lunes, 24 de diciembre de 2018

MI QUERIDA SIVIGLIA...

Y llegó el momento de besar de nuevo tu mano en Navidad, Macarena. Y allá que fui y allá que iré siempre que pueda. Hay cosas que no pueden describirse con palabras y una es lo que vibra mi alma cuando está frente a tu atrio. Esta vez no te presenté a nadie pero Tú ya sabes cuando lo haré de nuevo. Y esta vez no entré a la Basílica con mi hija en brazos, entró ella solita andando como cuando su padre tenía catorce años. El macarenismo no se lo dejaré como legado, se lo inculcaré desde pequeña, se lo transmitiré y lo viviré con ella que ya sonríe cuando le digo que vienes preciosa de vuelta por calle Parras. Desde que tenía días la he dormido cantándole que la Virgen de la Esperanza, entre Rosario y Sentencia, bajó del Cielo a Sevilla para hacerse Macarena. No tiene ni dos años de edad y ya te ha visto dos veces cara a cara desde mi regazo. Y a mí me temblaron las piernas cuando entre con ella al turno de besamanos y se te quedó mirando. Te dí en un efímero beso todo mi corazón de nuevo y te pedí permiso para besar la mano de otra dama que vive en Triana. Y no es la que lleva tu nombre, es la que reina en Castilla y su nombre se lee con una letra: O. Ya sabes Tú por qué. Me gusta que la "expectación" baje del Cielo a la tierra a la vez que la "esperanza". Eso sí, cuando #MiNiñaClaudia en vez de darte un beso te cogió de la mano con la ternura, inocencia y bondad de un niño pequeño y yo ví sus deditos entremedias de los tuyos me di cuenta que no hay nada más grande que la Madre del Cisquero. Y esa eres Tú, Macarena.
Así pues mi querida Siviglia, un año más acariciando tus entrañas como la esperanza acaricia las mías, caminando por tus calles desde la muralla hasta Pureza, teniendo muy presente a la hija de un zapatero que uno sesenta medía y hoy ya es Santa en su casa, fui desgranando tus calles camino del Altozano, para ver el reflejo de la esperanza en el Guadalquivir más cercano, allá donde la esencia de un barrio marinero se hace fortín de fe vigilado desde un puente que tiene por faro al Carmen y por zapatas las oraciones que cada día te envuelven. Y de la mano de mi mujer y de mi hija no podía ser más feliz. Ya eres, mi Sevilla, parte de mí. Allí empezó todo: mi amor por la bella perla de San Gil, el primer beso con mi mujer, la esperanza de la esperanza, las promesas de volver a volver, la serenidad del Gran Poder y la felicidad, la risa y el disfrute de cositas tan simples y tan llenas de vida como un cartucho de adobo, una foto en la Giralda, unas luces de Navidad, un cucurucho de castañas y una brisa en la mañana. Este año no ha sido menos y vengo satisfecho de nuevo, soñando con volver a pisarte, de cofrades maneras, cuando llegue Semana Santa.

He tenido ratitos muy buenos con mi pequeña de la mano viendo al Soberano del Miércoles Santo, al Dios de los Panaderos, al que la eligió sin explicación que yo conozca y se vinculó con ella de una forma que solo ellos saben. He vuelto con Ángel Corpas a recorrer las intimidades de la hermandad junto con mi compadre Selu que disfrutó lo que no está escrito en ese rato. Nos vemos en la presidencia, Hermano Mayor. Un placer que el Rabí nos presentara. Ya sabes que el Sábado Santo iré a la capilla a esconderme entre las varas. También he tenido buenas remesas de buen yantar que uno no se olvida de que es de la Mancha y a los Coloniales, la Isla y el Santa Marta me gusta volver como vuelve la gente por Navidad a casa. ¿Qué es Sevilla para mí sin comer su adobo? Hombre, por favor. He disfrutado viendo feliz a mi mujer, llena de esperanza y de vida, y ella viendo a nuestra hija subir por primera vez en cochecitos y correr por la Avenida de la ciudad que tanto ama su padre. Y señalar figuritas de Belén, pedir con descaro patatas en el Patio de Mateos Gago y reír a carcajadas viendo los caballos de la Plaza del Triunfo.

¿Qué quieres que te diga, mi preciada Serva la bari? Por unas cosas u otras esta va a ser mi última entrada en el blog en este gran año 2018 en el que tantos momentos buenos he tenido y tú, Sevilla, eres protagonista de estas letras. No he tenido tiempo para escribir lo que quería y eso que lo tengo en mente desde hace días, pero entre proyectos que he cumplido, otros que estoy ultimando y algunos que estoy empezando no doy más de sí. Y sí, los hay de trabajo, los hay de ocio, los hay personales y los hay familiares. Pero eres así de caprichosa y se ve que hacía tiempo que no te acariciaba con mis letras y lo echabas de menos, puñetera. Tienes muchas cosas que son muy intensas para mí y sabes bien jugar tus bazas. Tus calles, tus plazas, tus rincones, tu barrio de la Reina que lleva el nombre de su nombre, Macarena, mi casa de la calle Orfila, la Placita de San Lorenzo donde vive el Cisquero, el Real Betis Balompié, el lugar donde todo empezó y al que me gusta volver. Sabes que te quiero y que te querré. No hay duda de ello. Me haces feliz, mi querida Siviglia.

viernes, 23 de noviembre de 2018

LEYENDA DEL CISQUERO

Cuentan las calladas y silentes piedras de San Lorenzo, a quien las sabe escuchar, que en un rincón de la Placita vive un hombre bueno que bien pudiera ser el mismo Dios aunque haya quien no lo crea. Dicen que viste túnica morada y aprieta entre sus manos un madero y que, aunque no lo parezca, sonríe cuando los vencejos vuelan de madrugada y comienza a despuntar el alba. Tiene la cara y las manos muy morenas, casi negras, como los trabajadores del carbón y, por ello, los antiguos sevillanos y algún que otro cofrade culto, lo llaman el Cisquero. Se oye que aúna la dualidad que habita en Híspalis en Él mismo. Ni barrio, ni centro. Ni capa, ni negro. Ni Nervión, ni la Palmera. Ni el Arco, ni Pureza. Ni música, ni silencio. El Señor. Y con eso basta. Y no hay hispalense que discuta quién es quien manda en Sevilla cuando de la fe se habla. Lo han visto caminar entre las gentes, arrullar a un niño entre sus brazos, calmar el llanto de la Macarena y hacer sonreír a la Trianera. Se sabe que todo lo puede y que quien lo visita se encoge. ¿Hay alguien que le aguante la mirada cuando en su besamanos te lo encuentras cara a cara?

