domingo, 26 de diciembre de 2021

LA NAVIDAD EN EL RINCÓN

En este humilde espacio cibernético al que atiné en llamar El Rincón de mis Pasiones, se dice Feliz Navidad. Aquí tienen cabida todos: los de Felices Fiestas, los de Feliz Solsticio de Invierno, los de Felices Días en Familia, etc, pero aquí se dice ¡Feliz Navidad! Vaya eso por delante para que no haya equívoco alguno. Y la Navidad en el Rincón trata de festejar en familia con los más allegados en torno a una mesa y mantener vivas las tradiciones que nos fueron enseñadas y las propias que vamos creando, asentando y transmitiendo de generación en generación. Ni más ni menos. El que narra, como cristiano y creyente, festeja, por supuesto, el nacimiento del Niño Dios, pero la Navidad, ampliamente entendida, es mucho más que eso. Navidad es recordar a la abuela cuando hacía sopa de picadillo en Nochebuena para todos los nietos, Navidad es poner el Portalito de Belén como te enseñó tu abuelo, Navidad es saber que haya ausencias o nuevos comensales en la mesa, tu sitio es tu sitio, el de siempre, el de todos los años, Navidad es sacar la vajilla buena y volver a recordar anécdotas que año tras año han oído esos vasos, Navidad es cenar el plato fuerte de siempre manteniendo la receta y enseñándola de padres a hijos, Navidad es cantar el mismo villancico que aprendiste de niño, Navidad es la ilusión de una madre comprando los regalos de Reyes Magos, Navidad es la mirada de los niños cuando llega la Cabalgata, Navidad es la ciudad bullendo de reencuentros y costumbres en la que se van dando innovaciones.

Y cada uno tiene su fecha de inicio de la Navidad. Y su fecha de fin de la misma. Aunque me atrevería a decir que hay fechas para ello que son ampliamente compartidas por todos: el Puente de la Constitución y la Inmaculada y el Día de la Lotería, como inicio. Y el día 7 de Enero y, para los románticos y refraneros, el 17 del mismo mes, San Antón, como fechas del fin de la Navidad. Ya saben ustedes: Hasta San Antón, Pascuas son. Mucha gente aprovecha esos días de puente para poner en casa los adornos anuales de Navidad, ya sean el Árbol, el Belén, un mero Nacimiento, simples bolas de colores y espumillones o manualidades de los más pequeños hechas con todo su cariño en el colegio. En mi caso particular, esos días de primeros de Diciembre, decoramos en casa mi mujer, mi hija y yo. Sin embargo, en casa de mis padres se mantiene la tradición de montar el Portalito y el Árbol de Navidad el día 22 de Diciembre, sonando en el televisor de fondo los Niños de San Ildefonso cantando premios y tras desayunar chocolate con churros. Ahí es cuando empieza para mí la Navidad. Ese chocolate sabe especial y poco después se desempolvan las cajas que guardan las figuritas que conozco desde niño y que colocaba con mi abuelo. Tomen nota aquí y preparen un pañuelo... Busquen por la red un villancico llamado, precisamente, "El Belén del abuelo" que lo canta el Coro Yerbabuena de Córdoba, denle al play y prepárense para sentir y que se les meta algo en el ojo...

He de reconocer que tengo un punto agridulce en cuanto a los Belenes. Mi Portal de Belén que llevo conociendo desde crío es el que servidor sigue montando en casa de sus padres. Ese Portal aprendí a montarlo desde que tengo uso de memoria, tendría cinco o seis años, de la mano de mi abuelo y de mi padre. Siempre lo he sentido propio, mío, hereditario... Y de las dos personas con las que comencé a montarlo, una no la tengo desde hace bastantes años y la otra, días antes de esta Navidad, ha peinado ya siete décadas. Me gustaría seguir montando ese Portalito de Belén cuando ya no esté ninguna de las dos aunque ya no fuese igual. No quiero que esos pastores de la anunciación, que esa morita con la cántara de agua, que esos detalles manchegos ocultos queden encerrados en una caja que a saber cuándo se abriría de nuevo. Es mi Belén de siempre. Mi Navidad. Pero por otro lado tengo la preciosidad de estar formando un nuevo Belén con mi hija en casa. Desde que nació venimos comprando figuritas y vamos añadiendo algunas cosas año tras año hasta que esté completo. ¿Hay algo más bonito que crear con ella una nueva costumbre familiar? Ahora que está forjando sus primeros recuerdos camino de sus cinco años, estamos gestando un Portal que para ella tiene el mismo valor y propiedad que para mí el que monto todos los años sobre una sábana cubierta de serrín y unas cortezas de pino que cogí con mi propio abuelo un día de campo siendo niño. El nuevo Belén de casa del que con tanto mismo enseño a Claudia a colocar las figuritas, también es mi Navidad. La Navidad es así. Agridulce pero especial. ¡Siempre hemos de brindar! Por los que no están, por los que vendrán. Siempre hay motivos para recordar, reír y llorar. Pero no deja de ser Navidad.

La Navidad en el Rincón son estas cositas que os cuento. Es brindar con pacharán, ponerle un pañuelo de hierbas a un pastorcillo, salir un día a emborracharse con los amigos, contar en casa chascarrillos, ser Paje de Sus Majestades con los niños, pasar un rato con los Pandorgos hablando de limoná y migas en esta muy noble y leal villa, innovar un nuevo rincón o pasaje en el Portalito de Belén, coger a mi hija en brazos, como en su día hacía con mi hermana, para que ponga la estrella en la punta del Árbol, es rescatar los adornos de hace años e irlos reviviendo y ampliando, es jugar a ser Rey Mago, es compartir la ilusión en forma de esperanza con un décimo de lotería, es cerrar los ojos y ver a mi Lela, es recordar a mi abuelo, es añorar la Nochevieja veinteañera y disfrutarla ahora a su manera, es ser yo quien guise en casa, es viajar a Sevilla para ver la Macarena y comprar dulces en La Colchona, es un sentimiento que también engloba, ¿por qué no?, cantarle Cumpleaños Feliz al Niño Jesús y rezarle un Padre Nuestro. Esa es la Navidad, a mi entender preciosa porque es la mía, que se vive en el Rincón. Y a la fecha me da tal felicidad que la comparto con vosotros y os hago partícipes y culpables de mi sonrisa a todos, a los de Felices Fiestas, a los de Feliz Solsticio de Invierno, a los de Felices Días en Familia, etc. Pero aquí y desde aquí (y no soy el único que lo así lo grita) ya sabéis lo que se dice: ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

martes, 30 de noviembre de 2021

OS NECESITABA

Fue la Oración en el Huerto pero podía haber sido otra cualquiera la que me hizo volver a disfrutar. Algo para los cofrades, para mí, tan normal como que los pasos salieran a la calle con sus costaleros debajo, su incienso delante y su banda detrás, dejó ser normal en Marzo de 2020. Desde entonces, de una manera u otra, me he encontrado vacío. ¿Dónde estaban mis queridas cofradías? ¿Qué pasó con aquellas gentes de raza costalera? ¿Cuándo volverían a sonar cornetas por las calles? Ese sagrado y repetido ritual anual de soñar lo vivido durante cincuenta y una semanas para vivir lo soñado durante una semana que cuenta el tiempo al revés, se desvaneció sin esperarlo y sin saber hasta cuándo. Pasamos a muy duras penas la Semana Santa de ese año que será imborrable de la sección trágica de la historia actual y depositamos nuestra esperanza, esa que nunca se pierde y que tiene su faro en San Gil, en el año siguiente e, inclusive, lo más optimistas en alguna procesión de Gloria como bien podría haber sido la Virgen del Carmen en plena campaña estival. Pero el 2020 se consumió, contradiciendo al refrán, con pena y sin gloria y el 2021 se nos presentó con un carácter igual o peor que su compañero anterior. Llegó la Cuaresma y seguimos sin rastro de cofradías en la calle. Es más, algunos visionarios empezaron a vaticinar que hasta 2023 o más no volveríamos a oír la voz "¡A esta es!" por las calles. Y mientras tanto venga a seguir soñando lo vivido y sin vivir lo soñado.

Entre tanto, el entrañable Angelito, "el aguaó", nos mantuvo vivos y soñadores con el grito "¡Cofrades a la calle!". Y entre bromas y chascarillos, nosotros mismos con y sobre nosotros mismos, poco a poco y sin creerlo, una de dos, o hemos vuelto o estamos volviendo. Y aquí es justo mencionar al Gran Poder. No fue el primer paso que salió a la calle con pandemia de por medio o post pandemia, ya no lo sé, pero sí fue Él la primera imagen penitencial que pisó las calles de nuevo. Entiéndase por calles las reales y las figuradas. Las reales de la Muy Noble, Leal, Heroica, Invicta y Mariana ciudad de Sevilla, con sus cinco títulos, cuna cofrade por antonomasia y las figuradas, aquellas conformadas por los sentimientos de todos y cada uno de los cofrades que vimos, por fin, el retorno de lo nuestro. Y tuvo que ser Él. No podía ser otro. El Señor. El Gran Poder. El caso es, como decía, que o hemos vuelto o estamos volviendo, porque ya han sido varios los pasos en salir a la calle como los buenos cocidos, "con tós sus avíos". Hemos vuelto a ver juguetonas volutas de incienso perderse hacia las nubes perfumando las plazoletas, hemos vuelto a escuchar el trote de los caballitos en las palilleras de las bandas, hemos vuelto a oír la voz rota de un capataz gritando "la derecha alante" y hemos vuelto a ver, bajo los faldones, los racheantes pies de la gente del oficio costalero.

