lunes, 31 de julio de 2017

UN VERANO APRETADO

Este año tengo la dicha de que Agosto cuenta con prácticamente cinco semanas y entre robarle el último fin de semana a Julio y el primer día y fin de semana a Septiembre logro enlazar algo inédito para mí desde que empecé a trabajar la abogacía con veinticuatro años: cinco semanas naturales de vacaciones. El resto del año para los autónomos no existen vacaciones, ni puentes, ni absolutamente nada y menos para los que nos debemos a los plazos procesales y además tenemos turnos de guardias. Y si bien me reservo únicamente cinco días libres para disfrutarlos cuando no me aprieten los plazos, entre Semana Santa y alguna extraña ocasión quedan rápidamente agotados. Así es que imaginad mi alegría este año cuando voy a tener en escasos días las dichas cinco semanas enteritas para mi disfrute. He hecho tantos planes para llenar los días que voy a tener un verano apretado. Y, claro está, no faltará un poco de Camino de Santiago, de disfrute familiar en "Villa Ana María" y en la Virgen del Monte y alguna visita a las ferias cercanas. Y unos días en Galicia y una semana en mi querido Mediterráneo y mil momentos de esos fugaces e inesperados que quedan grabados a fuego con la misma intensidad con la que se viven cuando son anhelados y llegan de sorpresa.
Nuestro grupo: "De manchegas maneras"



Puente internacional que une Portugal con España
De momento he debutado en vacaciones con un precioso y último fin de semana antes de partir a recorrer el Camino Portugués este próximo día 2 de Agosto. Y ha dado de sí el fin de semana. Entre otras cosas hemos estado de prolegómenos de la Pandorga participando en el Concurso Tradicional de Limoná y pasando un gran rato y mucha risa. Y a la par preparando la que será nuestra primera ofrenda a la Virgen del Prado en familia, pues vendrá Gemma vestida con el traje de segadora, Claudia con sus ropitas tradicionales de bebé y yo vestido de gañán con manchegas maneras. Como manda la tradición que en mi tierra se ensalza el 31 de Julio. Pandorga, mi pueblo cantará. Tras ella me tocará ultimar la mochila y meter en ella ropas camineras para lanzarme a mi amada ruta jacobea esta vez desde Valença do Minho en Portugal hasta que llegue de nuevo a la Plaza del Obradoiro. El Camino me ocupará desde el 2 de Agosto que viaje para iniciar andando el cruce del Puente Internacional que une Portugal con España hasta el día 9 del mismo mes que, tras alcanzar de nuevo Compostela, iré a las playas gallegas por la zona de O Grove. Quien quiera localizarme en este apretado verano en el que ya tengo la agenda copada de viajes y eventos me tendrá disponible entre el 9 y el 15 de Agosto por Portonovo, Sanxenxo, Islas Cíes...

Del mismo 15, día de la Virgen del Prado, hasta el siguiente fin de semana estaré en mi tierra natal. La Carpa del Baile del Vermú me verá disfrutar en ella y alguna que otra noche la Feria gozará de mi presencia. ¡Ay las Ferias y Fiestas! Las Ferias las llevo bien pero las fiestas me matan. Recuerdo la primera vez que le dije esa frase a mi madre la cara que puso. Por unos momentos me vi protagonista de la película "Vente a Alemania, Pepe" pero sin llamarme José. Vamos que las maletas se disponían a colocarse en la puerta solas para que me buscase ferias en otro lado. En fin, que este año también disfrutaré del estío en mi querida Ciudad Real. La ciudad es como es, pero es mi raíz y en ella nací y en ella me crié y en ella vivo felizmente. Amo mi tierra, sus gentes y sus costumbres. Y, por supuesto, a Ella. A la Morena del Prado.

