martes, 19 de mayo de 2015

SENDERISMO POR LA SIERRA DE MALAGÓN

Como no todo es sacar cofradías y jugar al pádel, me refiero, evidentemente, al tiempo libre pues el resto lo ocupo ejerciendo la abogacía, también gusto de patear caminos con mochila y bordón. Y además del Camino de Santiago, en especial el Camino Francés, madre de todos los caminos, me encanta caminar por senderos y rutas de mi tierra que, en ocasiones, no llevan a ningún lugar sino a la mera satisfacción y encuentro con uno mismo. Si bien he recorrido ya bastantes caminos y todos me han llevado a algún lugar, hay rutas que son de ida y vuelta y al lugar al que te llevan no es visible a los ojos sensoriales sino a los ojos del corazón. Ya lo decía el Principito: "lo esencial es invisible para los ojos". Y en esta ocasión así fue la ruta. El punto de salida y retorno comenzó donde el coche quedó aparcado. Lo esencial es lo que acaeció entremedias. Unos cuántos kilómetros que nos llevaron hasta la "Plaza de los Moros" y nos volvieron a regalar vivencias y pasos a cuatro amigos, dos padres y dos hijos, que llevamos recorridos algo más que un puñado de kilómetros juntos en esta vida: Jesús Cecilio Velascoín y su hijo Alberto, mi padre y yo.

Jesús y mi padre subiendo hacia la Plaza de los Moros
Al grano. La ruta empezaba atizando nada más empezar. Me gusta llanear unos kilómetros antes para templar bien las piernas antes de comenzar una ascensión pero en esta ocasión el camino comienza con una cuesta arriba, no muy exigente al lado de otras que ya he pateado pero sí lo justo para hacerte brotar las primeras gotas de sudor en la frente. Al menos hay camino y digo esto porque conforme continúa el ascenso el camino se va convirtiendo en una vereda minúscula que finalmente pasa a ser una senda de tamaño para una sola persona y por último desaparece entre las hierbas primaverales. Pero el objetivo estaba claro: seguir y seguir hasta coronar el cerro. A decir verdad yo llevaba años sin trepar por riscos y, entre eso y el tendoncillo de la rodilla izquierda que me da guerra cuando quiere, iba con cierto respeto en la aventura. Pero feliz. Caminar con Jesús, Alberto y mi padre me gusta. Vamos, mi padre es mi padre y Jesús y Alberto son como de la familia pero sin el "como". ¡Qué coño! Jesús me ha tenido a mí en brazos y yo he tenido a Alberto en los míos. Son más que de la familia. A Albertucho lo quiero como a un hermano pequeño y su padre fue mi padrino jurídico cuando juré la Constitución. Son muchos recuerdos, muchas experiencias y no concibo la vida sin saber que están ahí al lado. Por eso iba feliz. Y con la mochila y el bordón subiendo y caminando. La ruta la habían elegido ellos y fue un acierto. Y mi padre también estaba contento. Compartir ratos con su amigo Jesús le llena el espíritu.
En la Cruz a mitad de subida. In memoriam
Entre piedras y riscos fuimos subiendo por un sendero en el que a mitad de camino a mano derecha se levanta una cruz metálica que no sé bien lo que conmemora, pero desprende hálitos de tiempos de guerra y sierra de maquis. A la altura de la dicha cruz ya se aprecia bastante la subida acometida y comienzan a merecer la pena las vistas de la comarca que desde allí se aprecian. Pero lo mejor estaba por llegar. Había que continuar subiendo hasta llegar a la cima del cerro, al punto álgido de la sierra. En las siguientes fotos se ve a Alberto ya arriba y a mi padre y a mí continuando la subida. Fue una preciosa aventura sin lugar a dudas.
Alberto coronando el cerro
Mi padre y yo continuando el ascenso
Arriba del todo, coronando el conjunto se halla un rollo de piedra que indica un punto geodésico nacional: una de las puntas de la corona de la Mancha, uno de los puntos más altos de la región sobre el nivel del mar, uno de los vértices geográficos que se usan para la medición de coordenadas en los gps. Para acceder al mismo hubo que trepar (literalmente) por peñascos y rocas y, finalmente, llegamos a él. Se asienta en la llamada "Plaza de los Moros" y bajo la misma se esconden restos de una antigua fortaleza. En el paraje todavía se ven grandes piedras pertenecientes a las cimentaciones de lo que allí hubo. Muchas de ellas están desprendidas y dan un aire histórico-medieval al lugar. Mejor hacer la ruta y comprobarlo in situ. Con las fotografías que os voy poniendo intento ilustraros lo que pudimos disfrutar en la mañana de senderismo. Tanto los lugares por los que estuvimos como las caras de felicidad y las vistas que os decía creo que quedan patentes.