Lo cierto y verdad es que cuando disfruté de Él en mi amada Siviglia y este pasado sábado volví a ver a mi gente cofrade y buena llenar las calles de la Civita Regia, unidos en torno, dentro y fuera, de la Extraordinaria de la Hermandad de la Oración en el Huerto, me di cuenta de que realmente os necesitaba. A vosotras os hablo, cofradías. A vosotras y a lo que englobáis aunque os mezcléis con el Tiempo de Adviento y los adornos navideños próximos a encenderse. A la sonrisa de un costalero en su relevo, a la mirada de un niño hacia el redoble de un tambor, a las caras conocidas que nos saludamos en cada revirá entre la travesura y la esperanza, al ambiente, a la música, al cielo que hasta parece distinto cuando un paso cruza el umbral de salida. Fui feliz. ¡Volvieron las cofradías! Ya no sé, tomen nota aquí si quieren llamarme luego precavido o asustadizo, pero sepan que más bien lo que tengo es hartazgo político-clerical y profundo odio a los medios terroristas de información que se dedican a asustar a viejas, tomen nota, decía, de que dentro de mi felicidad cabe el pavor de que éstas salidas procesionales más que haber sido las primeras de nuevo, hayan sido las últimas otra vez. ¡Qué viene, qué viene! Ya están los mandamases disparando los niveles de los números de contagios sin decir la verdad: que contagios va a haber ya siempre pero el efecto de los mismos ya no es el que era. Claro, suspender las cositas es más fácil. Ya me entienden.

Así pues, lo dicho. Os necesitaba. Os necesitaba de verdad. Sois una gran porción de mi forma de vida. No sé mirar un calendario si no me detengo en el mes de Abril, no sé pasar un día sin silbar una marcha o pegar un cambio de costero conforme ando por el pasillo de casa imitando un misterio, no sé dejar de soñar con la candelería de un palio cuando viene de recogida al calor de su barrio, no sé quitarme ese antojo de sabor tradicional de torrijas y bacalao de Viernes Santo mientras descuento los Viernes de Cuaresma entre fogones de vigilia, no sé vivir, en definitiva, sin cofradías. He vivido estos años sin ellas, pero sin saber vivir, sin sacar el costal a repetir su ritual de paño con paño y tres vueltas y media. No sé si me entendéis lo que expreso pero estoy seguro de lo que transmito. Os quiero, cofradías. Ojalá no volváis nunca a desaparecer de mi rutina y recuperemos ese sueño de once meses y tres semanas que nos hace despertar en una Semana Grande y mágica, la que nos da la vida, la que tiene dos Domingos, por falta de uno, en los que estallan el júbilo y la melancolía. Os necesitaré a mi vera tanto como os necesito día a día. Me he dado cuenta en vuestra ausencia. Os necesitaba.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

EL GURRAPATO

Decidí llamar "gurrapato", cariñosamente, a un garabato que me acompañará de por vida. En realidad creo que ya venía haciéndolo desde que me inicié en este mundillo jacobipeta de peregrinar a Santiago, pues su significado y simbología forman parte de mí tanto como yo de él. Siempre digo, en memoria a Antxón, que, al fin y al cabo, la vida es caminar. Y allá donde haya un peregrino con mochila y bordón, hay algo de mí. De este modo y habiendo alcanzado la meta de la Catedral que preside el Obradoiro el pasado 14 de Agosto, tras culminar un largo y duro camino iniciado en el Somport francés y haber logrado en cuatro veranos, pandemia nefasta de por medio, llegar a los restos del apóstol, sea Santiago o Prisciliano, decidí grabarme físicamente, pues mentalmente ya lo llevo, a modo de peregrino escondido, un garabato que representase el peregrinar con mochila y bastón y no siempre con el terreno a favor. Dos formas tenía de hacerlo: o grabándomelo a fuego como cuando se marca un ternero o tatuándolo per saecula saeculorum. Lógicamente la primera fue desechada al instante con una carcajada como la que se me escapa al teclearlo. Y reducidas las opciones a una sola, quedaba la incógnita despejada. O al menos de tal guisa lo aprendí en séptimo de E.G.B. cuando estudiaba matemáticas. Así pues, con más miedo que quince abuelas sueltas por las calles de Pamplona en San Fermín, decidí marcarme en la piel lo que atiné en llamar, como antes decía, "el gurrapato".

Decidido a hacerlo, busqué un peregrinillo que se adaptase a lo que yo quería, que no diera mucho la lata su elaboración, que tuviera un tamaño pequeño y que pudiera verse o no dependiendo de la vestimenta o, incluso, de mi posición corporal. Buscando por la red cibernética encontré un garabato muy sencillo y que da el perfil total de lo que pretendía. No es laborioso de dibujar y refleja un caminante con mochila y bordón caminando ligeramente hacia arriba, lo que denota el esfuerzo de las cuestas previas a la recompensa. Una precisa y preciosa metáfora de la vida. Contacté con un amigo tatuador y le dije lo que pretendía. Aquí debo reconocer que su asombro y sorpresa fueron grandes pues nunca he sido yo devoto de pinturrajos en la piel, cosa que él sabía. Sin embargo, tras este gran camino que ha marcado mi vida en muchas cosas, quise llevar un recuerdo del mismo siempre, además del interno que perdura en corazón y alma. Fueron tantas las penurias atravesadas esta vez desde que iniciamos la andada, más allá de la frontera con Francia en Somport, que al llegar a Santiago de Compostela, mi  padre, Iñaki y yo fuimos conocedores que de los quince peregrinos que iniciamos la aventura en aquel verano de 2018, éramos los tres únicos que la habíamos concluido. Increíble. Es de los detalles que me han llevado a tatuarme. Y otro aliciente, también, ha sido que éste habrá sido, sin duda, el último gran camino de mi padre, quien se inició en este mundillo jacobeo conmigo, con la esperanza de enfrentarse alguna vez a la subida de O Cebreiro y, resultando que, finalmente lo ha coronado tres veces y ha llegado al Obradoiro en cinco ocasiones, saliendo una desde Sarria, otra desde Ponferrada y tres desde el extranjero, en concreto dos desde Francia (Saint Jean pied de Port y Somport) y otra desde Portugal (Valença do Minho).

De esta manera y estudiado todo al detalle, comenzó la historia del gurrapato. Decidí que lo marcaría en mi piel el día 14 de Septiembre, fecha mágica por muchas coincidencias: se cumplía un mes de la llegada a Santiago, es el número de la suerte de mi mujer y mi suegro, la suma de ambos dígitos es de los números más alegóricos del temple, era el día de la Exaltación de la Cruz y la fecha en que empiezan la Feria en Bolaños de Calatrava en honor al Cristo de la Columna, siendo en su ermita donde me casé y teniendo la imagen una íntima relación con mi cofradía de la Flagelación de Ciudad Real, el tatuador sería el mismo que en su día grabó las alianzas de mi boda y, su joyería antes y ahora estudio de tatuaje también está en Bolaños. Una concatenación de casualidades, mensajes y caprichos que hacían que ese día fuese el idóneo para ello. Y así lo fue. Nació el gurrapato el día 14 de Septiembre de 2021. Debía estar escrito que así fuera.

