lunes, 23 de enero de 2023

REY MELCHOR

Por tradición, costumbre, pacto, repetición o alguna de esas normativas no escritas y que los años tienen a bien de respetar, cosa que, sea la que sea, yo ignoro, ocurre que quien viene siendo Pandorgo de hogaño, tiene la fortuna de ser el Rey Melchor en la Cabalgata de Reyes Magos de su año durante el cargo. Y como la costumbre hace ley y la ley está para cumplirse, sumado a que el último 31 de Julio fui nombrado pandorgo y el pasado 5 de Enero era la cabalgata de mi año como tal, tuve la dicha de hacer de Rey Melchor. Y puedo decir que junto con el día de la Pandorga es el día que más he disfrutado en lo que va de "pandorgato". Si de por sí ya me encantan las actividades con y para niños, pues son nuestro futuro, la emoción que me daba estar junto a ellos y verles brillar la mirada era enorme. ¡Qué suerte la mía! Y, además, visitar las residencias de nuestros mayores y acercarles un poquito de cariño y magia en un día tan especial fue también maravilloso. Si nuestros pequeños son nuestro futuro, nuestros mayores son nuestro origen y nuestra génesis. Y a ellos debemos de dónde venimos y lo que somos. Tanto unos como otros se merecen todo. No olvidéis nunca que nosotros fuimos niños y seremos mayores. El día 5 de Enero de 2023, por muchas cosas, jamás lo olvidaré. Lo viví apasionadamente y entregado total a mi papel. Simplemente los segundos que pude estar con mi hija Claudia sin que se diese cuenta de nada ya merecieron la pena y volvería a repetir sólo por ello todas las horas que estuve repartiendo, del mejor modo que se me dejó, supe y pude, alegría e ilusión.

Me puse por primera vez las vestiduras el día 3 de Enero para grabar un pequeña noticia para la televisión local. Ese día no había niños ni ancianos pero la responsabilidad y los nervios si estaban presentes. Había que meterse ya en el papel y que saliera en antena que Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente ya estaban en Ciudad Real. ¡Ojo! Esa noticia podía verla cualquier niño o niña por lo que la precaución debía ser siempre extrema. Matizo que aquí, en el Rincón, puedo narrar todo ello con libertad pues no gozo entre los lectores de ningún menor que ignore el secreto mejor guardado del mundo por toda la sociedad, cosa que me fascina y enternece año tras año, pues demuestra que los sentimientos de los niños son capaces de unirnos a todos. Dicho esto, continúo con las tareas que desarrollé. Todas las prendas que debía usar esos días eran (por orden de puesta sobre mi vestimenta consistente en pantalón, camisa y jersey): pantalón bombacho de color dorado, casulla larga de Damasco color rojizo-naranja con detalles y pasamanería plateada, cinturón real con pedrería, chaleco beis con detalles en rojo, capa larga anaranjada de Damasco, capelina-pecherín real de sobre capa con pedrería, barba blanca, peluca blanca, corona real y guantes marrón claro de cuero vuelto. Mientras las he ido tecleando he recordando el ponérmelas una por una (siempre con ayuda necesaria) y me ha invadido una mezcla de alegría y nervios similar a la que viví en aquellos momentos tan preciosos. La primera prueba salió bien pues algunos conocidos ni viendo instantáneas de aquel día me reconocían.

Amaneció el día 4 de Enero y los Tres Reyes Magos fuimos a someternos, seguramente, a la mayor prueba de fuego que podríamos someternos, a dos emisoras de radio en cuyo estudio nos esperaban los mayores protagonistas de los sueños, la ilusión y la magia: los niños. Ver la inocencia de sus caras cuando aparecimos allí es indescriptible. Y ver las nuestras tras los postizos y los maquillajes también lo sería cuando nos preguntaban cosas como que si estábamos casados, cuántos hijos teníamos, cómo se llamaban nuestros camellos, cuál es nuestro equipo de fútbol o que si nos gusta bailar. ¡En menudo apuro te meten los pequeños! La tensión que pasé en aquellos ratos que para mí se quede. No quería que descubrieran absolutamente nada, ni que lo sospechasen si quiera, porque, los niños, son niños pero no tontos. A la salida ya me dijo uno: "No sois los mismos reyes que venís al cole, no sé si sois los de verdad. Mira, te mando un corazón (mientras hacía la forma con sus manos), cuando me veas en la cabalgata me lo devuelves y así sabré si sois los buenos...". 

