martes, 5 de septiembre de 2023

MI REENCUENTRO CON AGOSTO

Se me había olvidado tu gusto. El año pasado fue precioso pero extraño para nosotros ya que no tuvimos nuestras rutinas de siempre, esas que se han ido forjando a base de entendernos entre ambos e ir encajando piezas que logran la comodidad perfecta y sin discordias, como los matrimonios consolidados. Eres el mes que más espero, con la venia de mi sempiterno Abril, ya que te exprimo de principio a fin y no se me va la alegría en los treinta y uno días que conforman tu calendario. Sin embargo, ha bastado una ausencia, una sola, para que este año haya paladeado de nuevo el Agosto que tanto amo. Ya sabes que tu última edición vino cargada de momentos inolvidables y no sirven los peros. Quedaron esculpidos en la retina del alma, de los dos, espero, para siempre. Y, aún así, sabes que me acordé de nuestras cosas... Que sí, que sí, que estoy disfrutando de este momentazo pero otro año yo estaría... Sé que lo sabes y sabes que lo sé. Transcurrió y quedó grabado a fuego y llegó tu último día y continuó la rutina de siempre, porque Septiembre, salvo algún retazo añadido del recién estrenado pandorgato, sí fue como siempre. Continuaron sucediéndose los días y, fíjate, el destino, el karma, la bienaventuranza o el sino (incluso Don Álvaro, como opción al anterior, a través del Duque de Rivas), quisieron que no recabase yo tus sabores en mi interior para que así, llegado el reencuentro, explotaran de nuevo en una deliciosa ambrosía que reviviera y viviera de nuevo ese espléndido sabor que me produce tu llegada. Y así ha sido.


Llegaste como siempre, entremezclado con Julio al alba ensalzando la tradición. Y fue tumbarme esa noche y ver en el techo ese camino de estrellas que conducen al Obradoiro. En ese momento supe que era Agosto de nuevo. ¡Qué bien conozco esa sensación y que alegría sentirla de nuevo! El año pasado tuve otros quehaceres y hube de cambiar constelaciones por Ángeles, allí donde vive el Rabí y, créeme si te digo que, como dicen los del Primitivo, para mí fue como el dicho de "quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al Señor", aunque ya sabes que yo, en estas causas, soy más del criado, al Señor lo visito (creo) a diario. A lo que iba. Concluida mi encomienda de modo satisfactorio, preparé la mochila y limpié las botas, como siempre, amigo, ya lo sabes. Son tus días y parte de ellos los paso caminando hacia el Oeste, donde se funden horizonte y mar en la misma línea y, este año, precisamente, con más motivo, pues el punto final de otros Caminos fue el origen esta vez. Y así es como nos reencontramos y llegué a Finisterre caminando. Además visité al criado sin siquiera haber caminado hacia él. Muy pagano yo en esta ocasión, ¿no? Lo anotaré como una sorpresa en nuestro abrazo de costumbre que nos ha hecho revivir nuestras maneras con tanto mimo logradas. Eso sí, la felicidad fue la misma, la que comenzamos a hilvanar en aquel Año Xacobeo 2010 y que ya es un tejido fornido que nos une. La que conocemos tú y yo y se deja asomar cuando en Noviembre te recuerdo y en Febrero te sueño.

A mi regreso del epílogo del Camino de Santiago, iniciado en los últimos metros del Real Camino Francés y concluido más allá del hito que marca el fin de la tierra, justo antes del Faro de Fisterra, allende las aguas chocan con las rocas, se vestía mi ciudad de fiesta en honor a su Patrona. Volví justo a casa para embellecerme por dentro musitando en la Catedral: "Santa María del Prado, Reina de Ciudad Real, a quien siempre han invocado tus hijos con fe filial, líbranos de todo mal, líbranos de todo mal". Era el día quince de Agosto y la Morena de ojos azules se encontraba radiante en su paso. Siempre al verla así me acuerdo de mi infancia y de mis abuelos. Es otra de las costuras del alma que me has tejido tú, Agosto. Y a quien dude de por qué es la Reina de La Mancha que se acerque tal día cuando procesiona escoltada de fieles y contemple la cantidad de gente venida de un sinfín de lugares que le rinde pleitesía, bien peregrinando hasta Ella, bien acompañándola en su transitar. No se ve cosa igual por estos lares por mucho que susurren las envidias. Y es que entre tus días, querido Agosto, están los días de la Virgen. Y aunque sean los días de Ferias y Fiestas no dejan de ser en honor a Ella. Cierto es que los viví muy intensamente el año pasado. Y no miento si digo que fue desde privilegiada posición. Pero hoy te hablo de mi reencuentro contigo. Y fue maravilloso. Estuve donde me gusta estar: rodeado del misterio de ir a solas sabiendo que habrá compañía que a priori no puedo saber. Y como nexo de unión su magnificencia que tanto me atrapa. ¡Vaya sonrisa me dibujaste, canalla! Muy parecida a la de las mañanas de Viernes Santo...

Y como colofón e hilo conductor de todo lo anterior durante, antes y después, mis retazos de costumbre y felicidad en Fernán Caballero. Aunque este año ha faltado la guinda final de la elaboración de la conserva, pues el clima ha castigado duramente las matas solanáceas y no ha habido cosecha buena para ello. No preocuparse. El tomate frito para el bacalao más carismático del año no faltará. Tengo tarros del pasado verano preparados para ello. La Semana Santa del 2024 tendrá retazos del estío del 2022. Entre tus días, sobre todo los finales, he consumido tus hojas consumiendo mi Agosto particular de vacaciones. Y este año ha sido próspero. Ha crecido mucho el chalet en detalles, comodidad, orden y limpieza. Y lo que es más. Ha crecido en fechas, participación y arraigo de las viejas maneras y las nuevas costumbres. No ha faltado lumbre en el hogar, ni limoná en el lebrillo. No se ha echado nada de menos y eso ya es mucho y lo firmaría por más veranos tan plácidos como este. Otros años, hoy, recién bautizado Septiembre ya estaría forjando en mi mente cómo querría que fuera el siguiente Agosto. Sin embargo, éste último ha sido tan precioso que sigo regodeándome de haberlo vivido tan intenso y exprimido de principio a fin. Camino, Feria, Virgen del Prado y mis cosas (que no son pocas). El año que viene no quiero que te superes, quiero que te mantengas igual, por favor. Y es que ¡menudo reencuentro hemos tenido, Agosto!