Llegado el momento, decidí que fuera en una pierna y no en la muñeca como estuve barajando. ¿Qué lugar más representativo para un peregrino que las piernas con las que recorre el camino? Eso sí, estaría en la cara interna, protegiendo yo con mis pasos los suyos y más cercano al corazón por todo lo que significa. No hace falta que se le vea mucho. Todo estudiado al detalle. Lo presentamos en su escogido lugar caminando frente a mí en vez de a mi mismo sentido, símbolo del que el peregrino me "camina" a mí y yo camino con él. Vamos, lo que antes decía, mi querido Camino de Santiago forma tanta parte de mí como yo de él. Allá donde haya un peregrino, estaré yo. Allá donde yo esté, estará un peregrino. Y cada punzada de tinta inyectada en mi piel convirtió para siempre a mucha gente que el Camino de la Vida me ha regalado en parte de mí. Todos los que vivís en mi corazón y mente formáis parte del gurrapato. Así pues, pido perdón por adelantado por si me dejo a alguien, aunque los olvidados sin querer siempre me vendrán a la mente, de un modo u otro, cuando vea de nuevo la sombra del peregrino escondido en la Plaza de Quintana. Que sepáis que os llevo conmigo y siempre estaréis en mis pasos: Papá, Mamá, Ana María, Chiquitilla, Claudia, Lela, Abuelo, Iñaki, Isis, Gonzalo, José Ramón, Paco, Alberto, Jesús, Eva, Patorracas, Móstoles, Alicante, Luisito, Carlos, Sergi, Julia, Montse, Miguel, Milena, Amanda, María, Alba, Nieves, Luisete, Rubén, Fran, Gloria, Santi, Gemma, Paulina, Bea, Raquel y Bego.


domingo, 31 de octubre de 2021

LEYENDA DE LAS DOS MARÍAS

Existe en Santiago de Compostela una colección de secretos enorme escondida por las calles. Esa mágica ciudad tiene sorpresas y leyendas para todos. A los jacobipetas los conquista con el "Peregrino escondido", a los tunos y estudiantes con las historias que rezuman los muros de Fonseca, a los turistas con las historias que ocurren en las rúas Franco y do Vilar, a los más cercanos con la ruta llamada "París-Dakar" por dos bares con tales nombres y, a quienes ya creemos saberlo casi todo de esa encantadora ciudad, siempre nos descubre algo nuevo a la sombra de sus altas y pardas torres catedralicias. En esta ocasión me enteré, como siempre, de casualidad. Y eso hizo que disfrutase más aún de esa leyenda y decidiera plasmarla en el Rincón. Las serendipias de la vida son así, nos sorprenden. Y, a mí, particularmente, me gusta compartirlas. Además, plasmarlas por escrito sirve para que no las olvide y para poder releerlas de vez en cuando. Así las tengo nítidas. ¡Mi querido Santiago! ¡Cuánto me has enseñado y regalado! Y quiero que sigas haciéndolo. Raro es el día que no te recuerdo por algo y me sonríe el alma. En esta ocasión quiero volver a tus callejas y empaparme de tus leyendas, cosa que cuando llego como peregrino no lo consigo de la forma que quiero porque la mezcolanza de sentimientos y ese final agridulce que tiene pisar el Obradoiro, no me lo permiten. Se acabó, ¿y ahora qué? Ya me entendéis los que habéis llegado andando alguna vez allí. Pero hoy no estoy en el Rincón para hablar del Camino, sino de una leyenda que existe en la ciudad que le da nombre.

Tras la Catedral de Santiago, la fotografía más repetida en la capital gallega es la de una escultura en bronce situada en el Parque de la Alameda. Representa la imagen de dos mujeres y al conjunto se le conoce popularmente como "Las dos Marías" o "As dúas en punto" (las dos en punto). La obra es del escultor vasco César Lombera y se instaló en pleno corazón de Compostela en el año 1994. Pero, ¿quiénes fueron estas mujeres? ¿Por qué se les hace un recuerdo en un lugar tan emblemático? Eso precisamente es lo que vengo a contaros: La Leyenda de las dos Marías. Hago el inciso, necesario por cierto, de aclarar que como toda leyenda, esta historia, tiene algo de fantasía y algo de realidad. Los datos exactos que verteré son ciertos y contrastados, el resto no sé la pura credibilidad que se les haya de otorgar, pues me he nutrido de diversas fuentes y, como el asunto tiene un fondo político innegable, cada versión puede haber añadido o recortado algún detalle de factura propia. El caso es que ambas mujeres formaban parte de una familia anarcosindicalista en plena dictadura y ello conllevó, para bien o para mal, el origen de esta leyenda que, si bien ya era pública y perenne, quedará per saecula saeculorum en este humilde Rincón.

Maruxa y Coralia Fandiño Ricart fueron dos hermanas, en concreto la cuarta y la duodécima respectivamente, en una familia de trece hijos. La primera de ellas nació en 1898 y falleció en 1980 y la segunda llegó al mundo en 1914 y murió en 1983.  Sus nombres íntegros y verdaderos fueron María y María Argentina Coralia. Hijas del zapatero Arturo Fandiño y de la costurera Consuelo Ricart, estas dos mujeres tuvieron una vida muy peculiar. Por entonces la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), entidad anarcosindicalista fundada en Barcelona en 1910, tenía delegación en Santiago de Compostela desde el año 1925 y varios de sus hermanos varones militaban en la misma, coincidiendo históricamente con la dictadura de Primo de Rivera, el conflicto bélico civil y el posterior régimen de Franco. Los activistas, posteriormente al fin de la guerra, fueron duramente represaliados, teniendo que esconderse o huir. Y ante la imposibilidad de someter a la justicia a aquellos miembros de la familia que habían militado en la CNT y que se encontraban en paradero desconocido, la policía se dedicó a acosar y a presionar al resto de los Fandiño en el propio hogar familiar donde residían en Santiago, lugar en el que hubieron permanecido durante el proceso represivo. Así empezó la pesadilla para nuestras protagonistas. La presión continua, política y social, ejercida constantemente y a cualquier hora del día sobre las hermanas para dar con ellos, pudo ser el desencadenante de secuelas traumáticas que hizo que Maruxa, Coralia y Sarita adquirieran costumbres atípicas. Se dice que ellas mismas se diseñaban la ropa, vestían de manera totalmente estrafalaria y excéntrica, se maquillaban de forma peculiar e, incluso fumaban y se atrevían a piropear a los jóvenes universitarios, cosa totalmente impensable culturalmente para las mujeres de la época.

Solían salir a pasear a diario en torno a las dos del mediodía por el centro de Santiago, lo que les originó el sobrenombre de "As dúas en punto" (las dos en punto), antes dicho. También eran llamadas "Las dos Marías", "Cara de Palo", "las locas" y "las solteronas". Se convirtieron en personajes populares por el horario de su paseo, amén de sus prendas de ropa. A la hora que salían a las calles céntricas era el momento en que más bullicio había por el trasiego de estudiantes, universitarios y trabajadores que se dirigían a sus hogares o mesones a comer. Era en esos ratos cuando ellas aprovechaban para mostrar sus coloridas vestimentas que contrastaban con la mayoría de prendas serias de entonces y para hacer sus flirteos con los varones. Siempre juntas y llamativas, las hermanas Maruxa y Coralia Fandiño Ricart, pues la mencionada Sarita falleció joven, no dejaban a su paso a nadie indiferente por sus atípicas conductas, recordemos el momento histórico en que vivieron. Diariamente eran tachadas y su difícil vida estuvo marcada por una persecución social tan asfixiante hasta su óbito que, años después, el Ayuntamiento compostelano, en 1994 como antes citaba, haciendo gala de educación y merecimiento, decidió honrarlas a título póstumo encargando su escultura y situando la misma en el céntrico Parque de la Alameda. Además, la Asociación del Ateneo de Santiago, ese mismo año, sabiendo que estaban enterradas separadas y las tumbas se iban degradando, realizó una colecta popular y se agruparon en una misma sepultura los restos mortales de las dos hermanas para que descansasen juntas, como era su deseo. El artista vasco, César Lombera, autor de la escultura, fue quien propuso personalmente al alcalde hacer una obra en su memoria y las representó tal y como se las veía por la calle, con los atuendos de colores, sus raros maquillajes y sus peculiares poses. Inclusive, años después de inaugurar la escultura, se le cambió el colorido a la misma ajustándolo más aún a la historia  y leyenda de sus protagonistas. Si tenéis oportunidad de verlas en Santiago, recordad que esta divertida imagen es el eterno recuerdo de dos mujeres que hicieron y hacen historia al ser más queridas ahora que en sus días de vida. Honor y honra a las dos Marías. Va por vosotras, Maruxa y Coralia.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

EXCURSIÓN A LAS MINAS DEL HORCAJO

Conforme llegó a mi sesera un poquito de información sobre el asunto, comenzó a fraguarse la visita. Jamás había oído su nombre, ni sabía que se trataba de un pueblo abandonado, ni que estuviese en mi querida tierra. Las minas del Horcajo. ¿Y eso qué es? "Pues un municipio que está en la provincia de Ciudad Real, al sur de Castilla-La Mancha, en el corazón del Valle de Alcudia, en plena Sierra Madrona, prácticamente limítrofe con Andalucía. Se trata de una pedanía de la localidad de Almodóvar del Campo que en su día tuvo bastante importancia como pueblo minero y hoy en día está deshabitado y ruinoso... Además, te gustará porque para acceder a él hay que hacerlo a través de un túnel, viejísimo, con una única dirección en el que sólo cabe un vehículo y parece que te traslada en el tiempo, pues al salir del mismo te encuentras el pueblo abandonado". Imaginad esas palabras flotando en mi mente. Deseando estaba encontrar el hueco en el calendario para ir. Un nuevo lugar que descubrir me aguardaba cargado de historia, secretos y aventuras. La excursión estaba claro que tendría lugar y ya me relamía con el momento de pisar aquellas calles donde antes hubo vida y ahora sólo hay escombros. Me encanta estudiar previamente algo del sitio a visitar, posicionarme allí e imaginar in situ cómo sería la vida. Y así lo hice para abordar este pueblo hoy deshabitado que en su día fue bien conocido.

