jueves, 26 de octubre de 2017

UNA ALPACA DE SETAS

Las cositas del día a día, los proyectos a corto plazo cumplidos con éxito, las alegrías inesperadas y los tarros de sonrisas que llenan la alacena con pequeñas satisfacciones son lo que dan sentido a toda la aventura que transcurre en ese período de tiempo que llamamos vida. Y hoy vengo a contaros algo de eso. Un pequeño triunfo, una humilde victoria, un feliz desenlace de un entretenimiento de otoño. Recuerdo cuando de niño me gustaba hacer experimentos en casa en esas lluviosas tardes de Noviembre en las que no apetece ni asomarse a la calle. A decir verdad ahora sigo igual pero con el tiempo he aprendido a tener la paciencia que de niño no tenía. Aprendí a hacer moho poniendo una corteza de pan duro en un platillo, unas gotas de agua que le daba humedad sobre la misma y un vaso boca abajo que cubría todo el conjunto. Era pequeño y miraba constantemente a través del vaso para ver si ya brotaba moho en el trozo de pan. Se me hacía eterna la espera que apenas era un par de días y ahora sonrío al recordar que cuando eres niño todo lo quieres ya. Total que en pocos días podía verlo detenidamente a través del microscopio y disfrutaba de mi creación, tomaba notas y me sentía científico en el hogar. Y ahora, digamos que con treinta años más, he vuelto a sentirme así. Esta vez también ha sido en otoño, también con tiempo lluvioso y también experimentando en casa. Y, bueno, dominando algo más la paciencia pero también mirando con ansia que el proyecto fuese para adelante en el menor tiempo posible. Algo sencillo, asequible y satisfactorio. La culpa esta vez fue de una alpaca de setas.

El caso es que llevaba ya años oyendo hablar de estos cultivos en casa y tenía en mente probarlo alguna vez, pero son cosas de estas que piensas que ya llegarán cuando surja la oportunidad. Y dicho esto creo que pasamos mucho tiempo de nuestra vida esperando que lleguen oportunidades que finalmente no llegan, así es que mejor decidirse e ir a buscarlas. Cada uno sabrá sus prioridades y su trascendencia, claro está. En este caso al final la oportunidad llegó y las alpacas de setas rondaron cercanas a mí a través de amistades y lugares. Así es que era el momento y me decidí a ejecutar el experimento. Me personé en la Cooperativa de Miguelturra y compré una alpaca de setas. La ubiqué en la terraza acristalada y la regué con mimo. Me sentía como de niño cuando humedecía el pan seco que antes decía y esas son las sensaciones que me gustan y las que jamás quiero perder. Y, además, en esta ocasión añadía la ilusión de que finalmente si lograba unas setas hermosas me pondría como el Quico comiéndolas, pues me gustan bastante. Y comenzó la espera. Con paciencia pero a esperar. No quedaba otra manera.


Y el que espera desespera y el que viene nunca llega, dice el dicho. Sin embargo también hay siempre una excepción que confirma la regla y en este caso debe ser el crecimiento de las setas en una alpaca. La mismas empezaron a llegar rápidamente. A los pocos días de tener la alpaca y empezar a regarla comenzaron a salir por los agujeros dispuestos para ello un montón de minúsculas setas agolpadas que crecían verdaderamente por momentos. ¡Cómo disfrutaba con el experimento! Volvía a sonreír como cuando era niño en aquellas tardes de otoño. Y además soñaba con que algún día lo haría con mis hijos. Los llevaría de excursión a una Cooperativa cercana, compraría una alpaca y disfrutarían mucho cuidándola y viendo crecer las setas. Y yo, además de ello, de verlos felices con algo tan simple. De hecho este mismo año quisiera comprar una alpaca de nuevo pero mi niña Claudia aún es muy pequeña para divertirse con ello y experimentar esas sensaciones. Llegará. Ya llegará. De momento a seguir esperando para eso y bastante más tiempo que el que tardaron las setas en salir. Estaba feliz viendo como aumentaban en número y tamaño y aguardaba relamiéndome la primera cosecha. La verdad es que no tardó demasiado en llegar. Quizás unas dos semanas desde que compré la alpaca. Un tiempo prudencial y exquisito como exquisito fue también verlas crecer y disfrutar del experimento que pretendo repetir en pocos días.



