miércoles, 14 de octubre de 2020

ALGUNAS ANÉCDOTAS QUE ME OCURRIERON EN EL CAMINO DE SANTIAGO

Hoy tengo ganas de recorrerlo, de estar en él, de sentirme sólo en mitad de su trayecto, de descorchar una botella de sidra con peregrinos que seguramente jamás vuelva a ver, de intercambiar palabras con alguien de quien no conozco ni su nombre, de horadar con mis pisadas sin saberlo una piedra que ya han pisado miles de personas, millones tal vez, de bajar hacia Roncesvalles, de subir al Alto del Perdón, de divisar Burgos, de coronar la Cruz de Ferro, de recorrer sin vuelta la escalera de Portomarín, de meter los pies en las frías aguas que nos brinda Ribadiso y de llorar, otra vez, de alegría y tristeza conjunta al llegar al centro de la Plaza del Obradoiro. ¡Cuánto te quiero, canalla! Te recuerdo y me vienen a la mente también anécdotas imborrables, de las que por más que las repita siempre me arrancan la risa, de las que me hacen desearte aún más y combatirlas in situ, aunque cuando ocurren sean quisquillas pero por dentro se liguen entre los nervios y la sonrisa. Y estos días que estoy en la lucha contra los imprevistos y el calendario para verte de nuevo, que he vuelto a las andadas del pensamiento y de las piernas, que me quiero aprovisionar de telas para nuestro reencuentro porque será gélido no por nosotros sino por el tiempo, me bullían en la sesera algunos recuerdos que debía plasmar para vivirlos de nuevo. Anécdotas del Camino...

Año 2010, Año Santo Xacobeo, cuando nos conocimos donde la Plaza de Quintana rebosaba gente para abrazar el busto de Santiago. Y debe ser ésta la primera anécdota. Entre cientos de peregrinos con sus ropas viejas que hacían cola para pasar a la Catedral me encontraba yo, vestido de traje y corbata, recién salido del Juzgado de la Coruña y aterrizado en Santiago en autobús. Ni un kilómetro andado y era el objetivo de las cámaras como cuando se cuela un garbanzo en un saco de lentejas. "¿Y tú qué haces aquí? ¿De dónde vienes así vestido? A ver cómo te explico...". Cuando ese mismo año, en Septiembre, llegué yo a Santiago tras mis cinco primeras etapas, (cinco nada más que no sabía si las aguantaría, cinco nada más que no sabía si te querría o te odiaría, cinco nada más que me vence más la duda que la aventura, cinco nada más que ya las he recorrido más de cinco veces después empezando muy atrás, cinco nada más que grabaron a fuego en mi alma mi querido caminito de Sarria a Santiago), me puse en la cola de nuevo. Ya estaba como ellos, vestido de peregrino, con los pies cansados y la ropa entre más usada que vieja. Me vi a mí mismo meses atrás en esa cola vestido de traje y me reí lo que no está escrito. ¡Vaya nota dí! Comencé a sonreír, a querer ahogar la risa y terminé entre carcajadas yo sólo y mis motivos. Risa contagiosa que se fue expandiendo. Una peregrina me preguntó: ¿de qué te ríes tanto de golpe? Y le dije que de mí mientras seguí riendo y le contaba el por qué. No sé si se quedaría muy conforme pero al rato me señalaba y se reía la gente con la que hablaba. ¡Lo que hace ser el nuevo! Anécdotas del Camino...

Camino Aragonés. Verano de 2018. Unos pueblecitos con una media de cuarenta habitantes cada uno. Ni miento ni exagero. Ahí están las guías. Llegamos exhaustos a Arrés, un pequeño municipio de Huesca que está escondido en el Monte Samitier. El albergue lindaba con una pequeña plaza a sus espaldas donde se había preparado un escenario y algunos altavoces grandes. ¿Esto qué es? Son las fiestas del pueblo y esta noche hay jaleo hasta las 04;00. ¿Cómo? Me voy de aquí. ¿Cuál es el siguiente pueblo? Uno que se llama Martés, no tiene albergue pero hay una casa rural llamada la Pardina del Solano. Allá que voy, así aprovecho y me afeito. Y llegué. Y tras amoldarme y demás me puse a afeitarme. A ver, Camino de Santiago, neceser, sólo una cuchilla de afeitar. Importante detalle. Y en una de éstas que sacudo la cuchilla en el lavabo, la muy p.ta se desprende del agarre y se cuela por la tragadera. ¡Mierda! Media cara afeitada y la otra media a medias, dícese, luces y sombras como en los buenos teatros. ¿Dónde voy yo así? Tengo la cara cual tablero de ajedrez y el bigote entre Franco y Cantinflas. ¡Posadero! ¿Hay tienda en este pueblo? Aquí no hay nada. Hasta que no llegues a Puente la Reina no podrás afeitarte bien, vaya cuadro te has hecho. ¿No jodas? ¿Tengo que ir con la barba como un trigal mal segado varios días? El cachondeo va a ser fino... Y así fue. De Martés a Puente la Reina me quedaban cuatro etapas, pasé por Sangüesa entremedias que es pueblo grande y con servicios, pero era Domingo y estaba todo cerrado. Ví las cuchillas desde el escaparate mientras mi media barba se reía. Y no, no encontré donde comprar una mísera cuchilla ni en Artieda, ni en Ruesta, ni en Undués de Lerda, ni en Izco, ni en Monreal, ni en Tiebas, ni en ningún sitio de los que atravesaba el Camino. ¿Qué habrá gente que no vuelva a ver que me recuerde como el medioafeitado? Pues seguro. Pasada la vergüenza inicial me reía hasta yo. Y en Puente la Reina, efectivamente, me afeité cuando ya ni se notaban los trasquiles. Anécdotas del Camino...