Las Minas del Horcajo, también llamado El Horcajo, a secas, se encuentra en un valle con forma de Y debido a la forma que le dan los arroyos que lo bordean, debiendo tomar, casi con seguridad, de ahí su nombre pues se denomina "horcaja" a esa forma de Y formada por dos ramas, dos valles, etc. A escasos siete kilómetros de distancia se halla la provincia de Córdoba. En Sierra Madrona, entre quejigos, castaños, abetos, robles y una gran población de animales de monte, encontramos el pueblo. Para llegar a él, debemos seguir la carretera nacional 420 dirección a Fuencaliente. A la altura del kilómetro 115, en una curva, veremos una pequeña señal que indica la salida. Hay que ir muy pendientes. Dejamos la carretera y tomamos un camino rural que a unos diez kilómetros, tras bifurcarse e indicar "Las Minas del Horcajo" y "La Venta de la Inés" nos deja a la entrada del túnel. Entre tanto es fácil que veamos varios ciervos correr libremente entre los árboles o cruzar el camino de un lado a otro. La primera impresión que nos da el mismo es fantasmagórica y, a la vez, atrayente. Serían increíbles las historias que podría contarnos de lo vivido dentro de él.

El túnel, decía, importante reclamo en la excursión, aún conserva en ambos lados, unos metros antes de la entrada, a la derecha, en unos pequeños bloques de hormigón, un pulsador verde que al presionarlo hace que se enciendan unos tubos de luz en el interior y se ilumine una pequeña señal luminosa en el lado contrario, advirtiendo que el túnel va a ser transitado, pues sólo cabe un vehículo. Es, por decirlo así, un rudimentario y arcaico semáforo que ya se usaba antes del año 1970, fecha de la despoblación de Las Minas del Horcajo al extinguirse los trabajos mineros por agotarse los recursos. El paso por el túnel es indescriptible. Hace unos años era un constante ajetreo de vehículos y hoy quien lo transita es el silencio, la soledad y algunas gotas de agua que se forman en su techo con el rocío y el frío de la montaña. La imagen por dentro mezcla emoción y claustrofobia, es un momento para vivirlo que nos deja a la salida de frente con el pueblo fantasma. Parece que nos trasladamos años atrás como lo hicieron los antiguos habitantes del pueblo minero mientras transportaban sus mercancías.

En su momento, Las Minas del Horcajo, tuvo más de 4.000 habitantes, gozando incluso de Plaza de Toros. Se llegaron a extraer miles de toneladas de galena (mineral de plata) y la importancia del lugar no era discutida. Inclusive se lo dotó adrede de línea de tren. Años después, cuando se dieron por finalizados los trabajos mineros y se cerraron las minas de plata, el pueblo quedó condenado a muerte y comenzó su despoblación. Para colmo, la llegada del AVE trajo más problemas, pues para construir la actual línea ferroviaria se demolió la Plaza de Toros sin razón de peso aparente, lo que avivó la marcha de los vecinos, quienes veían como las máquinas destrozaban el lugar con total impunidad. Gracias a unos cuantos que resistieron allí, hoy podemos ver la aldea y sus restos. 

Se mantiene todavía de pie la Iglesia de San Juan, medio derruida, con su desafiante espadaña retando al tiempo. En la misma se ha habilitado una pequeña capilla en la que se conservan algunas imágenes que pueden verse abriendo una pequeña portezuela que a modo de ventanuco se ha instalado para tal fin. Impone ver los restos del templo como se yerguen ante los escombros que los rodean. ¡Y pensar que en su día allí se celebraron misas, bodas, bautizos, comuniones y entierros de los lugareños! Increíble el fatal desenlace de este pueblo (y otros tantos) nacidos bajo el esplendor de una excavación minera. 

Caminar por Las Minas del Horcajo es una sensación única, un viaje en el tiempo que recomiendo a todos hacer. ¡Apuntadlo! A la fecha, existe a la entrada del pueblo una Casa Rural llamada "La Casa de la Mina", a la que no descarto ir a pernoctar alguna vez y bien aprovisionado, pues allí no se puede comprar absolutamente nada, pero, seguramente, la tranquilidad del lugar y pasar la noche en un pueblo fantasma rodeado de plena naturaleza, me reportarán un mágico recuerdo, como el de esta excursión.

lunes, 20 de septiembre de 2021

¡¡COFRADES!! ¡¡A LA CALLE!!

¡Por fin! ¡Qué leche! En mayúsculas. ¡POR FIN! Quien nos conoce a los que amamos este mundillo lo sabe. Hemos sufrido la pandemia como nadie. Sí, como nadie. Explotó el asunto en plena Cuaresma cuando nosotros más intensos estamos. Nos destrozó planes, ilusiones y sueños a días de cumplirse. Nos sometió a una vorágine horrible y agitadora del alma que nos hizo saltar las lágrimas más amargas. Y desde entonces hemos aguantado la chicotá más dura de nuestra vida costalera. Y con casta y saber estar. De frente siempre, con poderío. Fuimos aguantando derechos bajo el peso de este horrible paso, la caída una a una de nuestras vivencias esperadas año tras año. Primero se suspendieron los ensayos. Después cayó el Magno Pregón. Tras ello se anunció la imposibilidad de que procesionasen las cofradías de vísperas. Y, finalmente, se suspendió íntegramente toda celebración de la Semana Santa. A la par, el Gobierno decretaba el Estado de Alarma y confinaba en los domicilios a todos los ciudadanos del país, permitiéndose únicamente los servicios esenciales. Horrible. El calendario seguía descontando días y las túnicas siguieron en los armarios oliendo a naftalina. Los costales no volvieron a enrollarse paño con paño en ese mágico ritual que los hombres de abajo tan bien conocemos. Y los músicos tuvieron que guardar los instrumentos sin saber cuándo volverían a sonar. Así llegó el Domingo de Ramos. ¡Durísimo para quienes lo amamos! Y pusimos la mirada en un lema: "el próximo año". Pero llegó y se desvaneció lo soñado. Seguimos sin pasos, nazarenos, tramos, bullas, saetas y llantos. Hemos estado durante prácticamente un año y medio viendo como no existía ni se permitía culto externo. Apretando los dientes sin dejar caer los zancos. Hasta que ha llegado la noticia.

Entre tanto, se marchitaron dos Cuaresmas, con sus cuarenta días y sus cuarenta noches, arrastrando todas las ilusiones que las mismas esconden. No se limpió plata en equipo, no se repartieron papeletas de sitio, no se citó a las igualás, no hubo ensayos, ni pregones, ni nada de nada. Y aguantamos porque los cofrades somos así: los hijos de la Esperanza. Sabíamos que volveríamos. Y con más ganas. Se seguían quedando los pregones en los tinteros y la frase más repetida venía siendo la de Angelito, el aguaor, que sin saberlo y antes de que llegasen estos tiempos tan duros, con su inocencia, ya nos alentaba a los que gustamos del sabor cofrade y gozamos del paladar selecto de la cera y el incienso: "¡Cofrades! ¡A la calle!" ¡Cómo si fuera tan fácil! No nos dejaban ni las autoridades civiles, ni las eclesiásticas. Es que somos así de chulos, nosotros. Necesitamos el visto bueno de nuestro padre y de nuestra madre, como los niños pequeños de escuela. El fútbol sí, depende de los civiles. No hay cura que lo pare. Adelante con él. ¿Los toros? También, hombre, también. ¿Y un conciertito de feria? ¡Claro! Vamos a ello. Oye, ¿y si hacemos una romería de aquella manera? No, no se puede. ¿Por qué? Es que dice el Alcalde que el cura no quiere. ¿Y qué dice el cura? Que es el Alcalde quien no quiere. ¿Es que no quiere ninguno? No lo sé, pero como hace falta el permiso de los dos, ambos se escudan en decir que no y ver quién levanta el castigo. Pero, ¿entonces fútbol sí? Por supuesto. Y con público. ¡Eh! Pero no me vayas a poner un paso en la calle... Mira, es que ya han celebrado hasta las Fallas, la vacunación ha llegado a cuatro quintas partes de la población y nos vienen vendiendo la moto de que la inmunidad de rebaño se alcanzaba en Agosto... Ya, pero una cofradía no. Vaya a ser que... Pues nada, otra vez en casa.