Sin duda una satisfacción cumplida para una mente que se conforma con cumplir un proyecto más que asequible y cotidiano que está al alcance de cualquiera pero que no cualquiera se enfrenta a él. Suena filosófico pero no lo es. Es real. Hay cosas de la vida que son muy sencillas y simples y cuando uno las logra satisfactoriamente se enfrenta a que alguien le diga que tampoco es tan meritoria su acción, pero sin embargo él no lo hace. Así pues hay que disfrutar de estos triunfos, de estas victorias, de estas satisfacciones que saben a gloria como cuando eres niño y logras por ti mismo desenvolver un caramelo. Es lo que le da sentido a la vida y alegría a los momentos. Y hoy que escribo recordando aquellos experimentos de niño me gusta revivir aquellas humildes victorias y plantearme nuevos retos aunque sean pequeñitos y asequibles, pero que me dejen un regusto como el de un plato de setas recién hechas con ajo, perejil y jamón. Ya mismo cojo el coche y me acerco a la Cooperativa a por una alpaca. Pretendo ponerla en la terraza de casa de mis padres pues en mi casa en al patio no queda bien resguardada y sin embargo el balcón acristalado de mi hogar de la infancia es ideal para ella. Mi madre refunfuñará porque le pongo un trasto en medio, a mi hermana le hará ilusión y mi padre la regará feliz. Y luego todos tan contentos degustando el resultado final de este experimento compartido. 

Ya digo que son cosas que te hacen volver a tu edad de niño como cuando en el cole te mandaban germinar una judía en un experimento de clase de Naturales y soñabas con que creciera muy rápido y ya visualizabas un buen plato de judías con chorizo de cosecha propia. Sí, es algo así. Es algo así pero transcurridos veinticinco años más y con un cuerpo de adulto que le gusta rememorar aquellas cosas de niño como ahora mientras tecleo y evoco aquellos retazos de niñez que viviré de nuevo reflejados en los ojos de mi hija cuando con un brillo de ilusión en sus ojos aguarde que una corteza de pan duro humedecida se enmohezca para mirarla a través del microscopio. Y termino como empecé: Las cositas del día a día, los proyectos a corto plazo cumplidos con éxito, las alegrías inesperadas y los tarros de sonrisas que llenan la alacena con pequeñas satisfacciones son lo que dan sentido a toda la aventura que transcurre en ese período de tiempo que llamamos vida. Y esta vez ha sido por una alpaca de setas...

martes, 17 de octubre de 2017

CAMINO PORTUGUÉS

Me debía estas líneas a mí. Me las debía. Y al propio Camino de la Vida y a Santiago y a mi niña Claudia. Y a mi padre, a mi amigo Iñaki que el Camino me regaló, a mi suegro y a todos aquellos peregrinos que he conocido en mis andanzas y saben de mis malos pasos en años de atrás y en mis sonrientes bordonazos de hoy. Y a mis Peregrinos de Bondad con los que alcancé sin esperarlo el Obradoiro y compré lo que no pude el año anterior para cumplir un sueño el año posterior. Una simple camiseta pero con mucha historia. ¡Qué bonito es ser peregrino! Y caminar por el Camino con mayúsculas. Y encontrarte a ti y pelearte contigo. Y satisfacerte. Y llorar y reír con uno mismo. No podré olvidar nunca el año dos mil diez en el que todo empezó. Mochila, bordón y botas son ya para mí algo más que útiles de caminante, son compañeros de viaje, de sufrimiento, de alegría y de aventuras. Y saben igual que yo los sentimientos que se me agolpan al escribir palabras sobre mi amada ruta jacobea. Y, no lo dudo, mi camino es el francés, pero quiero conocer todos y ya estoy en ello. Y precisamente el último, el que me ha regalado el más preciado Obradoiro que existe y el que surgió como plan nada más llegar la vez anterior de entregarme de nuevo a las altas y pardas torres de la Catedral de Compostela ha sido el Camino Portugués. A él le debo también estas memorias de recuerdo.

Llegué a Compostela de nuevo y compré una camiseta de bebé peregrino. Una camiseta que no pude comprar años anteriores y una camiseta que no sabía la gloria que me daría. Nada más regresar a mi Ciudad Real natal soñaba otro Camino. Pero no el que me deparaba el destino con la organización de Gemma y que tuviera como final el más precioso Obradoiro que pudiera existir: llegar cansado a la "Praza" donde terminan y a la vez inician todos los caminos y que allí estuviera mi hija con la camiseta que yo le compré, esperándome, cogerla en mis brazos, abrazarla y levantarla enseñándole el cielo que hubiera guiado mis pasos hacia ella. Soñaba otro y jamás había imaginado ese.Y así se forjó mi Camino Portugués, con mi mujer como arquitecta del mismo. Y para que realmente fuera "portugués" que menos que salir andando desde dicho territorio. Igual que al Camino de siempre, al de toda la vida, a la madre de todos los caminos, se le llama el Camino Francés por venir desde aquellas tierras y cuando lo inicié lo empecé en territorio galo, el camino que ahora iba a empezar debería iniciarlo en terreno portugués, así es que planteamos como punto de salida Valença do Minho (Portugal)  para comenzar allí la primera etapa y cruzar andando a Tui (España) y continuar paso a paso y día tras día hasta llegar a Santiago de Compostela. Eran sólo seis etapas pero un camino precioso sin duda, por su inicio, por su fin, por su medio, por su cultura, por sus parajes y por todo. Mi alma peregrina disfrutó a lo grande. Y la de mi padre, mi suegro e Iñaki también.