Placa hallada a los pies del vértice geodésico

De izquierda a derecha: mi padre, Alberto y Jesús.
La mañana concluyó saboreando una fresca jarra de cerveza con limón que nos hizo recuperar los líquidos perdidos y escondernos un poco del calor primaveral que ya empezaba a hacerse notar de forma más que directa. Previamente y para ganarnos aún más la recompensa pateamos un tramo de la Ruta del Quijote viendo el viejo molino Carrillo, las esclusas de agua, el río Bañuelos y el canal del mismo que va a parar al Pantano de Gasset. No sé los kilómetros que haríamos en la jornada, pero volvería a hacerlos sin duda más de una vez y con los mismos. Vale.

Finalmente llegué al vértice geodésico. Y fui feliz.
Al fin y al cabo... La vida es caminar.

martes, 5 de mayo de 2015

UNA ROMERÍA MÁS EN LA VIRGEN DEL MONTE

Los que seáis asiduos lectores del Rincón os habréis fijado que el reloj de eventos siempre descuenta el tiempo que queda para cuatro fechas: Vacaciones de Verano, Navidad, Semana Santa y la Romería de la Virgen del Monte. Quizás en alguna ocasión haya metido alguna fecha más entremedias por considerar que era merecedora de ello, pero lo normal es que siempre figuren esas cuatro y llegada una actualice el reloj cuenta atrás a la siguiente. Bien, pasada La Gloria de las Cofradías (Semana Santa) la siguiente fecha es la de la Romería de la Virgen del Monte. Van seguidas y su diferencia temporal lo más que llega es a un mes mal contado, pues la Semana Grande siempre es en Marzo o Abril dependiendo de la luna del Parasceve y la Romería es siempre el último Domingo del mes de Abril. De esta manera el relojillo que marca la cuenta para la fiesta mariana entre lumbres, calderetas y chozos, es el que menos luce puesto en el blog pues enseguida caduca. Pero no por ello es el que menos saboreo. Al contrario. La romería es una de esas fiestas que siempre estoy deseando que llegue por todos los momentos de felicidad que me regala. Y este año vuelvo con ilusión a hablar de ella tras no hacerlo el año pasado por motivos que, igual que me los quitó la vida, espero que me los dé pronto. Vamos a ello. Por cierto, si miráis ahora el reloj ya no está el de la Romería. Está el que va restando días para las vacaciones de Verano un año más. Cuenta atrás para el día 31 de Julio... Y ahora sí, vamos con la Romería.



