jueves, 29 de septiembre de 2016

UN CAMINO INESPERADO Y ESPECIAL

Este año no tenía en mente hacer el Camino de Santiago. No tocaba darle uso al bordón ni visitar Compostela y otra vez el destino jugó de nuevo. Y con cofradías de por medio, mire usted. Era el 25 Aniversario de la fundación de la Cuadrilla de Hermanos Costaleros de Nuestro Padre Jesús de la Bondad de la Hermandad de la Flagelación, a la cual llevo perteneciendo 22 primaveras y se postuló como uno de los actos de tal efeméride recorrer el Camino de Santiago. Esta vez no llamé yo al Camino, el Camino me llamó a mí. Como siempre hace, vaya. Y como lo amo profundamente no pude sino calzarme las botas y preparar la mochila. Bendito veneno jacobeo el que me recorre pues simplemente caminando soy feliz. No me pregunte nadie cuando llego al final de una etapa sudoroso y cansado por qué lo hago, por qué camino durante horas, no sabré contestar pero seguiré haciéndolo. Así viene siendo desde aquel bendito Año Santo Xacobeo 2010 que conocí a mi querido Camino de Santiago iniciándome con más miedo que vergüenza en un ultraconocido tramo: "los últimos cien", desde Sarria a Santiago. Y así seguirá siendo, mi amor a caminar digo, siempre que pueda. A la fecha ya he recorrido todo el Camino Francés, he pasado por varios tramos repetidas veces, tengo en casa cinco compostelas si bien lo que quiero al recorrer el Camino no es acreditar mi llegada sino exprimir cada paso (menos compostelas y más camino, como decimos los puristas, me sobra tanta "Casa del Deán" y me falta más "Castilla") y en mente tengo el Portugués, la Plata y mi gran camino: desde la puerta de casa hasta el Obradoiro. O Fisterra, quizás.


En todo caso este ha sido un camino un tanto especial. Mucho. No soy partidario de hacer el Camino en grupo porque sé la guerra que puede dar un grupo en un albergue al peregrino solitario que se encuentra descansando, de hecho la he sufrido yo mismo, no soy partidario del "turigrinaje" que usa el Camino como unas vacaciones deportivo-gastronómicas, no soy partidario de que el Camino sirva para ridículas estadísticas de la nueva Oficina de la calle Carretas y se desvíen los tramos verdaderos por antojo de Concellos y amigotes de turno, no soy partidario de muchas cosas y, aún "sufriéndolas" he vuelto encantado. El Camino es el Camino y jamás dejará de ser mágico por muchos atentados que le perpetren los actos "político-vandálicos" consentidos por la Xunta del  momento. Hay tantos caminos como peregrinos lo transitan y cada uno tiene su particular motivo para hacerlo. Si yo he llegado varias veces a abrazar a Santiago os puedo asegurar que ninguna de las veces el motivo ha sido el mismo. Y este año que no tenía en mente ir y mucho menos abrazarlo, he vuelto a ir y he vuelto a abrazarlo. Y quizás más con el corazón de la vida que con el de peregrino que llevo dentro.


