miércoles, 5 de septiembre de 2018

MI VERANO

El verano empieza el día de San Juan. El verano termina el 24 de Septiembre. Fechas marcadas ambas. Una es la noche de Beltane, el solsticio, el fuego y la magia se aúnan. Otra cada vez que llega suma una unidad a los años que hace que un hombre bueno del que todo aprendí se marchó al Cielo. Pero para mí el disfrute del verano se limita al último suspiro de Julio y al primer bostezo de Septiembre. En seis letras: Agosto. Y no puedo exprimirlo más, de verdad que no puedo. Lo he tenido ocupado desde el mismísimo día 1 al alba hasta las últimas bocanadas de oxígeno del 31. Y no miento. Desde el alba hasta el ocaso. Todos los días del mes de Agosto he estado ocupado y prueba de ello es que no he podido soltar unos renglones en el Rincón hasta hoy. Y no ha sido por falta de ganas pues en este verano he tenido muchas cosas que contar, de las que me gusta compartir, de las que me gusta plasmar y releer cuando el tiempo las va dejando en el olvido...


Expiraba el día 30 de Julio cuando "De Manchegas Maneras", mi gente, por los que muerdo, los que siempre están ahí, ganábamos el sexto premio del XL Concurso de Limoná y nos llenábamos de alegría con dicho premio. Era el preludio a las vacaciones. Y no podía ser mejor. Una preciosa tarde de tradición, de costumbre y de amor a las raíces compartida que tuvo el mejor broche posible. Al día siguiente, 31 de Julio, ensalzando la tradición y a los pies de la Patrona me postraba una vez más con mi mayor fruto de la cosecha de la vida: mi hija Claudia. El escalofrío que me recorre el cuerpo cada vez que revivo el instante es inexplicable. Ahí se consumía el séptimo mes del calendario y empezaba, de verdad, mi verano, mis vacaciones, mis treinta y un días para vivir sin estar pendiente de plazos, jueces y fiscales. Mezclándose con el Ave María que salía de mi alma hacia el Camarín de la Virgen del Prado comenzaban a resonar pisadas de botas camino de Santiago. Otro año de espera que llegaba a su fin.
Saltó el calendario a Agosto y en su primera madrugada cogí la mochila y el bastón y me dirigí a Somport (Francia). Gracias a las buenas comunicaciones de tren y autobús que existen a día de hoy, en unas horas pasé de Ciudad Real al país vecino habiendo parado en Madrid, Zaragoza y Jaca. Eran las tres de la tarde cuando me encontraba ya en Le Gîtè du Somport y tenía cama asignada en el albergue. Empezaba la aventura y tan sólo habían transcurrido quince horas del mes de Agosto. El que pueda que lo empate, como sigo siempre. Eso sí, el Camino este año ha sido duro, muy duro. Por momentos un despropósito y un engaño. El Camino Aragonés está herido de muerte. Es un horrible bucle. No tiene peregrinos, no tiene servicios. No tiene servicios, no tiene peregrinos. Además de que el piso como tal no es camino pisable en infinidad de tramos, el escaso tránsito de peregrinos que lo recorren y, por ende y como decía, la supresión de servicios por tal motivo, hacen que sea muy duro y mucha gente no sepa lo que se va a encontrar en él. Yo que amo la Ruta Jacobea me plantearía mucho el volver. Me ha resultado muy muy muy duro, sobre todo psicológicamente. Y gracias al maravilloso espíritu del Camino que hace que existan lugares tan mágicos como Ruesta, un pueblo expropiado, en ruinas y sin habitantes que es, sin embargo, el alma del Camino, quedan retazos en la memoria que hacen sonreír ante las adversidades pasadas. Eso, los paisajes de los Pirineos, Canfranc Estación y Eunate. Y Alba, María y Amanda. Geniales. Seguramente un enorme bagaje positivo frente al peaje negativo que hube de pagar por ello. Pero como me dijo un gran conocedor de este mundillo, José Antonio de la Riera: "Carlos, a ti no te lo contará nadie, tú lo hiciste". Y así fue. Lo hice. Y ahí quedó. Y enganché luego con mi amado Camino Francés. Y volví a recorrer Navarra y La Rioja. Siempre me gustó Logroño y su calle Laurel. El año que viene, cuando continúe, será otra cosa... Castilla aguarda.
Y, por fin, Eunate...

Llegado de patear nuevos y viejos caminos disfruté de las Ferias y Fiestas de mi Ciudad Real natal y de la tranquilidad de estar en el chalet unos días y continuar ajeno a plazos, escritos, togas y juzgados. Aproveché para gastar tiempo con las personas que más quiero y echar ratos a la lumbre entre sartenes y leña que me encanta, haciendo guisos manchegos y preparando la conserva para el crudo invierno y la primavera. No han faltado ratos de piscina, barbacoa y alguna jarra de limoná para echar unas risas. El mes está completo y lo disfruto que para eso me lo he ganado y lo digo a pulmón abierto. También digo que el bacalao con tomate que me como el Viernes Santo empezó a fraguarse en el mes de Agosto anterior y gente no lo cree. Pero es así. En estos últimos días de mi estío particular antes de que arranque el noveno mes del calendario y vuelva a encorsetarme en mi rutina de papeles, compramos los de casa hortalizas y prendemos el hogaril para hacer a fuego lento y a su amor tomate frito y pisto de diversas formas. Es costumbre y tradición igual que asistir a las Ferias de los pueblos de mi tierra empezando por Daimiel el mismo día 1 de Septiembre y terminando en la de Urda el día 30. Así es más llevadera la vuelta al cole aunque no deja de ser drástica pues eso del período de adaptación o de las medias jornadas no existe en la autónoma abogacía. Así pues mi verano concluye exprimido hasta el último segundo igual que empezó. Era el día 31 de Agosto cuando cerré y arropé el último tarro de conserva, ese que lleva parte del tomate que acompañará al bacalao de Semana Santa que antes os decía. Se ha pasado en un suspiro el mes y si el año tiene doce de ellos...¡Ya queda uno menos para un nuevo Agosto! ¡Al lío!

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