Y como lo primero es lo primero, antes del cachondeo me gusta cumplir marianamente con la protagonista de todo esto que es quien lo hace posible (se piense como se piense y se crea como se crea sin Ella no existiría este evento). Me gusta ir a verla, darle recuerdos de otros, hablarle un ratito y evocar en su santuario aquellos años de tierna infancia en los que un pequeño infante al que enseñaban a volar una cometa y se quemaba (literalmente) el culo sentándose en una piedra al sol por mojar pan con avidez en el caldo de un bote de berenjenas, era feliz en el dominio de sus rasos sin saber que la vida le depararía unirse a ellos unos veinticinco años después. Y año tras año me embargan la mente esos recuerdos y fiel a la cita sonrío ante la Virgen del Monte comenzando la romería que tanto me entusiasma.
Así pues llegó la Fiesta de la Virgen y con ella la alegría de los romeros. Me gusta sacar del cajón mi gorro feo de romerías y ponérmelo en estos días en los que la máxima celebración humana es festejar a base de comer y beber. Me gusta reencontrarme con los mismos y en los mismos sitios. Soy tradicional y me gusta serlo y sentirlo. Me apasiona estar de lumbre en lumbre pasando buenos ratos y risas, recordando esos buenos ratos y risas de otros años y brindando por los venideros. Y este año no iba a ser menos y allá que fui y allá que estuve, evidentemente. Y me pasó una cosa muy curiosa. Yo soy fiel a mi 100 Pipers con naranja pero este año no me tomé ni una copa igual. Fui buscando mi 100 pipers y no lo encontré y a lo tonto me transformé de romero a controlador. Y me dediqué a controlar donde podría estar el puñetero elixir de los 100 gaiteros. No lo encontré pero probé siete u ocho whiskys diferentes. Pero ¡eh! por aquello del control de calidad, no por estar de romería. Hombre, por favor. Pasaron con nota la prueba el Jameson, el Cutty Shark, el Ballantines, el Dyc reserva 8 años, el J.B (Justerine and Brooks, como domino el asunto) y los otros que ya no recuerdo pero que estaban muy ricos y fresquitos. De alguno incluso repetí porque quedaban dudas de si se habían curado en la barrica adecuada o no. Cuando me dí cuenta que mi estado etílico era más de romero que de controlador, decidí dejar el alcohol de romero y volver al alcohol de controlador, pero ya era tarde porque el romero es una hierba aromática y el alcohol me controlaba a mí y deambulaba cual marioneta, total que junto con Justerine and Brooks seguí buscando a 100 Pipers y volví a encontrarme a mi buen Jameson que se había convertido en romero, romero, romero que salga lo malo y entre lo bueno y tocando palmas nos fuimos Justerine, 100 Pipers, Jameson y yo a buscar a Brooks que había discutido con Jack Daniel´s y se había ido a ver a Cutty al chozo de Dyc.




Al final yo no sé que pasó pero terminé harto de ellos (los whiskys)  y opté por tomarme un botellín de cruzcampo que para eso estábamos de Romería. La gente me miraba raro pues deambulaba por la romería con un caminar un tanto curioso a la vez que contaba chistes y cantaba coplillas, algunos y algunas se reían diciendo "¿cuántos botellines te has tomado?" y yo les decía que ese era el primero y se meaban de risa. No entienden la dura vida romera del controlador y encima se toma uno un botellín y ya se creen que va templado... Pues el año que viene a 100 Pipers lo buscáis vosotros. Eso sí, si me tiemplo a botellines no me digáis luego "¿cuántas copas de whisky te has tomado?" Bacines que sóis unos bacines. Hombre ya. ¡Viva la Romería!


Por la noche no sé muy bien que pasaría pero según Gemma pegué unos ronquidos que no sabía si estaba en el paraje de la Virgen del Monte o en Mordor convertido en orco. Se ve que en sueños encontré el 100 pipers y empecé a gritar: ¡¡Es míoooo!! ¡¡¡Mi tesssoorooo!!! pero en un dialecto entre la lengua de Gollum y arameo antiguo. Según ella eran ronquidos y ruidos guturales dignos de bestias del jurásico. Según mi leal saber y entender (como dicen los peritos) un botellín de cruzcampo (sólo uno) no provoca eso. Y cuando me dijo: "Va a ser del 100 Pipers", le dije "imposible. Ni una copa de eso me tomé". Y bien verdad que es porque no lo ví en toda la romería. De Justerine, Jameson, Ballantines y esa gente no le hablé. Son buenos chicos, la verdad, además os recuerdo que aprobaron con nota el control de calidad. Y en mi faceta de romero me alegraron bastante.

En fin que entre el control de calidad, los inseparables elixires que iban introduciéndose en el vaso que yo portaba, los unos, los otros, los de siempre en sus lugares y el cumplir con la tradición, me pasé una buena romería y disfruté todo lo que me dejaron que no todo lo que pude, porque uno además de controlador es controlado y hay veces que lo ponen a escuadra y se le quedan las orejas como a un pachón. Pero, vaya, eso se cura debatiendo si eran ronquidos o dulces respiraciones fuertes melódicas y acompasadas en torno a una lumbre en la que se está guisando una buena sartén de gazpachos manchegos o una rica fideuá. Y entre medias unas tapejas que estamos de romería, mujer. ¡Que no nos falte de ná, que no que no! ¡¡Viva la Virgen del Monte!! ¡¡Y su Niño!!


Dedicado a todos aquellos que año tras año me hacen reír y ser feliz de chozo en chozo.