Se oye que una vez un hombre que iba siempre a visitarlo le pedía con deseo que su hijo se sanase de una mala enfermedad. Tanto fue a su casa a verlo que le hablaba al propio Dios de tú a tú, como a un amigo, como cuando confiesas tus pecados con un ser querido. Y el Cisquero lo miraba con ternura y con pasión, pero escribiendo unos renglones que no los entiende nadie, llamó al muchacho a su vera y lo alejó de la de su padre. Volvió el hombre bueno y lleno de fe a San Lorenzo y mirando al Gran Poder a la cara le espetó el haberle fallado, cosa que él nunca hizo cuando iba a visitarlo. Y juró que no volvería a pisar su casa santa y que si quisiera Él verlo, tendría que apañárselas para salir de su Basílica y encontrarse en su morada. Pensó por una vez que era el Cisquero sólo un cristo de madera y que no tendría el gran poder que lleva por nombre para acometer esa empresa. Y se marchó el hombre llorando por las pérdidas habidas, la del hijo y la del amigo que en San Lorenzo habita y mascando entre su orgullo que no podría nunca el Cisquero aceptar el reto y suturar su herida.
Y llegó la madrugada. Esa que cuando la noche se torna en color de agua anisada y pelean la luna y el sol por alumbrar la mañana, los jilgueros cantan que vuelve el Señor andando, pasito a paso a su casa. Pero aquel año el Cielo pintaba negro, muy negro, como las manos del Cisquero por el color que le dan las mechas de los cirios que le alumbran en San Lorenzo. Y se abrieron las nubes y cayó la lluvia mojando el paso del Señor, su túnica y su barbilla, mientras su mirada dulce buscaba en Sevilla una casa donde resguardarse. Y ocurrió la maravilla. Esa que sólo el Gran Poder puede hacer y que escribió en su mandato para cumplir lo retado sin que nadie lo hubiera imaginado. La Hermandad puso rumbo a unas portadas para proteger el paso, mientras la lluvia arreciaba y la madrugada negra un milagro presagiaba. Llegó la Cruz de Guía a una humilde morada, con un gran zaguán y unas altas portadas. Y vieron que era bueno el lugar para que el Señor parara. Llamaron a la puerta de aquella casa, en la que vivía un hombre bueno que todavía lloraba la pérdida de un hijo al que mucho amaba. Lo despertaron de madrugada. ¿Quién es? La Hermandad del Gran Poder te llama. Y al abrir la puerta vio al Cisquero cara a cara. Había ido a su casa a verlo tal cual como él le retara. Se fundieron las miradas y sobraron las palabras.

Muchas fueron las lágrimas y tintas vertidas por aquella madrugada. El Gran Poder de Dios otra vez manifestaba que sólo Él puede hacer lo que nadie cree que haga. Y esto mismo me pasó a mí aunque no de madrugada. Y por otro motivo. Pero Él así lo quiso y fue una señal que no se olvida. Siempre hube pregonado que cuando mi hija naciera lo primero que haría en la ciudad de Sevilla, sería ir a verla. No podía ser de otra manera. Mi alma macarena así lo quisiera. Llevar a mi niña Claudia allí donde vive la Esperanza debería haber sido la primera hazaña. Sin embargo y sin planearlo actuó de nuevo el Cisquero. Aquí primero. No sé cómo ocurrió ni recuerdo por qué sucedió. Pero mis pasos de alguna manera cambiaron el rumbo de la Macarena y fueron a parar a San Lorenzo, a la Basílica donde vive el mismo Dios con el que me encontré de nuevo. Y de esta manera fue su casa la primera que pisó mi hija. Y después la de su Madre, la que por concordia le cede el puesto y nos lleva en volandas, sin darnos cuenta siquiera, hasta el barrio que lleva el nombre de su nombre: Macarena. Así se las gasta el Gran Poder. Y es que, no lo olvidéis, lo creáis o no, el Cisquero... es el Cisquero. Y será el mismo Dios para el pobre y el enfermo, el mismo que se ve al fondo de una esquinita en San Lorenzo, el mismo que nos ampare en la tierra y en el Cielo.

viernes, 9 de noviembre de 2018

UNA VISITA A MARQUINETTI

Lo primero es lo primero y no es por darme publicidad a mí mismo como letrado, pero todo empezó cuando gané un pleito importante a la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha. Pleitos tengas y los ganes, como dicen los gitanos. Aunque más bien yo diría pleitos tengas y los cobres. Que esa es otra. Hasta que se cobran las costas devengadas y merecidas puedes estar sentado en un serijo y dejar que la barba crezca a su amor. Cuando comiences a parecer un antiguo druida llegará por fin lo debido a tu cartera. Y si es con una administración de por medio procura que el serijo sea cómodo. Así pues hace años que pensé que cuando cobrase el pleito invitaría a comer a toda la familia a algún lugar curioso y que no conocieran. Sí, sí. Años digo. Gané el juicio de marras hace varios años y lo he cobrado hace poco. Y como lo prometido es deuda, barajé destinos y al final me decidí por la pizzería Marquinetti, cuyo chef ha sido varias veces campeón del mundo y de España en diversas categorías. Organicé todo, reservé con antelación y allá que me llevé a mi mujer, mi hija, mis padres, mis suegros y al Tormento, mi hermana, claro. "Atormentando al mundo desde 1990". Es como el anuncio del turrón. Y no para.

Fuimos aprovechado la Fiesta de Todos los Santos y que ninguno teníamos que trabajar. El sitio ya lo conocía y merece la pena. Por eso me decanté por él. Y fue un éxito. Apostar a caballo ganador siempre es un éxito, así es que no me compliqué. El lugar, el personal, el trato, el servicio y el ambiente es excepcional. Y la carta, claro. Era lo principal. Pizzas que jamás imaginarías y con un tipo de masa que no te cansas de comer. Es curioso que todas las comidas cuya base fundamental son los hidratos, las harinas, las levaduras, etc, antes o después te empachan, te dan una sensación de saciedad y de estómago lleno porque la mente se cansa del mismo sabor y consistencia. Es por ello que en ocasiones hay gente que se come varios trozos de una pizza grande y se llena y sin embargo de una pizza artesana puede comerse la pizza entera. Y si es de diferentes pizzas y cada una con una masa distinta incluso más aún. Parezco un maestro del asunto escribiendo esto pero nada más lejos de la realidad. Sólo sé esos detalles por las explicaciones que me han dado algunos pizzeros que conozco a los que les he preguntado al respecto y todos dicen lo mismo: "El secreto está en la masa". Parece un eslogan pero no lo es, es la realidad.Y en Marquinetti igual.