Feria de Ciudad Real

Playa de Jávea
Tras la Feria y disfrutar de la Patrona, nos iremos una semana, del 20 al 27 de Agosto, a ver a un buen amigo. Como diría el Arrebato, ese que nunca se olvida, ese que vive en tu mente. Mi colega de siempre: el mar Mediterráneo. Y me hace especial ilusión volver a bañarme en las aguas que me conocieron siendo niño y que serán las primeras que bañen a mi hija Claudia. Y además en compañía de esos amigos que te da la vida y que puedes contar con los dedos de una mano. Jávea será el destino. Y allá que iremos a pasar unos días que a buen seguro se antojan inolvidables. No puede ser de otra manera porque estando bien rodeado la vida sonríe sola. Y en este verano apretado que se me avecina y que llevo dos días disfrutando voy a estar bien rodeado todo el mes. Y hay tiempo para que al principio, entremedias y al final pueda disfrutar de los rincones que tanto me gustan entre barbacoa, piscina y algún lebrillo de zurracapote. Ya os digo que es la primera vez que me enfrento a cinco semanas de vacaciones y estoy con la agenda más que apretada pero la vida es para vivirla y me gusta ver los días copados de planes que traen momentos de felicidad. ¡Bendito verano apretado! ¡A por él! Que Septiembre ya mismo llega y ese sí que aprieta. ¡A vivirlo!

martes, 25 de julio de 2017

¡SANTIAGO Y CIERRA... LOS OJOS, CARLOS!

Hoy es un día grande para mí. Grande y especial. Cierro los ojos y me trae aromas de infancia, recuerdos de adolescencia, sentires de mi barrio, esencia de mis caminos y lazos de amistades con cofradías de por medio. Se dice pronto. Y se lee con gusto.Y es que el día 25 de Julio viene siempre cargado de emociones para mi persona. Incluso un año me deleitó con un inesperado ataque de gota que hizo las delicias de los guasones en mi contra y los agudos dolores en mi pie afectado por el ácido úrico de una persona (yo) que no come marisco. Tiene bemoles la cosa. Y lo que duele, ¿eh? Telita. El caso es que hoy es un día de júbilo. Me acuerdo de niño en la verbena, de adolescente ya trabajando en el chiringuito de la Hermandad de la Santa Cena, de más joven tomando las consumiciones al otro lado de la barra, con algún año más y la cabeza poco más ajustada caminando por caminos (obviamente) que llegan a las dos altas  y pardas torres que tanto me han visto llorar y reír allá en Santiago de Compostela y, por último, desde unos años con el costal por herramienta pasear al Santo Patrón de las Españas por la Villa de Granátula ejerciendo el oficio más bonito del mundo. Creo que si digo que hoy es un día grande para mí no miento. Hoy es de nuevo 25 de Julio y cerrando los ojos puedo soñar despierto arropado por tantos y tantos recuerdos que me apetecía dedicarle unas líneas, sencillas pero emotivas por lo que desprenden.

Ha amanecido el día y he visto en el corazón perchelero el chiringuito del Tintorro, el castillo hinchable y sonreír a las viejas piedras de la iglesia. He sacado del armario las tirantas blancas, el costal y la faja y he preparado los botines negros para meterme bajo el paso de nuevo. También he comprado ya las credenciales para un nuevo Camino que me llevará a abrazar el busto del Santo cuya onomástica se celebra hoy. Y con los ojos llenos de recuerdos he mirado los balcones de la calle Refugio, Calatrava y Altagracia donde aprendí a querer mi barrio mientras jugaba en la Plazuela, Jacinto, Norte y Ángel. Aún conservo canicas de aquel entonces y sigo bebiendo refresco en mi vaso rojo de plástico que no miento al decir que tiene más de treinta años. Santiago es día emocionante para mí y víspera de San Joaquín y Santa Ana, onomástica del Tormento y prácticamente pistoletazo en ciernes de las vacaciones de verano a las que me debo desde que empecé mi vida laboral. Y es que el día de la Fiesta en el Perchel anuncia muy cercano el octavo mes del calendario. Mes en el que con mochila y bordón pateo los caminos que llevan al Obradoiro y, a decir verdad, sé porque me puse en marcha la primera vez pero no sé porque me puse en marcha las siguientes. Pero el Camino engancha y eso lo sé. De Santiago tenía que ser, del barrio donde radica el único cruceiro que hay en la ciudad que me vio nacer.

