yo, personalmente, viviendo y disfrutando todo ello con la mejor compañía posible. ¿Ya te he dicho que te quiero, mes de Julio? No te sorprendas si lo repito. Mi hija, desde niña, entre Pandorgos y Dulcineas. No puedo estar más feliz de enseñarla a amar nuestra tierra. ¡Qué días más bonitos!