Las elegidas para la visita gastronómica fueron "Fantasía de la Granja" (Campeona del Mundo a la calidad), "Rolling" (Pizza Nº 1 en ventas, homenaje al grupo musical Rolling Stone y que ellos mismos han probado), "Mare e Monti piú picante" (Campeona del Mundo por equipos), "Reina del Otoño" (la pizza emblemática la temporada) y "Mar de Quesos" (compuesta literalmente según la carta por un manchego y cuatro de la Mancha). Todo un festín al paladar. Con que vayáis viendo las fotos os podéis hacer a la idea. No faltó un buen vino de la tierra y unos postres que pusieran un dulce chimpón al atracón de placer pizzero que nos dimos. Aunque hay que decir que quién mejor lo hizo fue mi Niña Claudia con tan sólo veinte meses. Teníamos preparada su comida para la hora de costumbre, tempranito, antes de comer nosotros pues la reserva en Marquinetti era a las 15;15 y confiábamos en que se comiera su potito y se durmiera tranquilamente un rato mientras nosotros comíamos. Pero es inteligente hasta para eso. Llegando a Tomelloso con el coche empezó a ponerse modorra para dormir y nada más aparcar y ponerla en su carrito se quedó frita. ¿Sabéis cuando despertó? Cuando los mayores nos sentábamos a la mesa. ¡Y que se fuera a quedar ella sin comer pizza con lo tragoncilla que es! Nanai. Se desperezó, la pusimos en una trona y disfrutó más que nadie de la comilona probando las pizzas, recibiendo cien caricias y regalando mil sonrisas.

Días como éste, de pequeños homenajes, de felicidad compartida y, sobre todo, de disfrutar de algo que consideras haber ganado honradamente son los que debidamente llenan la alacena de la vida y los que deseo a todo el mundo. Las pizzas, sin duda, así saben mejor. Y si es en Marquinetti más. Recomiendo el lugar como hombre de buen yantar, como cocinillas aficionado, como guisandero en las juntas de amigos y como manchego que admira que un hombre de Tomelloso, corazón de la Mancha, haya logrado ser varias veces campeón de España y Campeón del Mundo. Desde aquí mi reconocimiento y admiración a Jesús Marquina Cepeda, apodado cariñosamente por los italianos con los que se formó en el arte de las pizzas como "Il dottore Marquinetti", de donde toma el nombre su restaurante. Podréis ver en el local los diferentes premios que ha ganado, la escuela de pizzeros que montó y dirige personalmente y el impecable trabajo de su gente. Merece la pena, de verdad. Lo dicho, pleitos tengáis y los cobréis. Y luego a disfrutad un pellizquito con los vuestros en un lugar al que no siempre podáis ir. ¡Y ojo que no sale tan caro como se pueda pensar! No os equivoquéis. Es totalmente asumible. Un capricho no cotidiano pero sí permitido. No os arrepentiréis. ¡Hasta otra!

martes, 30 de octubre de 2018

GALIANOS Y LIMONÁ EN LA VENTA DE BORONDO

No sé si fue entre vasos de limoná o entre cucharadas de galianos, pero se me ocurrió la idea. Era buen momento y pensé que sería fructífera en todo. La Asociación Venta de Borondo y Patrimonio Manchego, a la que pertenezco e intento ayudar en todo lo que me resulta posible, está inmiscuida en dar a conocer la venta de la que toma el nombre (posible lugar conocido por Cervantes en el que se nombró caballero a Don Quijote, edificada en el siglo XVI, manteniéndose aún en pie con su estructura y diseño original, declarada bien de interés cultural, única que a día de hoy se conserva inalterada) y, evidentemente, en la lucha por su mantenimiento y restauración. A la par, la Hermandad de Pandorgos de Ciudad Real se encuentra trabajando para que la Pandorga sea declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional y está realizando actividades y visitas para dar a conocer más ampliamente la misma por todo el territorio. Me pareció genial intentar hacer una convivencia entre ambos colectivos para que el eco que hicieran los medios repercutiera en beneficio común y contacté para explicar mi invento con David Cejudo, presidente de la A.C. Venta de Borondo y con Agustín Cantero, presidente de la Hermandad de Pandorgos. 

La acogida no pudo ser mejor por ambas partes y se concretó que por parte de los miembros de la A.C. Venta de Borondo se guisase un plato tradicional manchego y por parte de los Pandorgos se elaborase una típica limoná. El encuentro tendría lugar en la propia venta y allí pasaríamos toda la jornada de convivencia. Los Pandorgos podrían conocer detalladamente el lugar donde a Don Quijote se le nombró caballero y veló las armas y los miembros de la Asociación Cultural disfrutarían de un colectivo que es embajador de la Mancha y que expande sus tradiciones por donde va, además, siempre vestidos con la indumentaria regional para la ocasión, traje de rico o blusón de faena. En la prensa saldría la Pandorga, la Venta de Borondo, Don Quijote, los pañuelos de hierbas, los galianos y la limoná: Mancha manchega en estado puro. Mejores colectivos, mejor lugar, mejor actividad y mejor ocasión no podía haberlos. Se fijó como fecha el Sábado, 20 de Octubre y, personalmente  y con una alegría enorme, asumí ser el cocinero del evento. Creo que todavía no soy consciente del privilegio que tuve: hacer un plato tradicional y cervantino para gentes buenas de la Mancha y para los Pandorgos en una cocina de gañanes con más de cuatrocientos años de historia y en un lugar íntimamente ligado al ingenioso hidalgo y su escudero. Para mí que amo mis raíces a más no poder era algo fascinante y grandioso. Quien bien me conozca sabrá lo enormemente feliz que me hacen estas cosas.

Y llegó el día. Amaneció amenazando lluvia mientras el sol jugueteaba con los horizontes llanos de esta tierra nuestra. La tarde anterior la pasé picando las hortalizas que me harían falta y cociendo las carnes para deshuesarlas y conservar el caldo para el guiso. En la Venta de Borondo no hay mobiliario alguno y la cocina sólo permite encender lumbre con buena leña. Por eso, cuanto más llevase avanzado y preparado mejor. Y así lo hice. Todo comprado, ordenado y listo, lo más primordial para hacer unos buenos galianos. El gaznate seco para refrescarlo con limoná cargada de ambiente y aroma de las tardes del 30 de Julio en Ciudad Real. Cogí mi pañuelo de hierbas para anudármelo al cuello, la navaja que llevo siempre al campo y los bártulos que me iban a hacer falta para la ocasión. El morral iba lleno de ilusión y alegría. Reitero: iba a cocinar en un lugar emblemático a más no poder para los manchegos más cerrados, siendo los comensales los socios de la Asociación a la que pertenezco y estando invitados un grupo de hombres muy queridos por mí que viste con todo el amor, pasión y orgullo del mundo las ropas de esta villa nuestra que cobija la Morena del Prado. Todo un regalazo. Cada vuelta que daba con la paleta a la sartén me venían a la mente retazos quijotescos que bien pudieron haber ocurrido donde yo me hallaba...



El caso es que a la sazón de las instantáneas que inmortalizaran la convivencia que hicimos, se puede ver el resultado de los galianos y la limoná y de como dimos buena cuenta de ambos. Tengo buenos amigos pandorgos que quedaron encantados con el trato, con el lugar y con el día que pasamos. E igual me ocurre con mis queridos compañeros de la A.C. Venta de Borondo quienes quedaron contentos con la jornada. Una lástima que a estos últimos nos lo haya conocido varios años antes, pues el patrimonio humano que conforman es excepcional. Y todos los que nos aunamos ese día para potenciar la Pandorga y la Venta compartimos lo mismo: amor a nuestras más profundas raigambres, a nuestra tierra, a nuestras costumbres y tradiciones y a la Mancha en su más pura y extensa definición. Fue un día que jamás olvidaré y que para mí persona quedará grabado a fuego. Prácticamente toda mi esencia cabe en lo que allí ocurrió: Don Quijote, Sancho Panza, la Virgen del Prado, pañuelos de hierbas, galianos y limoná en la Venta de Borondo. Y el que pueda que empate porque superarlo... no lo supera nadie.

jueves, 18 de octubre de 2018

¡AY, EL MADRID!