Y si el complemento del día ya grande de por sí es ejercer el arte del costal ya no hay parangón que iguale esta festividad. En Granátula de Calatrava se procesiona al Santo de la villa de Espartero con los más preciosos honores que puede brindarle la humilde población que lo venera junto a la Virgen de Oreto, su mariana patrona. Y desde hace ya un año bisiesto se pasea a costal por hombres buenos y amigos. Y qué bonito es sacar un paso con amigos. Y hoy vamos a ello de nuevo. Mientras en el barrio que lleva su nombre en Ciudad Real y en la ciudad donde se halla enterrado el Apóstol, así como en otros tantos lugares de España que quieren al Patrón Nacional, se festeja y se cubre el cielo de pólvora y color en su nombre, en un pequeño pueblo del Campo de Calatrava un puñado de hombres trabajarán el arte de la arpillera para portar en sus cervices a Santiago apóstol. Y entre ellos yo. El año pasando pidiendo y éste agradeciendo. Así es la vida. Ya sabe Santiago de qué hablo.

Y pocos días después, con el recuerdo recién pasado de su verbena en mis más profundas raíces, pondré de nuevo mi cuerpo en marcha para ir a abrazarlo otra vez. Y será la sexta vez, Dios mediante, que llegue a Santiago de Compostela caminando desde que aquel año Xacobeo de 2010 el Camino llegase a mí de la forma más recóndita que pudiera haber. Desde entonces kilómetros que se cuentan alcanzando la cifra de 1.500 han ido desgastando mis botas siempre en pro de un objetivo: buscarlo y buscarme. Nadie se asombre de la cifra recorrida, eso es lo de menos. Y os aseguro que es ridícula al lado de lo que se recorre en el Camino de la Vida, donde cada paso debe recoger un sentimiento y dejar poso para otro. 
Santiago, Santiago, Santiago... Barrio, Camino y Patrón. Para mí es día grande, sí, sin duda. Me trae mil vivencias que afloran a mi piel y me hace sonreír de una manera especial. No sé si el tan conocido "¡Santiago y cierra, España!" es aplicable en su significado a mí mismo en el día de hoy (en otros muchos sí que lo es) pero hoy y a esperas de que no me dé gota o surha otro inconveniente que también se convierta en recuerdo me tomaré un pacharán y diré para mí "¡Santiago y cierra... los ojos, Carlos!". El sueño está servido. Y los recuerdos con él. ¡Feliz día de Santiago!

miércoles, 12 de julio de 2017

SEÑOR DE LAS PENAS

Hace muchos años, quizás una veintena, en una madrugada de Miércoles Santo, cuando ya regresaba la Cofradía de la Humillación de Nuestro Padre Jesús de las Penas de su recorrido penitencial y se disponía a hacer su entrada, un incipiente amigo cofrade, a día de hoy amigo verdadero, compañero de costal y agraciado con la paternidad que nos regaló el Rabí de los Ángeles cuando compartíamos cuadrilla bajo Él (ahora yo sigo en el misterio pero él está en el palio) me dijo: "Este Cristo se hace querer. ¿Y sabes por qué? Porque va muy sólo. Y se le quiere y se le acompaña porque da pena". Aquella frase se quedó grabada a fuego en mi memoria pues yo era de las personas que sin ser hermano de aquella cofradía la seguía de principio a fin y me gustaba ver el vaivén de la túnica granate del Señor cuando caminaba por la silente noche desde la una y media de la mañana. A su entrada apenas una veintena de capillitas quedábamos, pues se rondaban las cinco de la mañana y el día siguiente era laboral. Y yo estaba en esa veintena viendo al Señor. Y desde aquella madrugada lo quise más todavía porque iba muy sólo y ni siquiera estaba Simón de Cirene con Él sobre el paso. Me llamaba esa cofradía. Y entre eso y muchos amigos que formaban parte de la misma y compartíamos sones de corneta juntos, el año siguiente me hice hermano de las Penas...

Y llegó el momento porque Él lo quiso. Mascullando la idea despacito algunos años al final dí el paso. Iba a ser su costalero. La afición a la herramienta de trabajo que desarrolla el pasear la fe bajo las divinas maderas y ese Cristo sólo que se hacía querer precisamente por su soledad me atrajeron a su reino, si bien por entonces ya salía a las 21;30 de la noche del Martes Santo culminando su estación en la recién estrenada madrugada del Miércoles Santo. Y el marco era incomparable. Soledad, silencio y oscuridad que se rompían con la llamada del muñidor a las puertas del Convento del Carmen y salía el Señor ya con un Cirineo a dejarse abrazar por las miradas y sentimientos del pueblo. Un repeluco que sólo el costalero comprende recorría mi cuerpo escuchando tan sólo el racheo y la voz de quien fuera mi primer capataz en el oficio y con el que disfruté verdaderos momentos íntimos con el Dios que vive en el Carmelo. Mi recuerdo para Marcelino Abenza, maestro de capataces y costaleros.