Y cuando ya el gritó en el Cielo llegó a Palacio se hizo la luz. Era insostenible viéndose lo que se veía. Gentíos asistiendo a eventos cada vez más numerosos y todos permitidos. En Europa se avanzaba, además, a otro ritmo. Se levantaban las restricciones en bloque y en mi querida España seguíamos (y seguimos) sometidos a cuestiones que yo, al menos, no atino a entender. Finalmente, prácticamente todo iba volviendo a la normalidad, con cautela, poco a poco, con mimo, como andan los palios finos. ¿Todo? No. Las cofradías no. Ni poco a poco, ni con cautela, ni con mimo. Nada. Pero es que... ¡Que no quiere el Alcalde! Pero si ha dicho que... ¡Que no! Que es el cura. ¿Pero qué cura ni que alcalde? Así no se puede estar, hombre. ¡Cofrades! ¡A la calle! Y cuando han visto que el grito pasaba de ser el impulso de ánimo de Angelito a ser un grito de guerra, parece ser que el cura y el político de turno han hecho las paces. O eso o que los dos han dado el visto bueno sin saberlo, pero a la par. Parece raro para creerlo, ¿no? Pero así ha sido y ha llegado el momento. ¡¡Ni os digo cómo me siento!! No quisiera echar campanas al vuelo hasta que no vea la primera Cruz de Guía... Siempre viene después de Baltasar, así es que si hay Cabalgata, ¡hay cofradías! Señor Alcalde y señor cura, no abusen de nuestra paciencia, no vayan a liarla ahora que se va viendo la luz de un nuevo día...

Ya se ha firmado el decreto que deroga el otro decreto y por decreto se dice que salen las cofradías. ¡Qué hartura de leguleyos los que abundan todavía! Y qué hartura de los que dicen que quieren que volvamos pero con la boca chica, guardando en la grande un "¡Te lo dije!" que están de veras deseando exclamar. ¡Dejadnos en paz! Idos con vuestros pánicos sin sustento a otro lado, ¡yo que sé!, a los conciertos, por ejemplo, que allí no hay virus por lo que parece. Estamos volviendo y parece que molestamos. ¡Venga la primera! ¿Cuál? ¡La que sea! La de misterio, la de palio o la Cruz de guía que se ponga en la calle. ¡Hacerse la ropa, costaleros! ¡Que se repartan los cirios! ¡Que afinen los músicos! ¡Prended el incienso y que a compás la cera llore! Hay que seguir avanzando por esta eterna rampa que nos lanza al Domingo de Ramos, dando paso a una mágica semana que cuenta el tiempo al revés. Y que vuelvan los pregones y cuenten que una vez esperamos tres primaveras para florecer de nuevo entre pasiones. ¡Vamos! ¡Retomemos los sueños que se quebraron en aquella cuaresma! Sacad los túnicas de los armarios, llenaos los bolsillos de estampitas. ¡No olvidéis caramelos para los niños! Sonreíd bajo vuestros antifaces de negro ruán y vestid con alegría las capas de las hermandades de barrio. ¡Estoy que no me aguanto ni yo! Díselo tú, Angelito, haz el favor. Díselo y grítalo para que repique en la Giralda y se pierda el eco en cualquier espadaña. Dejadme que me pierda en mis lágrimas de arpillera y me acurruque en la Madrugá a su vera. ¡No me robéis otra vez el sentimiento! ¡Dejadme que me amuralle! ¡¡Cofrades!! ¡¡A la calle!!

martes, 31 de agosto de 2021

SE CONSUMIÓ OTRO AGOSTO

Siempre lo exprimo al máximo y esta vez no iba a ser menos. Tras un Agosto "habilitado a medias" el pasado año, llevaba dos años sin tener vacaciones. A ver, entiéndase lo de vacaciones, sí, sí, entiéndase y no de la manera que lo están entendiendo. Por supuesto que no he podido parar de trabajar pues mi agenda no la marco yo, la marcan los plazos judiciales. Así es que no iba por ahí. ¡Ya estabais pensando "se va a quejar de que no ha parado y seguro que sí"! Pues no. No me quejo de eso y no he parado. Mayormente no me han dejado. Me refiero a que entendáis lo de vacaciones aplicado a la vida de un autónomo. Vacaciones, laboralmente hablando, es un período inactivo de trabajo y además remunerado. Pues en mi (nuestro) caso, no. Vacaciones es un período de tiempo en el que paralizamos la actividad y desconectamos mentalmente de la rutina. Por supuesto no nos pagan por ello sino que dejamos de cobrar el trabajo que pudiéramos realizar. Así sin más. Como suena. Pero o dejamos de trabajar o explotamos mentalmente. Así está montado el chiringuito. Y no, no nos dan paguita, ni ayudita tampoco. Ser autónomo en España es una aventura total. De eso sí me quejo. Y mucho. No lo comprenderéis salvo que seáis autónomos también. Ojo, por otro lado tiene sus cosas buenas, ¿eh? Que las hay. Y muchas.  Así es que, como antes decía, tras dos años sin vacaciones, este año me han parado la actividad jurídica en Agosto, como es costumbre en este mundillo leguleyo y he logrado tener ese estado mental de vacaciones y ese parón en el despacho. Todo un mes entero tras llevar prácticamente veintitrés atado a los plazos procesales. Inicié, por tanto, el disfrute el mismo día uno del mes y hoy, día treinta y uno, lo doy por finalizado. He exprimido Agosto entero y de la mejor manera posible.

El primer día del mes, mochila hecha y billete de tren en mano, me dirigí a la estación de tren para culminar la aventura iniciado en el verano de 2018: el Camino de Santiago desde Somport (Francia) hasta Compostela. Me quedaba hacer el tramo final, desde León hasta el centro de la Plaza del Obradoiro, unos 315 kilómetros y en ello iba a gastar (y así lo hice) los primeros quince días de mi querido Agosto. Un día de viaje de ida, trece etapas andando y otro día de viaje de vuelta. A mediados de mes, el propio día 15, Asunción de María y con la Virgen del Prado en la cabeza, volvía a Ciudad Real, capital de La Mancha. Tocaba disfrutar de ella así es que sin perder ni unas horas, cambié la mochila y el bastón por el bañador y la lumbre. El chalet me esperaba y conforme llegué me reencontré con él. Piscina, barbacoa, lumbre, conserva, familia, tradición y costumbre. Vacaciones. Mientras mi mente ha estado libre de plazos, escritos, recursos, procuradores, oficinas y tribunales, ha estado feliz toda mi persona entera. Y eso, gracias a Dios, ha ocurrido durante todo el mes. En el Camino he estado muy tranquilo y disfrutando de todo lo que me reporta y tanto me gusta, aunque visto desde fuera sea nada más que madrugar y caminar, os aseguro que es mucho más. Y la segunda quincena, entre mi familia y el chalet, con sus batallas que no son pocas, he estado entretenido e igualmente feliz. No he parado quieto un solo instante y Agosto ha ido desgranando sus días casi sin enterarme pero de manera muy satisfactoria.


Y ha llegado el último día de este maravilloso mes. Es como las últimas horas del Domingo a la semana. Una sensación de haber disfrutado el descanso y de estar ya iniciando la vorágine diaria que te impide disfrutar con consciencia de lo últimos momentos de relax. Al igual que un viernes por la tarde ya está la mente difusa, el Domingo por la tarde ya está activando el modo lunes. Así es el final de Agosto, más centrado en el inicio de Septiembre que en su propio cierre. Y eso que yo doy de los que se niega a interrumpir el descanso. Lo gozo de principio a fin y luego lo que haya de ser que sea. Hasta ahora me ha ido bien así y vuelvo con ganas, ¿eh? De verdad que cuando uno descansa vuelve con las pilas cargadas. Así creo que estoy. Ha sido un Agosto a la antigua usanza y me ha reportado una tranquilidad que ya me hacía falta. Así es que mañana vuelta a la batalla. Y ni depresión post vacacional ni inventos o moderneces. Al lío. Así cuando llegue de nuevo Agosto, nos acordaremos siempre de esos ratos malos y veremos qué merecido es el descanso que nos traemos entre manos. Estos últimos días en el campo son ajetreados, los dedico a hacer conserva y me pego unos palizones de miedo, pero cuando luego, en el frío mes de Febrero, hago macarrones con tomate, ¡qué ricos salen con aquel tomate de conserva que se hizo a la lumbre en la decadencia de Agosto! Pues con el curro y las vacaciones igual. Sembrar para recoger.