¡Ay, Señor! ¡Qué cosas! Yo desde luego no las entiendo. Estos once tipos o dan una lección universal de cómo se toca el balón y se gana un encuentro a base de golear o vagabundean por el campo vistiendo un escudo que no merecen y haciendo gala de una desidia extenuante. Por lo que se ve en el Real Madrid no existe el gris. O blanco o negro. Como el color de sus equipaciones en ocasiones. O se juega de babero o se juega de escupidera. No hay mezcla. Y esto al seguidor de a pie lo trae loco, claro. Es que no es normal. Y creo yo que finalmente estos vaivenes deben ser parte integrante de la más pura esencia del Real Madrid pues basta mirar la sala de trofeos para apreciar que las últimas Champions ganadas han sido en años que el equipo parecía no jugar a nada. Y no precisamente sólo las cuatro de los últimas cinco, tres de ellas consecutivas, sino también otras de antes. Lo dicho. No es normal. Pero así ocurre en el Real Madrid. Cuando todos los que lo aborrecen se frotan las manos viendo que está haciendo una mala temporada, ¡zas!, Copa de Europa al canto. No sé si merecida o no, pero es tan fácil y tan difícil a la vez como que cualquier otro equipo haga lo mismo y sería el vencedor. Y puede ser casualidad una vez. O dos. Pero varias no.


La verdad es que el arranque de la presente temporada no hace augurar nada positivo en cuanto títulos. Y eso que el Madrid empezó fuerte y en su primera cita en Champions pegó un buen recital. Pero luego vinieron varias derrotas seguidas y, lo que es peor y más alarmante, varios partidos sin que el Real metiera ni un gol. Y a eso sí que no estamos acostumbrados nadie. Ni seguidores ni adversarios. El Madrid suele ganar. Las cosas como son. También empata en algunas ocasiones y pierde en otras. Pero siempre se ha reconocido por meter goles jugase mejor o peor. Y ahora nos echamos las manos a la cabeza porque lleva cuatro partidos sin meter ni un solo gol. Y digo yo, ¿cuántos equipos firmarían estar en la posición que está el Madrid y tener la plantilla que tiene pese a llevar cuatro partidos sin ver puerta? Claro, para el madridismo los famosos cuatro partidos suenan a una racha jamás vista pero para otros equipos puede ser hasta lo normal. Al final va a ser verdad que estamos malacostumbrados y creemos que siempre es lo lógico el golear. Pues no. Parece ser que no.

El caso es que un par de días que el equipo juegue bien de nuevo volverán las sonrisas a Concha Espina. Ya se sabe que (por mucho que duela a algunos) el gen ganador va en la esencia del Real Madrid. Y volverán los títulos aunque haya algún año en blanco de vez en cuando. ¿O alguien conoce a un Real Madrid no ganador? Algún título sino varios suelen caer cada año. Y si hay un período en blanco dura poco la sequía. Lo merezcan los jugadores o no. Yo, personalmente, reconozco que hay títulos que no me explico cómo se han conseguido. Los de siempre dirán que por los árbitros. Y eso puede colar una vez. Pero no los ciento y pico años de historia que tiene el club. Lo que es verdad es que nunca hay que dar al Madrid por vencido. Hay veces que a fuerza de garra y creencia han logrado cosas imposibles como las dos ligas de las remontadas o la Champions del minuto 92;48. Así es el Madrid: imprevisible, inesperado, inaudito, capaz de lo mejor y lo peor, ilusionante, desesperante, esperanzador, agotador... Y sobre todo ganador. Lo lleva cosido al escudo.

¡Ay, el Madrid! Ahora estamos en tiempos de esos imprevisibles, inesperados, inauditos, capaces de lo peor, desesperantes y agotadores. Cuidado. Es el Real Madrid. Volverá a ganar. Por empuje, por suerte, por goleada, por merecimiento. Y volverán tiempos mejores. Y cíclicamente volverán los malos tiempos de nuevo. Eso es así. Una ruleta. Pero no lo olvidéis, una ruleta en la que el Madrid no deja de ganar títulos. Más o menos pero no deja de ganar. De ahí el nivel de exigencia. De ahí que a una generación que nos ha dado cuatro de las últimas cinco champions se le silbe. De ahí que el Bernabéu haya pitado a Zidane, a Ronaldo y a todo quisqui. De ahí la desesperación, la falta de paciencia, el nerviosismo y los suspiros. Tranquilos. ¿Existe algún madridista en la faz de la tierra que no haya visto a su equipo ganar títulos? Pues eso. Sean así todas las rachas. No todos pueden decirlo. ¡Hala Madrid!

jueves, 27 de septiembre de 2018

QUERIDO AMIGO OTOÑO...


Hoy me apetece dedicarte unas líneas, Otoño. Y aún siendo veranillo de San Miguel estás agazapado esperando hacer de las tuyas... Sabes que siempre nos hemos llevado bien aunque algún día de lleuvia me hayas estropeado planes. Pero me gusta. A cambio me regalas momentos únicos que el resto del año no tengo. Valga caminar entre hojas secas que crujen bajo mis zapatos y van perdiendo sonoridad día a día a través de la humedad y del avance hacia el invierno. O llegar a casa con los primeros síntomas de tu mal genio y tener que soplar caliente vaho entre las manos y frotarlas entre sí con energía para entrar en calor los dedos. O mirar cómo borbotea a su amor en una cazuela al fuego una sabrosa sopa en su interior mientras mi hija estrena pijama nuevo... Te esperaba, compañero. Y es que tu sabor a melancolía de antaño ya me invade otra vez. Ya dibujo en la mente caprichosas vaharadas de niño cuando juega a expirar aire caliente de sus pulmones a un gélido ambiente y sonríe viendo como se difuminan a escasos centímetros de su cara. Me relamo pensando en el primer marmitako de la temporada hecho a fuego lento sobre la lumbre juguetona de una casa de campo, mientras los últimos rayos de sol que calientan un poco la tierra entran por la ventana y los pequeños intentan atraparlos con la mano a la vez que los mayores contemplan absortos y admirados la cantidad de partículas de polvo en suspensión salidas de la nada que se ven al trasluz. ¡Cuántas estampas nos dejas, Otoño!
Sin duda eres unas de las estaciones más sentimentales que hay y acarreas cambios atmosféricos y sentimentales. Se pasa del calor al frío a través tuyo y se pasa de la sonrisa a la lágrima también por ti. Y, ojo, querido amigo que ello no es malo. No te entristezcas por mis palabras pues llevan un afecto implícito que es real. El frío es necesario para apreciar el calor y las lágrimas depuran el interior para luego alcanzar nuevas sonrisas. Esa es tu magia y me gusta apreciarla. Fíjate, amigo otoño, eres el hilo que hilvana el verano con el invierno y mientras paseamos con sandalias tenemos la mente puesta en los escaparates que lucen forradas botas para sobrellevar lo venidero. Y eso es solo en tus inicios. En tus postrimetrías, cuando ya somos presa del frío que anuncia la Navidad y da comienzo a tu hermano invierno, mientras calzamos dichas botas soñamos ya con unas zapatillas más abiertas y los primeros rayos de sol que traerá la primavera. Y obviamos que eres tú quien nos libró de los últimos y abrasadores impactos del astro rey y nos has conducido milimétricamente hasta el aguerrido frío que comenzará a despedirse en Febrero según el refranero que habla de la búsqueda de la sombra por el perro. Aunque no sé yo, compañero, la fiabilidad del mismo pues también dice que en Agosto, frío en rostro y no veo yo a la gente con bufandas en esas fechas...