Quizás otro día escriba a lo grande sobre el Camino Portugués pero hoy es solo un artículo de verter sensaciones y recuerdos, aunque también describa situaciones y parajes del Camino que recorrí. Fueron seis etapas que nacieron en Valença do Minho, O Porriño, Redondela, Pontevedra, Caldas de Reis y Padrón y que nada tienen que envidiar a los ultra conocidos "últimos cien" del real Camino Francés que muchos pere(turi)grinos recorren iniciando desde Sarria cinco etapas que les llevan al mismo centro de la Plaza del Obradoiro. De hecho el terreno del Camino Central Portugués, llegando ya a su fin, es cercano al mar y las veces que andando se conjugan bosque y vista sobre la costa son una preciosidad. Se suben más montes, se atraviesan más bosques y la etapa reina quizás sea más dura que la del pequeño Camino Francés. En este último la etapa más dura de las cinco que separan Sarria de Santiago es la de Palas de Rei - Arzúa, la del ecuador del camino, que discurre sin apenas dificultades hasta Melide pero desde ahí hasta el final se convierte en un perfil rompepiernas por continuos toboganes que hacen imposible mantener un ritmo constante. Sin embargo, en el Portugués, la etapa reina si se sale desde Valença do Minho o Tui (que es el equivalente al dicho último tramo del francés) es la de Redondela a Pontevedra, también a mitad de la aventura, en la que se han de afrontar dos duras subidas con sus infernales bajadas, recordando el inicio de la segunda y más cruel subida a la del temido tramo de la subida a O Cebreiro entre Herrerías y la Faba del Camino de Santiago Francés. Y aunque no sea el texto una mera comparación entre ambos caminos, a quien halla caminado por el francés y le parezca dura la bajada a Portomarín una vez cercano el embalse del Belesar que se enfrente a la bajada a Redondela desde O Muro. Tremendo desnivel en muy pocos metros. Pero como siempre, queda todo en la mochila del recuerdo y se volvería a repetir una y mil veces el Camino, fuera el que fuera. Por lo demás, todos los caminos tienen su encanto, sus lugares, sus rincones, su historia y su cultura. Todos son encantadores. ¿Duros? Quizás, pero se hacen. Y se camina más con la cabeza que con las piernas.


Pedrón donde se amarró la barca con los restos del Apóstol
El tan conocido Camino de Santiago francés tiene cientos de leyendas pero merece la pena en el caso del Camino Portugués mencionar que en el mismo nació la tradición Jacobea pues precisamente en el mismo, en concreto en Padrón es donde desembarcaron los restos del apóstol traídos desde Jerusalén por dos discípulos suyos, Atanasio y Teodoro, que llegaron milagrosamente transportando los restos mortales de Santiago en una barca de piedra sin timón y sin rumbo, que fue amarrada a un pedrón (de ahí el nombre del pueblo) en las costas gallegas a la orilla del río Sar, cercano a la antigua Iria Flavia. En aquel lugar presidido por la Reina Lupa, pagana que se jactaba de apresar cristianos y ridiculizarlos, los discípulos del apóstol y sus seguidores le pidieron ayuda para trasladar los restos de Santiago a otro lugar y ella les entregó una carreta tirada por toros salvajes diciendo que eran bueyes para dejarlos en ridículo. Resultó que los toros salvajes de amansaron, motivo por el que se dice que la Reina Lupa se convirtió al cristianismo. De hecho, hago un inciso, peregrinos que hagáis el Camino Portugués, fijáos en Padrón en la Fuente del Carmen pues la hornacina central de piedra refleja el momento de la conversión al cristianismo de la Reina Lupa siendo bautizada por el propio Apóstol Santiago. Siguiendo con la historia de la translatio de Santiago, resultó que la carreta se detuvo inamoviblemente en un lugar determinado, entendiendo esto Atanasio y Teodoro, los discípulos de Santiago, como una señal que determinaba el lugar donde había de ser enterrado el apóstol. Y allí surgió la primera construcción de lo que hoy conocemos como Compostela: un enterramiento. Por eso (y prometo no enredarme más con datos pero me es es inevitable no enlazar unos con otros) el origen de la palabra Compostela aunque se dice que proviene de Campus stellae (del latín, campo de estrellas, pues precisamente desde el Castro Lupario, donde vivió la dicha Reina Lupa se apreciaba bellísimo el cielo) en realidad debe venir del latinismo compositum que significa enterramiento. Cada uno que elija.
Detalle de la Fuente del Carmen: bautizo de la Reina Lupa
Lo cierto es que la tradición y leyenda jacobea comienza en Padrón donde bajo el altar mayor de la Iglesia de Santiago se conserva el pedrón donde se amarró la barca. Hay una imagen del propio santo señalando con el dedo hacia abajo que dice en latín "Aquí estuvo el cuerpo del beato Santiago". El Camino Portugués, sin duda, es una gran atracción para los peregrinos que busquen disfrutar de la cultura y de la historia. De aquel pequeño enterramiento se originó la primera ermita que dio lugar a la gran ciudad que hoy acoge a peregrinos de todo el mundo por distintos motivos que distan mucho de ser religiosos. Pero la historia es la historia. Otro día si queréis nos tomamos un café y debatimos sobre si es Santiago o Prisciliano y me enredo sin miedo en datos y conclusiones que no tengo que teclear ahora, pero os invito a hacer este Camino. No os defraudará.