Año 2012. Iniciamos la aventura en Ponferrada. Llegados a Palas de Rei nos alojamos en el Albergue Mesón de Benito. Le tengo un cariño especial y dispensan buen vino con el menú. Mi padre y Jesús se fueron a echarse un rato la siesta. Me quedé con Albertucho agotando la botella de vino y la mesonera nos invitó a otra. Danger. Peligro. Pupita. La botella fue menguando a la par que la chispa fue aumentando. Alberto y yo entre risas comentando cosas del Camino, la botella vacía y la mesonera nos dice que de qué queremos el chupito. Es decir, no nos preguntó si queríamos un chupito, dio por hecho que nos lo íbamos a tomar. Correcto. Minipunto y punto para ella. Un fuerte aplauso y el juego del programa. Nos puso un chupitazo de licor de hierbas que para eso estábamos en Galicia. Brindamos, nos lo bebimos y fuimos a lavar la ropa con un estado etilíco-eufórico resultado del cansancio peregrino y de los efluvios ingeridos. Había más gente para lavar haciendo cola y nosotros, muy contentos y afables, nos ofrecimos a lavar la ropa de todos y que se marcharan a descansar. Nos alertó el alberguero de que no metiésemos los ropajes blancos y ya separados junto con la ropa de color pues, aunque en el Camino todo se mezcla en esas lavadoras albergueras, una peregrina hubo advertido de que una camiseta roja suya desteñía mucho. Claro, con la caraja del vino dije "sí, padre" y acto seguido metí todo junto. Cuando Alberto me avisó de lo que había hecho ya era tarde. El bombo de la lavadora giraba ya cogiendo agua. El desfile de calcetines, camisetas, pantalones, calzoncillos, braguitas y tangas que salieron teñidos de color rosa fue digno de ver. Creo que no nos regañaron mucho (tampoco me acuerdo muy bien), fue un percance que subsané con buena fe y algunas peticiones de perdón (si bien me meaba de risa). Los días siguientes cuando en los albergues veía una prenda rosa decía "¡¡esa la lavé yo!!". Y no fallaba. Anécdotas del Camino...

Y podría contar muchas más, pero algunas prefiero guardarlas para mí, otras las saben quienes las tienen que saber, otras quedarán diluidas en el tiempo y otras asaltarán mi memoria cuando ellas quieran regalándome un rato de ocio, nostalgia, recuerdos y sonrisas. Aquella vez que una paraguaya decía que había subido el Cebreiro con sandalias para notar los efluvios de la Madre Tierra... Aquella vez que hice el Camino con mi mujer y fui feliz explicándole en cada sitio mis vivencias anteriores... Aquella vez que harto de pacharán me confundí de litera y me dejé caer encima de un chino, koreano, japonés o lo que fuera... Aquella vez que una peregrina alemana siempre, siempre, siempre, preguntaba cosas raras a Iñaki y éste le respondía "Astorga" a todo... Aquella vez que al llegar a Santiago de Compostela estaba Gemma, mi mujer, con nuestra hija en brazos esperándome en pleno centro del Obradoiro... Aquella vez que en un restaurante no tenían frutica española y mi padre no quiso comer postre... Aquella vez en Carrión de los Condes que con unos vinos de por medio unos bicigrinos sevillanos habían hecho un tramo lleno de chinos gordos y esos eran los del sumo y éste puede ser de pera o de naranja... Aquella vez que... En fin, espero que el Camino y yo volvamos a vernos pronto, antes siquiera que acabe el año y vuelvan a ocurrir algunas. ¿Algunas qué? Anécdotas del Camino...

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