Tienes algo que me atrae y quizás sea que aunque somos conscientes de tu venida llegas de improviso. De repente una tarde de Verano estalla una tormenta y se refresca el ambiente. Al día siguiente el sol pega con fuerza de nuevo pero ya se han evaporado además de los charcos un par de grados del termómetro. Y seguimos en la estación más deseada por todos mientras tú estás anunciando tu llegada. Otro día sin que parezca que viene a cuento se ven caer un par de hojas de los árboles pero el cielo sigue raso, azul, brillante y cegador. No leemos el mensaje de que te estás acercando. Y de pronto, entre fiestas y romerías que coquetean con San Miguel, San Gabriel y San Rafael en un 29 de Septiembre que está rodeado de un Verano que ya tiene ratitos de Otoño y un Otoño que aún pega coletazos de Verano, te implantas de lleno y nos asombramos. Ya te digo que no es por tu culpa pues vienes avisando. Eso es lo mágico. Las cosas que amo no quiero que lleguen porque cuando llegan se van. Quiero oírlas llegar por el repeluco in crescendo que van provocando en mi interior sabiendo que cada vez están más cercanas. Pero tú, querido amigo Otoño, tú eres mágico porque precisamente oyéndote llegar no hago caso al aviso. Y de pronto estás aquí. Este año has llegado el mismo día que ha hecho casi treinta años que marchó de este mundo un hombre bueno del que aprendí mucho. Y ese es otro de los motivos por los que te quiero tanto. Me recuerdas muchas cosas con él...

Otoño, me sabes a cucuruchos de castañas, a huesos de santo, a buñuelos de viento y a almedras garrapiñadas. Me hueles a tierra mojada, a musgo recién brotado, a viento del este y a pan horno de obrador de pueblo. Me haces verte en las primeras nieblas del alba, en el rocío de los campos, en los atardeceres más cortos y los charcos de los caminos. Me suenas a chasquido de hojas secas, a crepitar de llamas de leña de olivo, a burbujeo de limonada y a Domingos de televisión y manta. Me haces sentirte en los terrenos de arena suelta, en los bosques húmedos de eucalipto, en las hojas del calendario y en el tacto de los objetos cotidianos. No sé por qué me evocas una mezcolanza de sentimientos que me equilibra la balanza de lo sentimental, lo nostálgico y lo soñado. Será quizás porque cuando veo a lo lejos parajes de tonos ocres renace en mi interior el niño que fui y me dan ganas de correr hacia ellos pisando, pataleando y jugando con las grandes cantidades de hojas secas que dan forma de alfombra a las calles haciendo gala de tu nombre. Y cogerlas a montones y lanzarlas al aire y dejar que caigan sobre mí como una pacífica lluvia mientras bailo dando vueltas. Será porque el calor del hogar crece en estas fechas y apetece quedarse en casa haciendo experimentos en las tardes de lluvia. Será por algo que no sé ni lo qué será. Pero lo es, querido amigo. Lo es. Ya estás aquí de nuevo, Otoño, y, de verdad, te esperaba.


jueves, 13 de septiembre de 2018

LETRAS DE COFRADE

Era de esas veces que apetecía acariciar el papel con la pluma, derramando por la tinta sentimientos de hombre bueno, de cofrade y costalero que se enorgullece de serlo y que no titubea en decirlo a los cuatro vientos de modo que la veleta que corona el torreón de su creencia, gire señalando al norte la igualá de sus desmanes para poner en orden los desvelos de las noches aguardando una Cuaresma mientras pasan por el año los períodos estivales, los colores ocres del otoño, las nevadas de sensaciones con anhelos y futuros sueños que saldrán del letargo en primavera cuando cambie al fin el viento. Y chirriando en su anclaje oxidado por la mezcolanza de las lluvias y del tiempo, señalase la punta al este el despertar de sus racheos entre abrazos de veteranos e ilusión de los noveles, de un puñado de peones que se fajan entre ellos protegiendo sus espaldas como un buen padre de familia protege las de su casa mientras sigue construyendo sus presentes sin saberlo. Y cambiando radicalmente del levante hacia el poniente, señalase la veleta la dirección de Finisterre, allá para el oeste, donde las aguas se duermen entre el sol que las contempla y el cofrade, absorto ante dicha imagen, bien se mira por dentro y sabe que llegará el día que amanezca un nuevo Domingo de Ramos. Y, por fin, en brusco giro y con un drástico suspiro chille de nuevo el metal rotando sobre su eje y apunte al sur más sureño, ese de playas de ensueño, de pescaítos, de adobos y de comparsas carnavaleras, ese mismo que a nuestra alma hace que se ilumine tenuemente, como una candelería cuando viene de recogía formando caprichosas formas de derretida cera al compás de bambalinas, mientras la melodía de una marcha silbada por un adolescente en reflejo de su memoria, va alimentando la llama y agrandando esa luz interna que finalmente se escapa por la mirada del que es cofrade durante todos los días, meses y años que nacen del calendario soplen los vientos que soplen.