Desde ese momento estuve rezando por ver a ese niño en la cabalgata al día siguiente y darle el mejor regalo: un pellizco de creencia en la magia eterna. Sería pura casualidad si lo lograse, pues con las calles llenas de gente, un montón de voces llamándome y la visión tan limitada que me dejaban la peluca y la barba, puestas así adrede para tapar todo lo posible de mi rostro salvo lo estrictísimamente necesario, sería casi imposible que ocurriera. Y como los Reyes Magos son en verdad magos y mágicos, lo vi. Ocurrió. Y voy a contarlo como antesala y resumen de todos los momentos preciosos que me acaecieron siendo Rey Mago en la tarde noche del 5 de Enero de 2023, fecha imborrable ya del diario de mi vida. Me miraba seriamente. Lo señalé e hice un corazón con las manos, idéntico al que él me había hecho en las instalaciones de la radio. Le guiñé un ojo y le tiré un beso. El niño abrió mucho, mucho, mucho los ojos y se abrazó a su padre. ¡¡Papá!! ¡Es el de verdad! ¡Melchor me ha devuelto el corazón! En ese momento, sería porque se me metieron pelos de la peluca en los ojos, porque soy un sensiblón o porque se había hecho realidad la magia, lloré. Lloré y sonreí a la vez. Y me acordé de mi niñez viendo a los Reyes Magos de la mano de mi abuelo. Fue sólo uno de los cientos de detalles maravillosos que viví durante el día más esperado por los niños. ¡Qué experiencia más bonita!

Llegó el día 5 de Enero esperado y soñado. La jornada sería larga pues por la mañana visitaríamos todas las Residencias de Ancianos de Ciudad Real y el Hospital General. Y por la tarde tendría lugar la Cabalgata en la que cientos de niños aguardaban nuestra presencia. Y era el Rey Melchor. Se dice pronto, pero para mí la presión era grande. Tras llevar todo el año anterior quitándome la manía de morderme las uñas, antes de las diez de la mañana de ese día ya no me quedaba ninguna. Me acompañarían esta vez los Pajes Reales. Tuve la fortuna de tener cuatro y que fueran los mejores: Gemma (mi mujer y quien todos estos embolados me aguanta), mi amigo Narciso (hermano que la naturaleza no me dio y la vida me regaló, ¿cuántas veces habíamos hablado de este día?), María del Hierro (la Dulcinea de hogaño con la que tan bien me entiendo y congenio) y Daniel Rodríguez (amigo de María y ya amigo mío por su buen hacer y su derroche de alegría por donde va). Por la mañana fuimos siempre juntos el Rey Melchor y tres pajes (María, Narci y Dani) y por la tarde, en la carroza real, ya estuvieron los cuatro. Hubo momentos bellísimos como el que antes contaba del niño y el corazón con las manos. Y momentos durísimos. Muy duros. Pero tanto los abuelitos enfermos como los niños hospitalizados, merecen siempre y antes que nadie la visita de Melchor, Gaspar y Baltasar. Las caras de sus familiares, padres y madres no las olvidaré jamás. De verdad no somos conscientes de lo bienaventurados que somos los que tenemos salud. Cuando volví a casa tras todo ello y me liberé de nervios y tensión, abracé a mi hija y le di mil besos. Se  disponía a saborear la noche más mágica del año y me contó que había visto a los Reyes Magos y que Melchor le hizo caricias y se hicieron fotos juntos pero que era muy tímido porque ni siquiera le dijo hola. Suspiré, sonreí y le dije "¡Vaya con el Rey Melchor!".