El reloj de la vida avanza y la cofradía cambió su horario de salida a las 21;00 horas, adelantando todavía media hora más el horario para hacer más liviano el esfuerzo de los hermanos de luz y de los hombres buenos y valientes que formaban su cuadrilla y tenían que trabajar al día siguiente. Y, por supuesto, pensando también en la gente de la ciudad que quería acompañar las Penas del Señor e igualmente debía ganarse el pan en la mañana laboral del Miércoles Santo. Y allí seguíamos las mismas caras que en aquellas madrugadas acompañábamos a Dios por las calles. Y me gustaba verlas. Y seguro que ellos al ver la mía también recordaban y recuerdan aquellos años de sonidos de un tambor destemplado marcando el son de los costaleros. Algunos tras el antifaz del hábito nazareno, otros con costal y faja y otros callados por las calles caminando junto al paso. Pero fuere como fuere queriendo al Señor. Queriéndolo y caminando con Él porque ahora hay mucha gente a su lado y la hermandad está de babero, pero hubo unos años en que el Cristo estaba sólo, muy sólo. Y por eso aquella gente cercana lo quiere. Porque empezó a quererlo entonces. Y así siguen. Y me enorgullece formar parte de ese grupo humano que sin duda Él eligió.


He pasado diez años bajo su paso y parece que fue ayer cuando me acerqué a la igualá. Diez noches de Martes Santo que tras los faldones me han traído una enormidad de sonrisas recordando preciosas tardes y noches de Martes Santo con amigos y un sentimiento común: amor por las cofradías. Diez noches maravillosas ejerciendo el oficio costalero bajo una imagen que me caló muy hondo y no por belleza estética, ni artística, ni calidad de su talla, sino por su humanidad y soledad, por ser el primer paso que saqué en silencio y que me enseñó la unión del hombre con Dios a través del costal. El Cielo, los kilos y yo. Sin aplausos, sin gente abarrotando las calles, sin música, sin cambios. Racheo y zancada poderosa y de frente, silencio en las maderas y el Hijo del Hombre caminando sobre ti. Sólo el que va debajo lo sabe. Diez años maravillosos que han cerrado un ciclo precioso y cuyo recuerdo permanecerá por siempre en mi interior. Diez años a los que he querido poner fin ahora para ir empezando mi retirada del costal y enfrentarme a lo que más temo en la Semana Grande: ver los pasos que he sacado desde fuera. El próximo Martes Santo será duro, muy duro. El Señor de las Penas seguirá caminando con gente y quién estará sólo seré yo. Volveré a ver sus faldones por fuera y no por dentro. Pero he disfrutado mucho. Muchísimo. Y eso para mí se queda.


Llegará otra vez el Martes Santo y llamará el muñidor a las puertas del Carmelo. El silencio se hará oración y el terno negro dará las órdenes para pasear a Dios por las calles. Dos lágrimas rodarán por mis mejillas. No tendrán el sabor salado que las caracteriza cuando alcanzan la comisura labial. Serán agridulces fruto de la nostalgia, la memoria, el recuerdo, la esperanza y las gracias. Y lo seguiré. Lo seguiré en soledad por las calles. Recordaré cómo aprendí a quererlo hace veinte años. Y su soledad será la mía y estoy convencido que me querrá como yo lo quiero a Él. Son muchos recuerdos, muchas vivencias, muchos momentos. Me cuesta ya escribirlo en pasado porque no soy su costalero desde que arrié el zanco el pasado Martes Santo en el templo carmelitano, pero para mí es un orgullo y un privilegio decir "fui costalero del Señor de las Penas". Seguiré queriéndolo siempre sea la talla que sea porque lo que Él me enseñó no me lo enseñó nadie. Y lo hizo en soledad, en silencio, transmitiendo su nombre, sin música, sin aplausos y sintiéndose arropado por aquel grupo de personas que seguíamos su camino. Un Maestro, sin duda, como cuando lo hizo en Galilea: el Señor de las Penas.