Hay días que la raigambre te domina y, a decir verdad, lo viene haciendo siempre pues una vez se mete dentro de tu ser, sin que te des cuenta te invade. Y va creciendo y se expande. Y cuando darte cuenta quieres ya no puedes, ya es muy tarde, ya se funden tus metales. Ya eres cofrade cerrado y no puedes conocerte ni cambiarte. Debes acostumbrarte a vivir con tu raigambre y permitirle que siga enraizándose en tus tramos, pasados presentes y venideros, esos tramos de la vida en los que llevas la varita, cirio nuevo o manigueta. Y sois los dos un conjunto, mismo ser y sentimiento. Caminando por las calles la notas en tu yo interno, allá en un azulejo, aquí en un bello recuerdo y, unos metros más delante, en un almanaque de nuevo. Convives con ella y ella contigo pero hay días que te domina. Ya lo he dicho antes. Te domina y te desborda y le gritas al mundo entero, aunque no les importe ni un pelo, que tú eres cofrade de ensueño. Ni sabes cuándo siquiera comenzó a inundarte su veneno pero cerrando los ojos recuerdas cuando eras muy pequeño y de la mano de tu abuelo sonaban tambores al cielo. Y creciendo entre los redobles te hiciste docto en las letras que hoy forman tu culta ciencia: imaginero, respiradero, candelero y costalero. Puedes incluso verterte a ti mismo por los atriles derrochando con elegancia el sentimiento que compartes con los que son tus iguales. E igualmente pueden ellos. Y entre todos entenderos. Y no te digo más si es como hoy que la raigambre te domina...
Te das cuenta que la dulzura emana sola rematando tus viejas maderas encoladas con la mirada tierna y dulce de tus abuelas. Un repeluco muy grande te recorre cuando te encuentras contigo mismo, frente con frente y te desbordas en sentimientos como un alba de primavera cuando vuelan los vencejos anunciando que ya es verano aunque todavía queden días por caerse del calendario. Y recónditas oraciones para afirmar que eres cofrade, ¿hay forma más bella de gritar? Es como el grito callado que se da en la Catedral cuando quien de verdad la quiere la contempla y clava sus pupilas en las suyas azules y suspira por Ella, Prado y soberana, madre de los manchegos y de mi tierra amada. ¿Hay forma más bella de gritar te digo? Sólo quien te conozca sabrá enderezar las volutas de mis palabras y saber lo que te digo, que ser cofrade no es solo querer a tus titulares y rezarles un Padre Nuestro. Es una forma de vida, es mucho más que todo eso, es descubrir en unas letras toda una vida de sentimiento colgado en una medalla que pende de un cabecero y que cose con firme punto cofradías de penitencia, Patronas de Gloria y Señoras que reciben un Ave María ya sea en Abril entre suspiros o ya sea ante su Camarín con firme vuelo. 
Ardía la mecha de un cirio que alumbraba tu rostro moreno. Era la vela doce del planillo de tu suelo. Era una de las piezas que daban forman a esa algarabía de pequeñas llamas que dan luz para ver tu cara iluminada. Esa cara que un cofrade sabe ver con los ojos cerrados pero que se deshace entre miradas de la noche recién llegada y las palabras no llegan a acariciarte porque no hay palabras que ello puedan y, al fin, la mejor forma de mirarte y no llorarte es cerrarte los ojos pues los tuyos no hay quien los aguante. ¡Fíjate qué grande es ser cofrade! Es todo el año desearte y cuando al fin yo mismo te tengo en la calle para a todas luces contemplarte, sentirme pequeño y efímero y no atreverme a mirarte. Y teniéndote justo delante cerrar mis ojos y soñarte igual que hago el resto de días con la veleta oscilante. Entre un parpadeo te veo y te contemplo y no hay manera mejor de plasmar lo que pudiera decirte que en esos ojos entreabiertos que Tú sabes entender. Es sólo un momento, un mágico momento que mantiene vivo todo el año hasta que llegue de nuevo ese instante. Y no hacen falta versos, ni rimas, ni forzados textos cuando a raudales fluyen las palabras a tu velo y se enorgullecen de serlo y de brotar de un corazón que es cofrade y que es sincero y que sueña con besar tu mano en Navidad de nuevo. Y es que hoy era de esas veces que apetecía acariciar el papel con la pluma, derramando por la tinta sentimientos de hombre bueno, de cofrade y costalero que se enorgullece de serlo...

miércoles, 5 de septiembre de 2018

MI VERANO

El verano empieza el día de San Juan. El verano termina el 24 de Septiembre. Fechas marcadas ambas. Una es la noche de Beltane, el solsticio, el fuego y la magia se aúnan. Otra cada vez que llega suma una unidad a los años que hace que un hombre bueno del que todo aprendí se marchó al Cielo. Pero para mí el disfrute del verano se limita al último suspiro de Julio y al primer bostezo de Septiembre. En seis letras: Agosto. Y no puedo exprimirlo más, de verdad que no puedo. Lo he tenido ocupado desde el mismísimo día 1 al alba hasta las últimas bocanadas de oxígeno del 31. Y no miento. Desde el alba hasta el ocaso. Todos los días del mes de Agosto he estado ocupado y prueba de ello es que no he podido soltar unos renglones en el Rincón hasta hoy. Y no ha sido por falta de ganas pues en este verano he tenido muchas cosas que contar, de las que me gusta compartir, de las que me gusta plasmar y releer cuando el tiempo las va dejando en el olvido...


Expiraba el día 30 de Julio cuando "De Manchegas Maneras", mi gente, por los que muerdo, los que siempre están ahí, ganábamos el sexto premio del XL Concurso de Limoná y nos llenábamos de alegría con dicho premio. Era el preludio a las vacaciones. Y no podía ser mejor. Una preciosa tarde de tradición, de costumbre y de amor a las raíces compartida que tuvo el mejor broche posible. Al día siguiente, 31 de Julio, ensalzando la tradición y a los pies de la Patrona me postraba una vez más con mi mayor fruto de la cosecha de la vida: mi hija Claudia. El escalofrío que me recorre el cuerpo cada vez que revivo el instante es inexplicable. Ahí se consumía el séptimo mes del calendario y empezaba, de verdad, mi verano, mis vacaciones, mis treinta y un días para vivir sin estar pendiente de plazos, jueces y fiscales. Mezclándose con el Ave María que salía de mi alma hacia el Camarín de la Virgen del Prado comenzaban a resonar pisadas de botas camino de Santiago. Otro año de espera que llegaba a su fin.
Saltó el calendario a Agosto y en su primera madrugada cogí la mochila y el bastón y me dirigí a Somport (Francia). Gracias a las buenas comunicaciones de tren y autobús que existen a día de hoy, en unas horas pasé de Ciudad Real al país vecino habiendo parado en Madrid, Zaragoza y Jaca. Eran las tres de la tarde cuando me encontraba ya en Le Gîtè du Somport y tenía cama asignada en el albergue. Empezaba la aventura y tan sólo habían transcurrido quince horas del mes de Agosto. El que pueda que lo empate, como sigo siempre. Eso sí, el Camino este año ha sido duro, muy duro. Por momentos un despropósito y un engaño. El Camino Aragonés está herido de muerte. Es un horrible bucle. No tiene peregrinos, no tiene servicios. No tiene servicios, no tiene peregrinos. Además de que el piso como tal no es camino pisable en infinidad de tramos, el escaso tránsito de peregrinos que lo recorren y, por ende y como decía, la supresión de servicios por tal motivo, hacen que sea muy duro y mucha gente no sepa lo que se va a encontrar en él. Yo que amo la Ruta Jacobea me plantearía mucho el volver. Me ha resultado muy muy muy duro, sobre todo psicológicamente. Y gracias al maravilloso espíritu del Camino que hace que existan lugares tan mágicos como Ruesta, un pueblo expropiado, en ruinas y sin habitantes que es, sin embargo, el alma del Camino, quedan retazos en la memoria que hacen sonreír ante las adversidades pasadas. Eso, los paisajes de los Pirineos, Canfranc Estación y Eunate. Y Alba, María y Amanda. Geniales. Seguramente un enorme bagaje positivo frente al peaje negativo que hube de pagar por ello. Pero como me dijo un gran conocedor de este mundillo, José Antonio de la Riera: "Carlos, a ti no te lo contará nadie, tú lo hiciste". Y así fue. Lo hice. Y ahí quedó. Y enganché luego con mi amado Camino Francés. Y volví a recorrer Navarra y La Rioja. Siempre me gustó Logroño y su calle Laurel. El año que viene, cuando continúe, será otra cosa... Castilla aguarda.
Y, por fin, Eunate...

