martes, 22 de septiembre de 2020

LEYENDA DE LA SIRENA DEL CONGOSTO

La Mancha tiene lugares recónditos, parajes que ocultan secretos y sitios desconocidos que guardan leyendas poco sabidas por las gentes del lugar. Y me gusta. Me gusta porque cuando se descubre algún dato de esos suele ser de casualidad y de imprevisto. Una serendipia, vamos. Y así conocí yo la leyenda que hoy traigo a este "periódico de internet" como mi abuela llamaba al blog. Fijáos si la tenía cerca que la misma tiene su origen en el paraje de "El Congosto" y éste se encuentra a escasos ocho kilómetros del chalet que tienen mis padres en Fernán Caballero desde hace más de veinte años y, sin embargo, nunca había oído hablar ni del lugar ni de la leyenda que esconde. Y gracias a la habitual práctica del senderismo, a la que me aficioné hace ya una década, cuando volví de mi primer Camino de Santiago, en Septiembre del Año Xacobeo 2010, descubrí una señal de madera cercana al Pantano de Gasset que señalizaba "El Congosto". Todo empezó, como antes decía, de casualidad. Si bien toda leyenda encierra algo de mito y algo de verdad, pudiera ser que la llamada a indagar sobre ese lugar, querer acercarme al mismo y enterarme totalmente de chiripa de la leyenda que existe, fuese el primer canto de sirena que me llegó de la protagonista de la misma... 

Existe un idílico y bello paraje en el río Bañuelos, situado entre Peralbillo y Fernán Caballero, conocido como El Congosto. El Camino de Santiago manchego, el Camino Teresiano de Malagón y el Camino de peregrinación a Urda pasan a su vera. En dicho lugar siempre hay abundancia de agua incluso en los más duros años de sequía, de modo que se halla allí perenne una bella laguna que en sus entrañas esconde varios enigmas. Jamás se ha sabido qué profundidad tiene con exactitud. Los ancianos del lugar dicen que ha de ser infinita y extraña pues una vez se cayó un carro y nunca más se supo de él. Ni flotaron restos, ni se le vio por más que bajase el nivel de agua, ni nada de nada. Ese enigma de su profundidad ya acrecenta el misterio y la leyenda del Congosto que dice que en la laguna habita una extraordinaria y fabulosa criatura, una sirena que en la Noche de San Juan atrae con sus cantos a quienes la escuchan, los lleva hacia las aguas y mueren ahogados después. Del mismo modo narra Homero en la Odisea que la diosa Circe advirtió a Ulises y sus hombres de las artes de las sirenas. Encantaban literalmente con sus cantos a quienes las escuchasen, haciéndoles ir hacia ellas y, por ende, a su final.

De este modo, la leyenda del Congosto cuenta que en la noche mágica de San Juan, cuando culmina el día 23 y comienza la madrugada del 24 de Junio, cuando se confabulan los cuatro elementos de la existencia, tierra, aire, agua y fuego y cuando las fronteras entre el mundo real y el mágico desaparecen mezclándose lo humano con lo imaginario, la sirena del Congosto sale a la superficie y canta para atraer a quien la escuche. Sólo unos pocos afortunados fernanducos o gentes ligadas al pueblo de Fernán Caballero han logrado verla y regresar al pueblo según cuentan de viva voz nuestros mayores. Así, la sirena que vive en la laguna canta bellamente y atrae con sus cánticos a modo de artimaña a todos aquellos que les llega la melodía, haciendo que se sientan atraídos y encaminen sus pasos hacia el Paraje del Congosto donde ella los aguarda en las aguas. Nefasto encantamiento. Y, es curioso, cuando yo me enteré de la ruta que llegaba hasta tal lugar automáticamente pensé en hacerla y finalmente llegué hasta el sitio un día que ni pensaba hacerlo, ni lo tenía en mente, ni me lo había planteado. ¡Menos mal que no era la noche de San Juan! Aún así, poderosa atracción tiene aquello. Un remanso de agua quieta, pacífica, cargado de secretos y con un aura especial que lo rodea y te llama a visitarlo.

Salí con mi padre a recorrer caminos e íbamos preparados a indagar cuál era la famosa ruta del Congosto pero ni por asomo íbamos a ir en esa escapada. Serviría para preparar la salida definitiva hacia ese bello paraje del río Bañuelos otra mañana. Y hete aquí que andando, andando, andando como atraídos mágicamente, rompiendo el miedo a no atinar con el camino que buscábamos y perdernos en algún lugar de La Mancha, fuimos a dar tras varios kilómetros recorridos con un poste que indicaba "El Congosto, 1,7 kms". Esa distancia ya no era desdeñable y lógicamente decidimos recorrerla pues estábamos al lado. La sirena seguía haciendo de las suyas... Continuamos caminando y sin darnos cuenta nos salimos del camino pero nuestros pasos seguían hacia la laguna. Un tramo campo a través, apareció el camino de nuevo y llegamos. El lugar es maravilloso y se nota que encierra secretos. Estábamos sólos y al acercarnos oímos algo removerse en el agua. ¿Algún pez saltando? ¿Una nutria? ¿La sirena quizás? No logramos verlo y jamás sabremos que fue. Pero pegamos un respingo inolvidable. Y mayor fue el susto cuando de vuelta por el camino a casa observamos que éste es totalmente recto y marcado, sin posibilidad de pérdida. ¿Qué ocurrió en la ida? ¿Cómo nos salimos? ¿Por dónde llegamos al Congosto? Nos lo hemos preguntado cientos de veces y, de verdad, viendo el camino es imposible perderlo y ahí está si queréis comprobarlo. Pero así ocurrió. A lo mejor íbamos encantados por cantos imaginarios mientras la leyenda repiqueteaba en nuestra sesera... Acercaos a ver el lugar, merece la pena y seguro que se os ha despertado la curiosidad. Pero, ¡cuidadito con la sirena del Congosto que toda leyenda guarda algo de fantasía y algo de realidad!