Se consumió otro Agosto. Y ya van más de quince vividos a mí manera, de principio a fin, desde que me embarqué en la fragata de la abogacía. Me gusta, por eso muchas veces al año pienso en este maravilloso octavo mes del año y, en especial, en el mes de Enero comienzo a soñar en cómo lo disfrutaré cuando llegue, saboreando sus días uno a uno y copándolos de tareas que el resto del año no puedo hacer. Así ha sido, ¡por fin!, este año otra vez. Y eso que no ha habido Ferias y Fiestas de Ciudad Real por el asunto de la pandemia (ya más política que sanitaria), de lo contrario habría sido un espectacular mes de Agosto y mira que ha sido bueno. De todos modos y a pesar de que la corbata me aguarda ya preparada para mañana, Septiembre es un mes plagado de ferias y con aroma a las últimas romerías del años, ¿qué pensabais? ¿que me las iba a perder? Mañana mismo, día uno de la vuelta al cole, empieza la feria de Daimiel, pueblo natal de mi suegra. ¿Cómo no ir a ver si está todo bien montado? Me veo obligado a ello. Y pasado mañana primer jueves laboral, ¿vuelta al pádel? Y al otro amanece un nuevo viernes de sueños brillantes, un día preciso para programar algún viajecito en Otoño, mi querido Otoño, ya metidos en rutina de juzgados hay que darse un respiro, digo yo. Y llega el fin de semana y enseguida otra feria y otra y otra. Muy pronto será Navidad, cambiamos de año y ya mismo, aunque no lo creáis, será Agosto de nuevo. Y habrá que exprimirlo hasta que se consuma. ¡Al ataque!

sábado, 21 de agosto de 2021

¡QUÉ DÍAS MÁS BONITOS!

Te dije que seguramente volveríamos a vernos por estos lares antes de que marchase, con la mochila a la espalda, a recorrer mi amado Camino de Santiago. Y, es más, creo recordar que te prometí que intentaría que así fuera. Finalmente no pudo ser, querido Julio. Pero mira, aquí estoy. Escribiéndote de nuevo a ti y eso que ya ha pasado el ecuador de Agosto. A lo mejor vuestros diez hermanos se ponen celosos pero Enero y tú siempre desprendéis para mí una fragancia especial. Fíjate que Abril me encanta con sus palmas y su incienso y que Agosto me da la paz y tranquilidad que tanto deseo en ocasiones, pero Enero me permite llenar la agenda de sueños y metas y tú siempre me guardas alguna sorpresa. Este año me has hecho seguir integrándome y disfrutar con y en esa hermandad de hombres buenos, guardianes de la tradición, mantenedores de la esencia de nuestra raigambre que tan bien me acogen sin que yo sea uno de ellos, tratándome casi como uno más. Y que tengan ciertos detalles con mi hija es lo que más feliz puede hacerme. La veo a ella contenta entre ellos y sonrío. Lo confieso, a la par, también miro al cielo y evoco esa mirada almagreña que me anudó mi primer pañuelo de hierbas al alma. Y sé que desde arriba ella mira a mi pequeña Claudia y me ve a mí mismo feliz, recordándola y amando a mi hija en la más pura esencia de lo que el Prado, empapado de Catedral, Virgen del Prado y costumbre, rezuma en los últimos días del mes de Julio.

"Mi papá es pandorgo", dice mi niña. Me enternezco y pienso que debo serlo si ella lo dice, pero que, quizás, en ese sentido de amante de lo propio, ya lo soy. Amo mi Ciudad Real natal, sus tradiciones y sus gentes. Y me gusta que perduren, ayudar a que lo hagan, mantenerlas, enseñarlas, difundirlas y enorgullecerme de ellas. Y es lo que le inculco. Entiendo que ella ve que esos hombres que visten blusón y boina o traje de rico, dependiendo de la ocasión, hacen tales cosas y me asocia a mí con ellos. Y vuelvo a acordarme de mi abuela cuando desde niño me decía "tú tienes alma de pandorgo, ya actúas como tal". Y cuando, muchos años después, se lo conté a Gemma, mi mujer, me dijo "pues claro, ya lo eres, amas tu tierra profundamente". Y estos días tan bonitos cuando luzco mi pañuelo, impuesto por el pandorgo de hogaño -como debe ser- y lo paseo con todo el pecho lo más henchido posible, mi hija dice de nuevo "mi papá es pandorgo" y realmente pienso que, por y para ella, lo soy. Por ella, mi Lela, por ella, mi mujer y por ella, mi pequeña. Y por Ella, mi Patrona, por supuesto. Así actúo y me sale de dentro. Los tres consabidos vivas ya los gritaré en su momento, si no me quedo sin aliento por la emoción y, entonces, sí lo seré en todos los sentidos y acepciones. No sé cuándo será pero el caso es que volvamos a vernos con unos días tan preciosos como estos. Cada recuerdo me aflora una sonrisa al alma.

No ha corrido la limoná por los lebrillos pero para los que amamos la Pandorga ha sido especial. Hartos ya de mascarillas, restricciones y de este maldito virus, ladrón de abrazos y besos, poder aunar los sentimientos hacia la Morena del Prado y brindarle de nuevo una fiesta por y para Ella, lo es todo. Mientras sigan los ignorantes diciendo que la Pandorga es un macro botellón y no se impregnen de la fiesta de verdad, no se aprenderá nunca. Hay muchas actividades que pasan desapercibidas y son "pura pandorga". Pero, vamos, si los que consideran la fiesta de la tradición únicamente una borrachera social, no participan en ella, ¿qué decir? Pues que mejor. Más esencia y pureza para los que la vivimos de verdad. Así lo pienso. Eso sí, luego cuando quieran participar, puerta cerrada. Aunque siempre habrá alguno que se cuele y se dé de bruces con la realidad. Tampoco será malo eso. ¡Ya está bien! Pues lo dicho. Este año, tan extraño, tan anómalo, tan diferente al anterior y, espero, tan distinto al que viene, los que de corazón sentimos el pañuelo de hierbas anudado profundamente, hemos vivido la Pandorga intensamente. Se ha proclamado nuevo pandorgo que en nombre del pueblo ha dado gracias a la Patrona, ha habido ofrenda de frutos y flores y, como dice el himno, entre el Prado viejo y la Catedral se ha elevado un largo tablón y, por la noche, las agrupaciones han bailado a su alrededor. El año pasado no hubo nada. Este año, en esencia, ha habido de todo. Botellón, no. Pandorga, sí. Tomen nota aquí.

¡Qué días más bonitos! Se respira aroma de Ciudad Real, de capital de La Mancha y de Virgen del Prado a la que en peregrinación vienen a rendirse desde pueblos lejanos. Y, es curioso, estas letras que, como antes decía, quería haber publicado antes de que terminase Julio, finalmente están siendo plasmadas a mitad de Agosto, en plenos días de Ferias y Fiestas en honor a Ella, ¿a quién si no? Veo alegremente que la Hermandad de Pandorgos está muy activa, que la Asociación de Dulcineas y Damas Manchegas está disfrutando también estos días preciosos y que en los Jardines del Prado el ambiente no puede ser mejor. Se juntan en los mismos nuestras raíces, nuestros sentimientos, nuestros orígenes. Allí nació y se fundó la ciudad, allí se levantó la Catedral, allí surgió la Pandorga y allí preside toda Ciudad Real la vecina más vieja de esta villa, la de los ojos azules, la que habita en el Camarín donde se unen las miradas y oraciones de nuestros mayores y nuestras propias. Y yo, personalmente, viviendo y disfrutando todo ello con la mejor compañía posible. ¿Ya te he dicho que te quiero, mes de Julio? No te sorprendas si lo repito. Mi hija, desde niña, entre Pandorgos y Dulcineas. No puedo estar más feliz de enseñarla a amar nuestra tierra. ¡Qué días más bonitos!

lunes, 19 de julio de 2021

NUESTRA CITA, JULIO

Hola, truhán. Todos los años te dedico unas líneas porque tenemos una relación de amor-odio que sólo tú y yo entendemos. Me estresas mucho mientras descuento días para las vacaciones pero me regalas ratos de raigambre, tradición y festejos que dan pistoletazo de salida a mi descanso. Me aplomas con tu calor pero me refrescas con la limoná que desprenden los lebrillos estos días. Me saturas con la agenda que has podido llenar en huecos libres desde los meses de Marzo en adelante pero me desahogas con ratitos de verbenas. Incluso, fíjate, los que amamos el mundillo del costal gozamos en tu calendario de citas, igualás y ensayos que nos sacian el hambre cofrade que tenemos a todas horas. Y aunque la pandemia de marras te arrancó la magia, no dejas de ser especial. Este año te esperaba con fuerza pero aún no está la cosa para festejar como quisiera. No obstante, has vuelto a traer alegría, buenos ratos, planes y esperanza. A ver si para el 2022 podemos abrazarnos íntegramente de nuevo, sudar juntos bajo las trabajaderas, refrescarnos con cervezas rodeados de buena gente, asar chuletas y sardinas, colar alguna raclette una noche inesperada, que nos sorprenda un cubata de más en la verbena del Carmen tras pasear a la Virgen Marinera evocando a mi abuela, volver a doblar con mimo la arpillera en Granátula de Calatrava y derrochar oficio costalero con el Santo Patrón de España, celebrando, el día antes y esa misma noche, la verbena de mi barrio de la infancia, mi querido Santiago que perchelero me hizo desde niño, para que sólo cinco días después estalle el júbilo en un dornillo de barro y entre resaca y algarabía mi pueblo cante Pandorga mientras se anudan pañuelos bajo la celeste mirada de la Virgen del Prado.