Llegado de patear nuevos y viejos caminos disfruté de las Ferias y Fiestas de mi Ciudad Real natal y de la tranquilidad de estar en el chalet unos días y continuar ajeno a plazos, escritos, togas y juzgados. Aproveché para gastar tiempo con las personas que más quiero y echar ratos a la lumbre entre sartenes y leña que me encanta, haciendo guisos manchegos y preparando la conserva para el crudo invierno y la primavera. No han faltado ratos de piscina, barbacoa y alguna jarra de limoná para echar unas risas. El mes está completo y lo disfruto que para eso me lo he ganado y lo digo a pulmón abierto. También digo que el bacalao con tomate que me como el Viernes Santo empezó a fraguarse en el mes de Agosto anterior y gente no lo cree. Pero es así. En estos últimos días de mi estío particular antes de que arranque el noveno mes del calendario y vuelva a encorsetarme en mi rutina de papeles, compramos los de casa hortalizas y prendemos el hogaril para hacer a fuego lento y a su amor tomate frito y pisto de diversas formas. Es costumbre y tradición igual que asistir a las Ferias de los pueblos de mi tierra empezando por Daimiel el mismo día 1 de Septiembre y terminando en la de Urda el día 30. Así es más llevadera la vuelta al cole aunque no deja de ser drástica pues eso del período de adaptación o de las medias jornadas no existe en la autónoma abogacía. Así pues mi verano concluye exprimido hasta el último segundo igual que empezó. Era el día 31 de Agosto cuando cerré y arropé el último tarro de conserva, ese que lleva parte del tomate que acompañará al bacalao de Semana Santa que antes os decía. Se ha pasado en un suspiro el mes y si el año tiene doce de ellos...¡Ya queda uno menos para un nuevo Agosto! ¡Al lío!

martes, 31 de julio de 2018

MI QUERIDO JULIO

El mes de Julio es peculiar de principio a fin. El día 1 empieza marcando mi último mes laboral de cada año y a la vez el mes que más prisas, plazos, tareas y agobios se anotan en la agenda. Es increíble el pavor que la gente le tiene al mes de Agosto o de lo contrario no entiendo el por qué. Vamos a ver, ¿para qué queréis que interponga una demanda de deslinde a finales de Julio si no se va a tramitar hasta Septiembre como poco y el juicio saldrá Dios sabe cuándo? Pues no. -Carlos, preséntala antes de irte, ¿eh?, preséntala-. Es que es de traca. -Es que si no... nos metemos en Agosto y ya no la tramitan...-. Pero vamos a ver (versión 2.0)... ¡¡Que estamos a mediados de Julio!! ¡Que el Juzgado no te va a tramitar nada a velocidad de vértigo! ¡Y que has tenido varios meses antes para apresurarte! ¿A qué tanto miedo a que llegue Agosto si te va a dar igual ya Julio que Septiembre?- Pues no (versión 2.0 también). Tiene que ser por narices antes de que me vaya. Y así todo. Por eso el mes es peculiar. Voy tachando días para que lleguen las vacaciones como un loco y a la vez cada día me vuelve loco algún loco (ya sea un caso, un cliente, un funcionario, un compañero letrado, un procurador. un registro de la propiedad, un notario...). Loco, loco, loco. Todo el mes loco. 

Y a la vez Julio me huele a San Fermín, a Virgen del Carmen, a Santiago, a costal, a verbena, a botellín, a piscina, a barbacoa, a Camino, a Pandorga, a limoná y a Virgen del Prado. Paso ratitos muy agradables en este mes de reencuentros con los amigos, con costaleros, con costumbres, con tradiciones, con ritos que se repiten año tras año y son los que ponen sentido a nuestra vida. Por eso Julio también me gusta porque termino un día harto de pleitos y prisas en el juzgado y por la noche tengo una igualá y ensayo con gente de raza costalera, porque una jornada eterna de agobios y plazos culmina con un ratito de verbena para desconectar, porque una agenda apretadísima de citas y plazos siempre abre un hueco para disfrutar de un guiso a la lumbre con la familia. Y no, no me mencionéis los fines de semana porque esos en el mes de Julio para mí no existen. Julio tiene 31 días como 31 soles y son laborales todos. Este año me he pegado Sábados y Domingos o trabajando o de Guardia de Asistencia a Detenidos en el Turno de Oficio. Toca sacar tiempo incluso rascando un boleto de una tómbola porque mientras muchos deseamos que llegue Agosto para desconectar del mundo laboral otros no quieren que llegue y quieren que quede todo hecho antes. Pero vamos a ver (versión 2.0 actualizándose a 2.8)... ¡¡Que no pretendo morirme aún!! ¡¡¡Que el día 1 de Septiembre estoy en el despacho de nuevo!!! ¡¡Dejadme respirar!! Pues no. Todo con prisas y por imperativo testicular antes de Agosto (como si eso adelantase algo).

¡Ay, mi querido Julio! Cuán peculiar eres... Qué arte tienes para sacarme de mis casillas y a la vez regalarme la mejor de las sonrisas. Me desvelas en el trabajo con nefastas apreturas que bien compensar sabes con caricias y ternuras que brotan desde el alma perdiéndose en mis comisuras. En tus días quedan siempre mis sueños de nuevos caminos, de recuerdos de mi abuela, de retazos de mi niñez, de pinceladas de mi infancia, de añoranzas del Carmelo y de raigambre en un barrio perchelero donde había cine de verano y los blusones de mil rayas de los hermanos pandorgos fríen torreznos por San Antón y dan limoná y puñao en pleno estío a las fiestas del patrón. ¡Mi querido Julio! Agotas ya tus días entre pañuelos de yerbas y lebrillos ensalzando la tradición en honor a la Morena que ve como se eleva un largo tablón entre el Prado viejo y la Catedral, donde se unirán los pueblos del coto manchego para cantar a su son y, por la noche, las agrupaciones bailarán a su alrededor. Se ve a la Patrona que al Prado se asoma desde su mirador... ¡Ay, mi querido Julio! ¡¡Pandorga!! Mi pueblo cantará.Y con ese último día cerrarás tu calendario bien estrujado. 