martes, 8 de septiembre de 2020

DE BERENJENAS VA LA COSA




Llovía en tromba. La cofradía suspendió su salida procesional y algunos de los costaleros nos fuimos al bar mientras con pena veíamos como nos tocaba guardar la ropa hasta la siguiente Cuaresma. Era el día de Santa Teresa, el último paso del año que sale a la calle. Desde ese día no ha vuelto a salir paso alguno. Llegó la Cuaresma y con ella el coronavirus. Lleva mi cerviz sin toca trabajadera en procesión más de un año. Increíble. Bien, dicho ese apunte, aquel lluvioso día de Octubre en el bar "El Carmen" estaba hablando con Pablo Herreros, hombre bueno y costalero veterano, de viandas y guisos manchegos, pues a los dos nos une el gusto por la gastronomía de nuestra tierra. Y conversando sobre la conserva y llenar las alacenas para el invierno me dio una curiosa receta de uno de los platos más conocidos por estos lares: las Berenjenas de Almagro. Evidentemente un cocinillas como yo debería probarla y guardé celosamente la receta que a Pablo le hubieron dado unos lugareños de Pozuelo de Calatrava. Y este verano que he tenido la oportunidad me he puesto con ello y ya reposan aguardando su momento para ser abiertos unos hermosos tarros de conserva llenos de berenjenas.





En Fernán Caballero compré cinco kilos de berenjenas para aliñar y me entretuve en arreglarlas una a una cortándoles el rabo en su justa medida y quitándoles las molestas espinas que suelen tener estas plantas. Una tarea entretenida pero en la que no me da pereza invertir tiempo pues el resultado final lo merece. Luego, en una de mis salidas a caminar por el campo, junto con mi padre y mi hermana, tijeras y mochila en mano, fuimos cogiendo unas ramas de hinojo para proceder a cortarlas en palitos y en bisel, de modo que pudieran cumplir su función, esto es, atravesar las berenjenas de lado a lado y clavando en medio un trozo de pimiento rojo, previamente metido en un corte que se practica en el cuerpo de la berenjena. Vamos, lo que viene siendo, embuchar. Pues los cinco kilitos de berenjenas quedaron embuchados y listos para meter en el aliño. Aquí radica la novedad de la receta: en vez de cocer las berenjenas y luego meterlas en tarros con el aliño, se meten sin cocer en los tarros y se cubren de aliño. Y esos tarros se cuecen al baño maría durante el tiempo preciso, de modo que las berenjenas quedan cocidas, aliñadas y cerradas herméticamente a la vez. Jamás las había guisado así y deseando estoy abrir ya uno de los tarros y probar la dureza y sabor de las mismas.


En cuanto al caldito o aliño hay que jugar con la potencia de los sabores, depende de cómo le gusten a cada uno. Hay que tener en cuenta que los ingredientes son todos de sabor muy fuerte y peculiar y equilibrarlos es un arte. Un caldo que conjuga vinagre, pimentón y cominos, entre otras cosas, tiene que hacerse con mucho mimo para que no destaque por encima ningún sabor, así es que me entretuve en ir añadiendo poco a poco y probando el resultado hasta que elaboré seis litros (se dice pronto) de aliño para rellenar los tarros de las berenjenas. Los tarros, por cierto y para los curiosos, son de dos kilos cada uno, de modo que quepan varias berenjenas y sus palitos de hinojo, puedan acoger además una cantidad de caldo aceptable y, a la vez, sean manejables y de cierto tamaño dócil para que quepan en la olla o cacerola para el proceso de ebullición. Y como os voy dejando la receta entre líneas para los avispados lectores, aquí va otro dato a tener en cuenta: los tarros se meten en el agua una vez que ésta ya ha roto a hervir y, desde ese momento, entre veinte y veinticinco minutos dejan las berenjenas óptimas de textura. Cocerlas aparte en una olla conlleva que te puedes pasar de tiempo y queden blandas o que te quedes corto y queden duras. Y además hay que tener preparada agua fría o con hielo para cuando las saques de la olla romperles la cocción, pues puedes haberlas sacado en su punto justo y que con el calor residual que guardan sigan cociendo interiormente y al final se queden blandas.

Y ahora que tecleo desde casa en mitad del teletrabajo, recoger la colada, hacer la comida y cuidar de mi hija, pues eso de la conciliación familiar es un mal chiste y como muchos sabéis Gemma y yo apenas logramos coincidir un rato juntos, veo en el calendario que, entre unas cosas y otras, ya han pasado más de quince días desde que me puse a la faena con las berenjenas. Eso implica dos cosas: 1) que rara vez puedo escribir una entrada en el blog del tirón y tardo varios días, a ratos sueltos, en terminarla y 2) que las berenjenas ya se pueden comer. Así es que esta misma tarde a ver si saco un hueco y voy al campo a por uno de los tarros y me lo traigo a casa y me garantizo el aperitivo durante unos días. Además, en estos tiempos que deberíamos seguir de ferias, verbenas y romerías por estos lares de La Mancha, no hay mejor entrante que una berenjena aliñada y un chato de morapio. Y ya os diré qué tal pero creo que mal no va a ser. ¡Ah! Para los cocinillas os dejo el último punto a saber: además de los ingredientes ya dichos, el caldo lleva agua, ajos machacados y sal. Releed y os correrá el vinagre por las venas. Yo ya estoy salivando pensando que esta noche las pruebo. Y si yo puedo hacer estas cosas, podéis todos. No me refiero a probarlas sino a guisarlas, ¡golfos! ¡¡Hasta otra!!