¡Cuánto te anhelo, Julio! Me abrasas entre tus calores acentuados en esta tierra manchega cuando me obligas a ponerme el traje y la corbata en los últimos pleitos del año laboral. Y, a la vez, me refrescas cuando planifico mi bien querido Camino de Santiago pues es allí donde abanico mi mente. Te quiero pues eres especial para mí, como Enero, mes de planificar los sueños a cumplir en el año que empieza. Es en tus días del almanaque donde empiezo a tocar esos ratos de liberación que llevo buscando el resto del año entre expedientes. Y te odio porque hay ocasiones que o me das días con más horas o es imposible que termine las tareas diarias sino concateno día tras días hasta que llego exhausto a un nuevo Viernes, en el que los sueños brillan más y apago el ordenador un par de días. No sé que clase de embrujo tienes que todo el mundo viene con prisas durante tus horas. Eso cansa. Cansa mucho y más cuando ves llegar el descanso y todo el mundo te dice "házmelo antes de irte". ¿Por qué no vino usted los once meses anteriores? Y en los momentos de máxima apretura siempre sacas un ratito de liberación entre viejas costumbres de barrio y olores de antaño. Haces una combinación exquisita de tus dos perfiles y finalmente me atrapas entre ellos jugando a un contigo pero sin ti en el que siempre pesa más lo bueno. No dudes que de no ser así, no te escribiría.

Y ya estás aquí un año más. El año pasado, sumisos de pleno en el puñetero rollo este del coronavirus, me robaste un sueño que llevaba años fraguando y a la vez me regalaste inolvidables momentos. Pusimos la esperanza en reencontrarnos de nuevo con total normalidad pero tampoco ha sido así. Sin embargo, me vas a permitir terminar una tarea que inicié en 2018 cuando salí caminando desde el Somport francés. Este año, todavía estando tú presente, cargaré mi mochila de nuevo para que conforme arranque Agosto al pasar la última hoja de tus treinta y un días, salga hacia León donde paré mis pasos en el año 2019 y los retomé hasta el mismísimo corazón de Compostela. Y en tus días, Julio, donde hago los últimos entrenamientos y caminatas y vuelvo a calzarme las botas mientras pienso en la cita de notaría del día siguiente o en tal o cual informe del fiscal. No me escapo de tu mezcolanza ni en los ratos de ocio. A la vez, añoro esos nervios y alegrías de hacer caramelo de limón y azúcar para cubrirlo de vino y echarle el hielo justo que tanto me encandilan. ¿Volverás ya el año que viene? Te quiero, Julio, pero como eres. No con medias tintas. Te quiero con tus verbenas y tus gentes de año en año. Y te odio con tus agobios, tus llamadas insistentes y tus últimos coletazos resistiendo a la espera de Septiembre. Espero el año que viene escribirte de nuevo con la ilusión de siempre.

Tenemos que despedirnos y sólo llevas la mitad de tus días avanzados. Inclusive has tenido un Martes y Trece, parece que tientes a la suerte, aunque conmigo sabes que triunfarás porque me gustas más de lo que me alejas. A decir verdad siempre te aguardo. Tienes días de muchos recuerdos y pesos emotivos para mí. El 7, el 16, el 25, el 30 y el 31. Ya sabes tú las razones de cada uno de ellos y prácticamente los cinco pueden darse la mano pues algo comparten: arraigo, memoria, recuerdos, amistades, cofradías, tradiciones y reencuentros. Avanzas raudo aunque no lo parece y dejas un regustillo para paladares entendidos. Prometo seguir queriéndote y aguardar a nuestra cita. El odio que te tenga ya no es cuestión tuya sino de los que abusan de tu calendario. Quizás no tengas culpa de las prisas de la gente pero todos acuden a ti, así es que entiende que siempre es Julio y Julio y Julio el nombre que repiten y hacen que llegue mi hastío. Sabes compensarlo, bribón. Con unos ratos de lumbre y barbacoa, entre chuletas y sardinas, hacemos las paces y enseguida brindamos con un par de vasos limoná mientras hago la mochila para recorrer el Camino. Tienes de todo, puñetero, por eso aunque en ocasiones pronuncie tu nombre con desgana siempre te aguardo. Y a pesar de que mañana empiezas la cuenta atrás de la veintena que conduce hasta el ahnelado Agosto, intentaré saludarte de nuevo a finales de tus calendas. Te lo mereces, querido Julio. Un abrazo.

martes, 29 de junio de 2021

¡¡¡ES PA ÑA!!!

Yo no sé que tiene la selección que me hace vibrar. Para bien o para mal. Desde niño, cuando juega España, para mí es especial. Los colores rojo y azul corriendo por el campo de fútbol me aceleran. Mi país, mi gente, un sentimiento, un grito. España. Eso sí, en el plano deportivo me dan unos disgustos del copón. No hablaré del pasado donde muchos enfados no tuvieron origen en el equipo, pues muchas de las eliminaciones sufridas fueron totalmente injustas. Me viene a la cabeza la imagen de Luis Enrique, actual seleccionador, con la nariz rota y ensangrentada por el codazo de Tassotti. Me acuerdo también en estos momentos del pésimo arbitraje de Al Ghandour, robándonos literalmente la clasificación contra Korea, curiosamente anfitriona en aquel mundial del año 2002. Y me enciendo. Pero lo dicho, esas humillaciones no fueron gestadas por la selección. Vinieron de fuera. Y me hicieron vibrar por dentro. La palabra España la llevo grabada a fuego en mi interior y verla pisoteada de esa manera no lo tolero. Es mucho más que fútbol. Años después llegó la triple corona. Eurocopa, Mundial y Eurocopa. España en lo más alto. Y vibré de nuevo. Y mucho. En lo deportivo y en lo sentimental. Ya os digo que es mucho más que fútbol. Es un sentimiento unido, es abrazarte con un desconocido sabiendo que amáis lo mismo, es ser consciente de que el equipo en tal año no sirve ni para el tute y animarlo a muerte, es saber que el equipo se viste de favorito y tener cautela, es meterse con nosotros mismos pero no consentir que nadie de fuera lo haga, es... es... ESPAÑA.

Y en esas estamos en esta época anómala celebrando en el 2021 la Eurocopa del 2020. Ya saben ustedes los desbarajustes que ha traído y sigue trayendo el coronavirus de las narices. Igualmente se festejarán este año, de aquí a unos días, los Juegos Olímpicos de Tokio que se debieron haber celebrado el año pasado. En un futuro sonará a guasa y a pillería de trivial pursuit la pregunta "¿En qué año se celebraron los Juegos Olímpicos de 2020?" Parece como la mítica "¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?", pero no. Habrá quien diga "pues en 2020, claro". Pues no. En 2021. Cositas de la historia que algún día será divertida mientras nosotros la estamos construyendo a base de mascarillas. Sigo. Estamos celebrando la Eurocopa y sigo vibrando. Ya está España en la palestra. Lo primero la lista de Luis Enrique, ¿qué decir? Cuando la vi pensé que nos mandaban a casa en la fase de grupos. Y ojo que ahora, recién clasificados para cuartos de final, sigo pensando lo mismo pero mantengo la ilusión que antes no tenía. No es que la mantenga, es que me la han creado a base de ratos como el que nos dieron los chavales ayer. Ni Ramos, ni Nacho, ni Aspas, ni Albiol, ni Canales... ¿Pero qué lista es ésta? Aluciné. Pero es la lista, nuestra lista, la de España. Y con ella muero. Más que fútbol, ya sabéis.

Tras ello, el primer partido. El desmorone. Un pírrico empate a cero contra Suecia. Claro, con Morata como referente de ataque, con Unai Simón en la portería y con otros nueve futbolistas que al único que más se le conoce es a Koke, ¿qué esperamos? Pues es España. Y me hace vibrar. Para bien o para mal. Le pegamos palos, no damos un duro por ellos, pero es nuestra selección. Y España no es una palabra cualquiera. Los que la amamos somos incondicionales. Dice un antiguo dicho que esas cosas son como el que tiene una novia fea, que él lo sabe, pero la quiere con locura y como alguien le diga algo se inicia la afrenta. Pues igual. En este caso, el equipo salió como un cabizbajo David enfrentándose a Goliat. Y sin honda. Teníamos menos peligro que una pistola de agua. Pero será porque además de español soy manchego y aquí tenemos el espíritu forjado de otra manera. Como dice el paisano José Mota, "si va a ser que no, pero, ¿y si sí?", y, claro, vibro de nuevo. Hay que seguir. Y seguimos. Empatito a cero, empate a uno con Polonia y luego, quizás un espejismo, un lustroso cinco a cero a Eslovaquia. Y vibro, sí, no dejo de decirlo. Vibro de mala leche viendo las oportunidades perdidas, viendo, a mi entender, mejores jugadores que los convocados que no han sido citados y viendo como un puñado de chavales me hacen gritar y desbordarme cuando les hacen una falta o meten un gol.