Formamos el grupo en su mayoría integrantes de la cuadrilla cuyo 25 Aniversario celebrábamos: Chefo, Dani López, Antoñaco Romero, Víctor Manuel, Tomás Pardo y yo. Y se unieron a nosotros Julián (cuñado de Víctor Manuel), Ana María (mujer de Dani) y su amiga María Eugenia. Y así las cosas nueve peregrinos salimos desde Ciudad Real con el proyecto "Peregrinos de Bondad" hacia el corazón compostelano. Hicimos camisetas para la ocasión y paseamos con orgullo el motivo de nuestra peregrinación, el nombre de nuestra hermandad y el de nuestro titular "Nuestro Padre Jesús de la Bondad". Pero como antes decía, cada peregrino escondía su motivo personal e interno. Y el mío tenía relación con Santiago, por supuesto. Él lo sabe. Y este año haría en Compostela lo que tenía en mente hacer el año pasado a mi llegada y el destino truncó. El ánimo era distinto y la ilusión también. Siempre que llego al Obradoiro me emociono, claro, pero esta vez fue especial. Mucho. Pero mucho. Las sensaciones de revivir mis primeras etapas como peregrino, de volver a caminar por donde el año pasado me embargaba la desazón de sueños frustrados, de recorrer de nuevo los últimos cien esta vez con la ilusión por bandera y de volver a disfrutar de ciertos lugares con la esperanza de volver a volver y en la mejor compañía y, sobre todo, (respiro, cojo aliento y tecleo esperando poner todos los lugares para mí emblemáticos que nunca olvido), de saborear de nuevo mi querida Sarria, el Ponte Áspera, el roble centenario, la escalinata a Portomarín, contemplar su iglesia fortaleza, caminar al alba hasta Gónzar, sellar en Ventas de Narón, parar en la Fuente del Peregrino, llegar a Palas de Rei por su trazado de pizarras, adentrarme en el bosque a oscuras camino de San Xulián do Caminho y encontrarme con peregrinos saliendo de O Abrigadoiro, arrodillarme ante Santa María de Leboreiro, dar la mano al Cristo de Furelos, comer pulpo en Casa Ezequiel, detenerme en Boente, relajar los pies en Ribadiso da Baixo, llegar a Arzúa con la mueca del triunfo, pararme en Pregontoño, visitar a Guillermo Watt, mirar de reojo a Santa Irene, adentrarme en Pedrouzo y cruzar a Arca O Pino sin saber dónde está el límite entre ambos, enfilar hacia Lavacolla, almorzar en Casa Botana, coronar el verdadero Monte do Gozo y bajar con una mezcolanza sentimental agridulce, inexorablemente rodeado de alegría y tristeza por el mismo motivo que no es si no llegar al final, hasta el mismísimo corazón compostelano y el centro de la Plaza del Obradoiro donde contemplo (y ellas a mí) las dos altas torres que tantas añoranzas y esperanzas me traen.


Amo el Camino. No me canso de decirlo ni de recorrerlo. Siempre me regala algo y me toca la fibra interna con su magia y leyenda jacobea. Este año a los nueve peregrinos que salimos desde Ciudad Real nos regaló una nueva compañera que se convirtió en amiga, como no podía ser de otra manera: nuestra querida Nadia. Formamos el grupo las diez personas prácticamente todo el Camino con una unión y trabajo en equipo perfecto. Desde Portomarín en adelante ha sido un Camino de diez en todos los sentidos: calificación, integrantes, entendimiento y alternancia entre todos. Este Camino ha sido un tanto especial, ya lo he dicho. Una vez adentrado en el mundillo caminero nunca pensé que volver a hacer únicamente Sarria-Santiago me sirviera más que aquella primera vez en la que me inicié en la Ruta Jacobea y que dicho tramo sólo sería ya para mí un lugar de paso y no de inicio, sin embargo lo he realizado ya tres veces y lo sueño de nuevo otras tantas. Tiene rincones que son tesoros para mí. La pena es que el año pasado que recorrí el Camino desde León a Santiago no disfrutase de las ultraconocidas últimas cinco etapas lo que he disfrutado este año. Habría sido grandioso. Pero esa es la magia del Camino: cada camino es diferente aunque se haga por la misma senda. Y la verdad es que de las veces que he pasado por Sarria, Portomarín, Palas de Rei, Arzúa, Pedrouzo (Arca O Pino) y el propio Santiago de Compostela ninguna ha sido con la misma gente ni de la misma manera. Eso sí, siempre alma de peregrino. El turigrinaje, los lujos, el camino a la carta y los sellos comprados no van ni irán conmigo jamás. Me mantengo firme en pasar por el Camino y que el Camino pase por mí. Y este año lo he hecho y lo ha hecho.Una vez más. Y las que quedan. Precioso camino con mis Peregrinos de Bondad, con Nadia y con Claudia en la esperanza. Ya aguardo una nueva llegada al Obradoiro que será muy especial por muchas cosas. Pero antes, lo reitero de nuevo, este Camino sí que ha sido un tanto especial, como todos los anteriores y como todos los venideros, pero éste... Muchas lágrimas en el Obradoiro. Por muchas cosas. ¡Ultreia et Suseia!
DAYSI.