Y como siempre al terminar mis andanzas camineras y llegar a la "concha cero" empezaron a forjarse nuevas metas. He recorrido todo el Camino Francés, sí. Pero el inicio tiene dos variantes y he hecho sólo una, la de Saint Jean Pied de Port. ¿Qué me estará esperando en la ruta de Somport? Seguramente sea mi siguiente camino. Y ya que lo empiezo, ¿cómo no lo voy a terminar? Todo apunta a un nuevo proyecto de varios años de camino desde Somport hasta Santiago de Compostela de nuevo. O quizás la Vía de la Plata. Le tengo muchas ganas. ¿Y el Camino en invierno? Eso sí que me llama. Aunque sea un "Sarria - Santiago" pero en invierno. Con soledad, con lluvia y frío, con albergues vacíos y bares cerrados. El caso es caminar. Siempre digo que al fin y al cabo la vida es caminar. Eso sí, Obradoiro como el de este año, Santiago me perdone, no lo habrá jamás igual en la vida. ¡¡Buen Camino!!

miércoles, 4 de octubre de 2017

LOS BAÑOS DEL EMPERADOR

En este tiempo de horrible sequía que nos invade he decidido hacer una excursión que llevaba tiempo mascando y que ha de ser cuando los niveles de agua están muy bajos. Es de las cosas que piensas "Ya lo haré" y pasa el tiempo y los años y no la haces. Así es que esta vez alentado por unas fotos que ví en internet decidí que era el momento y que no esperaba más. Y además el destino me pillaba a unos diez minutos en coche desde casa y llevábamos meses sin que cayera una gota de lluvia. No había excusa. La visita a los Baños del Emperador cogió su turno con día y hora. No podía fallar más y es de las cosas curiosas que tiene mi tierra y que merece la pena ver. En una tierra volcánica como es la del Campo de Calatrava con emanaciones de CO2 en algunos puntos, hay ocasiones que cuando confluyen con acuíferos se aprecia en las aguas un burbujeo constante que hace que se conozca popularmente a dichos sitios como "hervideros". Es muy conocido el Hervidero y Bombo del Chorrillo, sito en la Carretera de Aldea, prácticamente enfrente del cerro de la Virgen de los Santos, al que se accede por la Cañada Real que aparece a la izquierda. Tiene una fuente natural, hoy ya entubada y con grifo, de la que se pueden beber sus aguas ferruginosas. Pero esa es otra visita que también merece la pena hacer. Hoy la que nos ocupa es la de los Baños del Emperador que aunque el paisaje de sequía es aterrador y desolador por las impresionantes vistas que ofrece el terreno cuarteado que debería estar lleno de agua, nos regala una curiosa visita a la más pura historia del lugar.
Desoladora visión actual del fondo del embalse
Antiguo cartel de la "Casa de Baños"
Empezaré diciendo que estos baños se encuentran en el Cerro de Palos, muy cerca de Peralbillo, siguiendo el cauce natural del Guadiana, en su margen derecha. Datan de la época romana y se construyeron para que la gente tomase baños de aguas medicinales, pues las mismas afloraban de la tierra en forma de balsas y su composición y constante bullir eran beneficiosos para los males del estómago y el riñón, así como úlceras o erupciones cutáneas. Los baños como tal se trata de dos pequeñas piscinas construidas en piedra, destinándose una al baño de hombres y otra al de mujeres, separadas entre sí y formando todo ello un recinto amurallado por un muro de un metro y medio de altura y unos cincuenta centímetros de grosor que impedía las vistas desde el exterior. En su día no existía el Pantano del Vicario (ni la presa, evidentemente) y las instalaciones estaban cerca del río Guadiana pero nunca quedaban sumergidas, de modo que se accedía a las mismas por un camino hecho con piedra volcánica que permitía llegar a las piscinas sin mojarse y sorteando el agua que se hallaba a ambos lados. Transversalmente y a intervalos regulares unos grandes bloques de piedra facilitaban abandonar el camino por uno u otro lado hacia las orillas del río. Con la hechura del Pantano del Vicario y originarse una zona inundable los baños quedaron ocultos bajo las aguas, de ahí que sólo puedan ahora apreciarse en épocas de sequía.
