martes, 17 de marzo de 2020

UNA ATÓPICA CUARESMA

En estos tiempos inciertos en los que todos ejercemos de presidente del gobierno, de saber más que el experto y de tener la solución a mano en cuanto queramos hacer uso de la misma, yo continúo descontando días para la Gloria. Y es que la misma va a llegar, quiera el coronavirus o no. Si hay algo contra lo que nadie ni nada puede luchar es contra el paso del tiempo. Las agujas del reloj avanzan impasibles a su ritmo, segundo a segundo, minuto a minuto, día a día. Y aunque no sea de la forma que los cofrades deseamos, la Gloria ya se vislumbra en el horizonte del calendario. Se han suspendido ensayos de costaleros, cabildos, pregones y todo tipo de actos de los que se llenan los días de vísperas y nos conducen al final de la rampa eterna que da paso a una Semana Mágica que cuenta el tiempo al revés, lanzando, sin escapatoria, al inicio de un Domingo de Ramos que no es sino el principio del fin. Ojo, hablo solo del plano cofrade, si me pongo a verter líneas de los actos comunes y ordinarios suspendidos por la pandemia del covid-19 lleno cuatro o cinco veces las estanterías de publicaciones de este pequeño Rincón. Guardábamos un hilo de esperanza engañándonos, porque en realidad no era esperanza, era no querer ver lo que se venía venir. Y llegó: la Semana Santa se ha suspendido. ¿Y ahora qué? Sigue siendo Cuaresma, pero qué dura, rara, extraña y cruel. No ha llegado aún la Gloria y ya la hemos despedido.


Vivimos en un momento histórico sin darnos cuenta de ello pues la incertidumbre, la preocupación y, sí, hay que decirlo, también el miedo no nos dejan ser conscientes plenamente de lo que está ocurriendo. No sabemos cuánto tiempo durará esta pandemia, no sabemos cómo se cura y tenemos miedo de que nos afecte a nuestra gente cercana y a nosotros. Cuando leemos libros de historia imaginamos cómo sería de cruel una situación como para que se suspendieran en su momento citas tan incrustadas en la sociedad como unos Juegos Olímpicos, un Campeonato de Fútbol o, más propios de España, las Fallas o la Semana Santa. Eran tiempos de guerra y hoy al volver la vista atrás observamos qué días tan duros debieron vivirse. Hoy estamos en dichos días. No somos conscientes de ello porque no queremos ni pensarlo y porque nos resulta mucho más acaparador el día a día de esta horrible enfermedad que nos asola. Se han suspendido las Fallas y también la Semana Santa. Desde el final de nuestra nefasta Guerra Civil no ocurría dicha suspensión. ¿Quién imaginaría que por un virus se llegaría a tal extremo? Pues sí, tal magnitud tiene el asunto. La Eurocopa, evento deportivo que al igual que un Mundial de Fútbol o unos Juegos Olímpicos, se celebra cada cuatro años, también se ha suspendido y se ha aplazado al año que viene. Por ahora el Comité Olímpico Internacional no ha se manifestado acerca de la suspensión y aplazamiento de los Juegos, pero todo apunta a que se procederá a ello y, ojo, si se suspendieran estaríamos frente a algo que no ocurre desde la II Guerra Mundial.

Sin duda el año 2020 ya ha hecho historia. Y nosotros somos parte de la misma. Hace una veintena de días empezaba la Cuaresma y el año venía rodando por el calendario con normalidad. Y, sin embargo, a un ritmo vertiginoso se ha ido torciendo todo, se ha instalado en la sociedad el maldito coronavirus y han comenzado a anularse citas, eventos y fechas que jamás habríamos supuesto. De entrada estamos en Estado de Alarma decretado por el Gobierno, con serias medidas restrictivas y de confinamiento. No podemos salir a la calle salvo a lo más primario y necesario. Se han suspendido las Fallas, se ha suspendido la Semana Santa, se ha aplazado la Eurocopa y lo peor es que nadie sabe hasta cuándo va a durar esto y, desesperante, hasta cuándo no volveremos a tener normalidad y vida cotidiana. ¡Qué cantidad de sueños se están tornando en pesadillas! Para cada uno el suyo. El costalero que no se estrena, la novia que cancela su boda, el familiar que no puede viajar al entierro de un ser querido, el matrimonio de ancianos que de repente ingresan ambos en el hospital y, sin despedirse, quizás no vuelvan a verse, el abuelo que no conocerá a su nieto y mil más. Hay de todo y cada cual peor. Volverá a salir el sol, sin duda, pero hasta entonces la historia seguirá escribiendo negros renglones y nosotros seremos protagonistas de ello, por desgracia.
Y entre tanto este loco que hoy redacta sigue descontando días para la Gloria. Ni que decir tiene que en mi perfil, faceta y oficio de cofrade arraigado la Gloria llega el Domingo de Ramos, pero me paso viviéndola y soñándola las otras cincuenta y una semanas del año que no son la Semana Santa pura. Y más aún en estas fechas de intensas vísperas en las que el Perchel ya huele a Dolores y en San Pedro se perfila el Nazareno para iniciar su bendición al pueblo desde la empedrada y querida rampa. Ya tenía mi plan hecho para otra Semana Grande maravillosa y esperada. Tenía mi Cuaresma organizada y mi agenda de Ciudad Real y de Sevilla estudiada a la perfección. Y ha quedado todo reducido a la nada desde ya. Este año se me ha acabado el poner voz a las cofradías en la radio, el pasar una velada de Jueves hablando de mi pasión favorita, el debate post ensayo, el... el... Todo. Todo se ha acabado y sigo asumiendo la llegada de la Semana Santa más rara que voy a conocer. Y sin nada previo desde ya. Ni traslados, ni besamanos, ni funciones, ni nada de nada de nada. Los costales no saldrán más de casa en esta Cuaresma, los billetes de tren han sido anulados y la reserva de mi hospedaje en mi amada Híspalis ha sido cancelada. Lloré amargamente y aún lo hago cuando menos lo espero desde el confinamiento de mi casa que me impide algo tan cotidiano como es darle un beso a mis padres. Nadie sabemos lo ricos que somos hasta que nos rompen la rutina. Pero sigo contando días para la Gloria, por supuesto. No todo es que salgan las hermandades y cofradías y poner los pasos en la calle. El palo ha sido enorme pero hay que seguir. El Domingo de Ramos va a llegar y estrenaré algo como dice el refrán. Los Viernes que restan de Cuaresma seguiré haciendo platos de vigília y subiendo la foto a las redes sociales como llevo años haciéndolo. Mi famosa cuenta atrás diaria seguirá luciendo por mucho que haya personas, inclusive los "muy y mucho cofrades" que me digan que sin cofradías no hay Semana Santa, que estoy de cachondeo o que este año no llegará la Gloria. Pues bien, el Jueves Santo será Jueves Santo con procesiones o sin ellas y el Viernes Santo comeré bacalao con tomate como llevo haciendo desde que tengo uso de razón y memoria. Esta es una Cuaresma atópica y lo que está por venir será duro, muy duro y diferente. Pero será y lo viviré como venga. Mi raza costalera me hace ir siempre de frente. Lo vengo haciendo y así seguiré. ¡A la Gloria!

"LA SEMANA SANTA VOLVERÁ. LO IMPORTANTE ES QUE ESTEMOS TODOS"


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