Pues qué cosas. Al final nos clasificamos para octavos de final y pensamos (y sigo pensando, ojo) que es engordar para morir. En octavos nos eliminan, está claro. Y si ganamos, que será de chorra, nos coge Francia en cuartos y nos hace un traje. ¡Tú verás! ¡Francia! Casi nada... La favorita. Equipazo. Mbappé, Griezmann, Benzemá, Pogbá, Kanté, Camavinga, etc. Nos funden. Bien, pues ayer en el partido de octavos, contra Croacia, empezamos como se esperaba. No es que juguemos mal, es que encima logramos que se rían de nosotros. Una cesión desde cuarenta metros al portero, éste pone el pie para controlar de aquella manera, el balón que le pasa por encima de la bota tranquilamente y entra rodandito, placentero y cómodo hasta las redes de nuestra portería. ¿Y ahora qué? ¡La madre que los parió! Somos una chirigota. Hemos llegado hasta aquí a base de creer y "milagros" y ¿hacemos esto? ¡Camarero! Cóbrame que me voy. Esto no lo levantamos... Bueno, pues llegó el empate. Y metimos otro. Y otro. Tres a uno. ¡Os quiero! Vibrando a lo loco y para bien. ¡Enormes! Y en esas, casi festejando el pase a cuartos, nos enchufaron dos goles y a la prórroga. Tres a tres. ¡Os odio! Vibrando a lo loco y para mal. Y en la prórroga otros dos goles, a favor, uno de Morata, golazo. Increíble. España mandando cinco a tres en el luminoso. Croacia a casa. Y Francia eliminada por Suiza. ¡Arrea! ¡Estamos en cuartos de final! ¡Y no nos espera Francia! Vibrando de nuevo. Que sí, que no doy un duro por la selección, pero que ese grupo de hombres me tienen loco y sin sentido en los dos lados de la balanza. España. ¡¡¡ES PA ÑA!! Es mucho más que fútbol. De verdad que creo que va a ser que no, pero, ¿y si sí? ¡¡¡ESPAÑA!!!

lunes, 14 de junio de 2021

CAMINO 2021

Va camino de diez años que nos conocimos. Yo en el Obradoiro cargado de recuerdos de niño, vestido con traje y corbata, recién salido de un juicio en La Coruña y llegado allí en autobús. ¿Te acuerdas? Tú plagado de peregrinos por las calles y con una larga fila en la Plaza de Quintana para pasar a abrazar a Santiago. Yo entre ellos siendo el punto de mirada de todos. Ellos hablando de sus aventuras hasta llegar, yo escuchándolos. Ellos mencionado albergues, vivencias, momentos y sonriendo a cada instante. Yo oyéndolos, llenándome de intriga y envidia, serio y pensando en la sentencia que recaería. Tú cautivándome y atrayéndome sin yo saberlo. Mis botas de peregrino ya estaban listas en algún lugar de Sevilla. Mi primera credencial ya me aguardaba allí mismo, en la propia Casa del Deán. ¿Te acuerdas, decía? Sé que sí. Yo también y no se me olvidará. Era Año Santo. Era Mayo de 2010. Fuel tal el embrujo que en Septiembre de ese mismo año te recorrí por primera vez y llegué hasta tus entrañas caminando y no en avión. Y me hiciste tuyo para siempre. Quedaban once años para el próximo Año Santo Compostelano. ¡Qué lejano se veía el 2021! Ya ha llegado. Entre tanto nos hemos conocido mucho, pero mucho. Te he recorrido íntegro saliendo tres veces desde el extranjero y otras tantas partiendo desde nuestra propia España. Esa que te engendró y crio para disfrute de todo el mundo. Y nunca dejo de soñar con abrazarte de nuevo. Hoy he vuelto a sentir esas mariposas de enamorado en el estómago. Vamos a volver a encontrarnos pronto. Te quiero, Camino. Te quiero.

Habría culminado la aventura iniciado en el Somport este mes de Agosto venidero, pues el año pasado iba a ser especial. Mucho. Y llegaría a la Plaza del Obradoiro de nuevo a enjugarme las lágrimas que siempre me brotan cuando alcanzo de nuevo las altas y pardas torres de Compostela siendo otra vez Año Santo. Pero el año pasado no fue lo especial que debía y además me trajo dos malas nuevas. Una para mí y para todos. La pandemia. La otra en casa y, creo que ya, superada. A lo que iba. Estaba programado recorrerte de nuevo en tres años. Uno desde el Somport francés hasta Santo Domingo de la Calzada. Otro desde donde cantó la gallina después de asada hasta la sombra de la Catedral de la Pulchra Leonina. Y desde allí, mi querido León, padre de la Maragatería y el Bierzo, hasta el propio Santiago de Compostela. Y, entremedias, en el 2020, haría paréntesis, un Camino dentro del Camino, para ir desde el mismo Campus Stellae hasta Fisterra. La ruta esotérica que tanto deseo y aún no he podido recorrer para ver las aguas del mar azotar las rocas de Muxía y Finisterre en el más bello ocaso de la tierra. Lo intenté incluso en tiempo de invierno pero no pudo ser. Lo haré. Lo sabes. Lo sabemos. Pero este año te retomo pues la situación creo que se viene propicia. Este año reanudo el plan iniciado en 2018. Otro gran camino me aguarda. Prácticamente dos semanas recorriéndote y disfrutando de lugares a los que amo y están cargados de recuerdos, sentimientos y amistades.

No sé si llegaré a León en tren o en autobús, lo que sé es que en ese lugar comenzaré a caminar de nuevo y ya llegaré a Santiago de Compostela. Y sé que desde allí vendré como siempre, con una mezcolanza de sentimientos de alegría, cansancio, nostalgia y esperanza. ¡Qué rápido pasa todo! No dejo de pensar estos días en que quiero volver a ti, a cansarme, sudar, enfadarme, pensar quién me mandaría a mí volver a exprimir mis vacaciones en madrugones y caminatas de una media de veinticinco kilómetros al día y llevar mi vida en una mochila. Pero sé que a cambio volveré a la Virgen del Camino, a ver en la lejanía el depósito de agua de San Martín del Camino, a comerme un señor cocido maragato en Astorga, a pasar calamidades ascendiendo a Foncebadón, a coronar la Cruz de Ferro, a charlar con Tomás en Manjarín, a llegar agotado a Ponferrada, a ver a gentes buenas de Villafranca del Bierzo, a volver a subir hasta O Cebreiro disfrutando cada gota de sudor en mi frente, a abrazar el castaño de ocho siglos cuando llegue a Triacastela, a pasar por el Monasterio de Samos y volver a mi querida Sarria, a subir las escalinatas de Portomarín, a llegar a Casa Benito sonriente en Palas de Rei, a salir contento en la última etapa dura que queda hasta Arzúa, parando entre medias en Melide y en Ribadiso, a alcanzar Pedrouzo otra vez y a llegar feliz y con el deseo de volver a volver otra vez hasta Santiago.

Te escribo estas líneas y sonrío. Si miro de soslayo a la mesa veo un folio que tú bien conoces pues se va repitiendo su contenido año tras año. Es el primer borrador de fechas, etapas, nombres y albergues que dará forma a la aventura, aunque tú bien sabes que en mi cabeza está grabado a fuego. Hay cosas que no haría falta ni escribirlas pero me gusta apuntarlas por volver a escribir ese nombre. Hay otras que las voy cambiando. Y hay otras, finalmente, que sé cómo van a ser sin duda. ¿Dónde voy a dormir en Villafranca del Bierzo si no en el Albergue Leo? A la salida de Triacastela, rumbo a Sarria, ¿por Samos o por San Xil? Por Samos. ¿Todavía no sabes, querido, qué variante tomo siempre? Días antes, en O Cebreiro, ya suspiro con volver a la Venta Celta... Y así todo. Sólo con empezar a soñarte y saber que podremos reencontrarnos ya me invade la alegría. ¡Vaya tiempos malos he pasado sin ti! Ya no por no patearte sino por no tenerte. Amigo, cada vez que se te recorre se hace tres veces: cuando se te sueña, cuando se está en ti y cuando se te recuerda. Y estos tiempos no me han dejado ni soñarte para tenerte cerca. Pero ya sí. Y además va a ser muy especial. Mucho. Se ha puesto la maquinaria en marcha. Va camino de diez años que nos conocimos, ¿te acuerdas? Era Año Xacobeo, el 2010. Ya está aquí el siguiente Año Santo Compostelano. Ya es 2021. Prepara tus kilómetros, repinta tus flechas y espérame con un cuenco de vino y un plato de pulpo... ¡Allá voy!