Camino que va a los Baños
Históricamente tomaron el nombre por un viejo molino llamado "El Emperador" que se encontraba aguas abajo, si bien se les conoció también como "Los Hervideros de Trujillo" por ser el apellido de quien fuera dueño de la finca en que se encuentran. Dice la historia que a principios del siglo XIX un señor llamado Ramón Trujillo Delgado adquirió la finca para su explotación ganadera y agrícola y un pescador asiduo a esa zona le informó acerca de aquellos baños termales que se conocían desde años romanos, por lo que decidió relanzarlos, convertirlos en balneario y darles un uso comercial, habilitando también para ello una vieja quintería con habitaciones para hospedarse y consultas médicas. Hay crónicas del año 1882 que manifiestan que por entonces contaban con dos casas y diez habitaciones y se anunciaba el Balneario de los Hervideros del Emperador ofertando habitaciones con cuarto y alcoba a precio de una peseta y cincuenta céntimos diarios y cuartos sin alcoba a una peseta. Y eso sí, con la expresa advertencia de que no se permitía bañarse juntas a personas de diferente sexo. Lógicamente los baños contaban con una piscina para varones y otra para mujeres. Sin embargo, no prosperaría como se esperaba el asunto ideado por Trujillo y se vería abocado al fracaso porque a día de hoy, además de estar los baños en la zona inundable del embalse (lo que ya significa un total abandono y desinterés por los mismos) se encuentran totalmente derruidos y tan sólo quedan vestigios de cómo fueron en su día las piscinas termales. Podemos ver en la vieja hospedería hoy destinaba a nave de labores agrícolas un viejo un letrero cerámico con la leyenda "Casa de Baños".

Para terminar, decir que está datado por profesores de la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla la Mancha que su descripción figuraba en el Anuario Oficial de las Aguas Minerales de España de la siguiente manera: "Hay un baño, llamado de las mujeres, donde caben a la vez veinte enfermas; tiene gradería de piedra labrada, está cercado de tapias, provisto de andenes enladrillados y de cuatro cuartitos para desnudarse y vestirse las concurrentes. La balsa grande, llamada de los hombres, es capaz para cien personas y sólo se aprovecha en ejercicios de natación y baños de recreo, aunque pudiera aplicarse a fines terapéuticos. Se ha levantado una hospedería a cuatrocientos pasos a fin de que los enfermos estén protegidos de los males afectos que pudieran causarle los efluvios de la ribera". Son datos relevantes que nos hacen forjarnos una idea de cómo estuvo adaptada la zona en aquellos tiempos y el uso que se hacía de estos antiquísimos baños naturales.
Piscina de Hombres

Piscina de Mujeres
Lo cierto es que una vez ilustrados en la materia y aprovechando que ahora están a la vista os invito a todos a realizar, sin duda, la excursión y visita a los Baños del Emperador. No os arrepentiréis, lleva poco tiempo, el acceso no es complejo y a niños y adultos les gustará contemplar esas aguas burbujeantes e imaginarse a los bañistas de antes en ellas. Merece la pena por conocer algo más la historia de nuestros parajes, las costumbres sociales de la época, lo que hubo en su día y, quien sabe, si volverá a haber. Y, sobre todo, por saber y ver in situ que pase lo que pase, sumergidas o al descubierto, de noche o de día, con multitud o con soledad, hay en nuestra tierra unas aguas que incesantes, incansables e impasibles al paso del tiempo, nunca dejan de bullir.