Ya te escapas otra vez, Julio. Ya huyes de mis entretelas a través de algún punto flojo víctima de tus apremios. Parece ayer cuando entonaba el 7 de Julio San Fermín y llenabas el almanaque de color blanco y rojo por Pamplona y en toda España a través de las noticias y las redes sociales. Poco después igualá y ensayo de la Virgen del Carmen que surca los mares costaleros de la sequedad de la Mancha derrochando marinería por su escapulario en la tarde noche del día 16, ecuador de tus días e inicio del tiempo de canícula en las tierras del Quijote. Para la Virgen del Carmen pintan las uvas, para la Virgen de Agosto ya están maduras. ¡De Virgen a Virgen! El tiempo de más calor y de más ancestrales costumbres. Apenas diluyéndose los últimos pasos de las chicotás por el Carmelo sonaban los fríos botellines en los chiringuitos de Santiago y la voz de la Vicenta reflotando por Granátula que ya venía su Santo. ¡Qué bonito eres, Julio! ¡Y qué cruel a la vez! Déjame embaucarme en los momentos buenos y no me agobies con trabajos que llevo once meses desarrollando y que tras los mismos días que tú tienes que son los que tiene el mes que te sigue volveré a desarrollar. Y sobre todo no me metas prisa ahora que te queda medio día. Déjame que ya soy libre desde este momento perderme en zurracapote y brindar con limoná por la Morena del Prado. Déjame que lleve a mi hija de la mano a la Catedral. Déjame hacer mi mochila y, déjame, igual que tú te marchas que yo me pueda marchar. Volveré y volverás.

lunes, 16 de julio de 2018

RACLETTE

Nunca antes había oído el nombre hasta que la víspera de mi último viaje a Inglaterra me dijo mi mujer: "Me ha dicho Pisma (mi cuñada) que ha comprado queso para cenar raclette cuando estemos allí". Me quedé con cara de Paco Martínez Soria escuchando a un alemán. Pensé "pues bueno, algo divertido y rico será. Y más viniendo de mi Pisma Repisma que le encanta el jugueteo culinario con el queso". Y ahí quedó la cosa. El viaje se dio bien, llegamos sin contratiempo a Liverpool y llegó el momento de la cena. El artistazo (mi cuñado Miguelín) saco una gran cuña de queso y me dijo que fuera cortando lonchas pequeñas de la misma. No los típicos trozos triangulares de queso manchego, no. Lonchas. No muy grandes pero lonchas que cupiesen holgadamente en la palma de la mano. Trozos de queso cuadrados, vaya. Yo creí que se trataría de algún tipo de fondue o similar cuando de pronto pusieron sobre la mesa un electrodoméstico por no decir extraño trasto de la marca Tefal (publi gratuita) a modo de plancha de asar pero como si tuviese dos alturas: en la superior la plancha en sí para asar alimentos y la inferior unos huecos para introducir unas pequeñas sartenes sobre las que se ponen los trozos de queso para que se fundan. En ese momento comenzó mi enamoramiento...


¡Una comida que se basa en queso fundido y patata de base! ¿A quién no le gusta eso? La raclette es una comida tradicional del Cantón del Valais de Suiza mediante la cual se come queso fundido sobre una cama de patata cocida y embutidos. La receta toma el nombre de un tipo de queso llamado raclette que es elaborado con leche de vaca cruda y se cuaja en grandes unidades de unos seis kilos de peso cada una. Estas deliciosas y grandes ruedas de queso de montaña son ideales para fundir. Y ahora es cuando hay que saber que raclette significa rasqueta puesto que estos tipos de queso se arriman al fuego y cuando comienzan a ablandarse y derretirse se rascan con un utensilio afilado cayendo fundidos sobre el plato. De babero, vaya. El aroma que desprende en crudo es fuerte y penetrante lo que hace que haya quien se eche para atrás a la hora de probarlo. Por eso este dato lo doy el último y os he narrado antes el tipo de delicia que es. Y lo reitero y añado que en boca no impregna aroma alguno pese a su sabor fuerte. No se asuste nadie de su olor tan característico que rápidamente se hace dueño de la nevera. ¡Probadlo u os arrepentiréis! Es un queso que bien puede comerse crudo pero fundido es insuperable.

No perdía detalle del aparato y de mi sartencilla fundiendo el queso. En el plato aguardaban una patata cocida, un poco de chacina asada y diversas hortalizas y verduras como pimiento, cebolla, calabacín, tomates cherry y champiñones. Es que de recordarlo se me hace la boca agua. Mientras saboreaba por primera vez en la vida aquella delicia mi mente lo tuvo claro: "quiero un cacharro de estos". La verdad es que no podía haber sido mejor ocasión en la que conocí el invento y mejores anfitriones quienes me lo mostrasen. Además a Gemma también le encantó. Así fui forjando la idea de comprar la raclette e indagar si en mi querida España habría queso de ese tipo pues no me sonaba de nada y soy bastante cocinillas. En casa solemos comer fondue de vez en cuando y la raclette es como su hermana mayor, la madre y maestra de las fondues, es la fondue jefa, la teniente coronel de las fondues. ¡Qué invento, leche! Y me lo he perdido durante 37 años de mi vida. Eso sí, bueno ha sido descubrirlo. Ya no se me escapa.


A la vuelta del viaje poco tardé en ponerme a buscar información sobre el electrodoméstico y el queso para comer tal delicia. Y qué decepción. Encontraba mucho por la red pero nada por Ciudad Real. O no tenían el aparato o era simplemente una plancha de cocina o no sabían ni lo que era. ¡Ay Señor! Y recorrí tiendas, ¿eh? Recorrí todo lugar que pudiera tener mi deseada raclette y nada. La encontré sólo en dos sitios y era pequeña y de calidad regular. El queso sí lo localicé. Si bien aquí no lo venden por unidades o por cuñas al peso sí que lo tienen envasado y ya troceado para consumir directamente. Por ahora lo he comprado en Eleclerc y en Mercadona. Está de escándalo, ¿para qué mentir?  Y lo sé porque finalmente a través de internet adquirí mi nuevo capricho y ya lo he estrenado, por supuesto. Ay, internet, internet... Cuánto daño y cuánto bien a la vez. Amazon tuvo la culpa. Trasteé un rato, encontré la que quería y la compré. La misma que tienen mis cuñados. Si la cosa va bien, ¿para qué cambiar? Además es buena la puñetera. Algo más cara que la media pero apta para más comensales y con mejores calidades. Rápidamente en cuanto llegó el paquete por mensajería a los pocos días organizamos el evento en casa. Y sigo enamorado de ese aparato. Por las noches cuando no duermo en vez de contar ovejitas cuento sartencillas de raclette con queso fundido e ingredientes nuevos sobre el mismo: huevos de codorniz, aros de cebolla morada, taquitos de jamón, tiras de chorizo, trozos de bacon, etc. ¡Madre mía! ¡¡Te quiero, raclette!!