Vicarie pro Claudiam.

jueves, 8 de septiembre de 2016

MERMELADA DE CIRUELA

Las cositas del día a día son las que ponen sentido a la vida. Y eso es así y no admite discusión. Y por eso me encantan y me gusta cuando las hago inesperadamente y aprovecho para compartir esos retazos de alegría con vosotros. Hoy es muy simple lo que vengo a contaros: mermelada de ciruela. Tal cual. Sí, lo que leéis: mermelada de ciruela. Nunca pensé que haría mermelada de ciruela natural y llegó el momento. Y como siempre de improviso y sin pensarlo. Regalos de la vida como me gusta denominarlos. Un ciruelo plagado de fruta en el chalet, mi querida thermomix, azúcar, unos limones y unas fructíferas mañanas de Sábado y Domingo en la cocina. Et voilá, un rato agradable, entretenido y siendo feliz con una cosa tan simple que muchas veces ni se valora. Pequeñas cosas que son la esencia de la vida. Ya escribí una vez sobre ello en el blog. Hoy vuelvo a reafirmar mi teoría. Y por eso, con la sonrisa por bandera, vengo a contaros cómo ha sido eso de la "mermelada de ciruela".


Empezó la cosa con la avanzada primavera. El ciruelo que tenemos en el chalet estaba plagado de frutas y le pegué buenas sacudidas para quitarle muchas pues no podría criar y engordar tantas ciruelas como habían nacido. Aún así se ve que me quedé corto (y mira que le quité) porque luego en verano el árbol frutal estaba con las ramas llenas de frutas para recolectar, así es que me dediqué a coger una por una todas las ciruelas y fueron varios kilos de ellas. Y, claro, como es imposible comer tanta fruta antes de que se estropee, se me encendió la bombilla culinaria del chef que llevo dentro de mí y pensé en hacer mermelada y repartir algunos botes. Era la única manera de aprovechar todas las ciruelas recogidas y que no se echasen a perder. Y me puse manos a la obra y salieron varias remesas. Vamos que comieron mermelada mis padres, mi hermana, mi mujer, mis suegros, los tíos de mi mujer, los vecinos de la urbanización, mis amigos, etc, etc,, la cosa fue a más y ya cuando me llamó Merca Madrid para comunicarme que las ventas eran un éxito y que se había otorgado el primer premio culinario a la mermelada de ciruela al stand de la Feria de la Mermelada de Ciruela hecha en mi honor, pensé que era mejor parar la fábrica mermeladera por un tiempo... Les prometí que la temporada que viene vuelvo a la faena y exportamos botes de este manjar a los imperios de Peralbillo, Picón y la Villa de Granátula.



Y la cosa es que jamás con tan poco cree tanto. Ciruelas, un robot de cocina, un kilo de limones, un paquete de azúcar y tarros vacíos de los que guardo para conserva (los más pequeños claro, los grandes los destino al tomate, al pisto, la fritada y esos manjares inesperados que me como en algún caprichoso día de invierno). Por planta de trabajo la cocina de mi casa, por obrera y gerente mi santa madre y por director y encargado del departamento de calidad y "probación" el que suscribe. Anda que no probé veces la mermelada y no terminaba de cogerle el gusto... Me relamo todavía, oye. Dale que dale al cuchillo pelando y deshuesando una a una las ciruelas entre mi madre y yo. Ardua labor la nuestra en ello. Dale que dale a la themormix cociendo las frutas con el azúcar. Dale que dale a pelar y despepitar los limones que dan el toque ácido y conservante y dale que dale a la alegría para que el resultado fuera el correcto. Y luego dale que dale al embotado y arrope de los frascos para que hagan el vacío y conserven el producto obtenido. Claro el resultado fue tan primoroso que finalmente llegó el dale que dale al reparto de los botes de mermelada y el resto ya lo conocen: Merca Madrid, expansión, Primera Feria de la Mermelada de Ciruela "Carlos Lillo", etc. Toda una cadena de éxitos que desde el primer momento decidí contaros en el blog.

Fueron ratos entrañables de esos que me gustan, como guisar en puchero, como comprar hortalizas en las portadas de los pueblos, como hablar con nuestros mayores de la vida de antaño, como mirar a la Esperanza a los ojos, como desayunar chocolate con churros el día de la Lotería de Navidad o como escribir estas líneas cuando tengo un ratito y compartir estas pequeñas gotas de esencia del día a día con quien me conoce y tiene a bien leer mi pequeño Rincón. Y estas cosas son las que de verdad nos enriquecen y se quedan en la mochila de la vida con la que hacemos el Camino. ¿Quién me diría a mí cuando siendo niño sembré aquel ciruelo que algún día haría mermelada y la repartiría entre mis más cercanos coetáneos? Pues eso. Y tal cual venía ilusionado a contarlo. Espero que hayáis disfrutado de esta entrada como yo escribiéndola y haciendo las remesas de mermelada. Termino como empecé: Las cositas del día a día son las que ponen sentido a la vida. Y eso es así y no admite discusión.