martes, 29 de abril de 2025

LEYENDA QUE ESCONDE EL BLUETOOTH

Hoy traigo una entrada curiosa y cultural. Todos estamos ya acostumbrados a oír, convivir y usar (tanto en lenguaje como en utilidad práctica y real) la palabra "Bluetooth". No es de extrañar, pues la misma viene coexistiendo con nosotros desde el año 1999, cuando la compañía Ericsson lanzó al mercado una tecnología que venía desarrollando desde 1994 como alternativa para conectar dispositivos móviles sin usar cables. A día de hoy estamos plenamente familiarizados con ella y la usamos de manera automática, mecánica y casi inconsciente en nuestra vida rutinaria mediante el uso de auriculares inalámbricos, la conexión del teléfono móvil con la radio del coche, el envío de documentos del ordenador a la impresora, etc. Pero el nombre en sí (y con poco dominio del inglés que tengas, querido lector y amigo del Rincón, te habrás dado cuenta), nos chirría, pues la traducción literal es "diente azul" y ¿qué tiene que ver esa denominación con la utilidad real de la tecnología que representa? Pues justo de eso vengo a hablar hoy. De la leyenda y simbología que esconde el nombre Bluetooth, del origen de tal nomenclatura y de cómo surge el símbolo que lo representa y qué significa el mismo. Yo, desde luego, no tenía ni idea de tal leyenda y, cuando descubrí la misma, decidí al instante plasmarla en este "periódico de internet", como así llamaba mi abuela a este humilde blog cuando le decía, hace más de diez años, que escribía y contaba cosas en él, para mí y para compartirlas con quien a bien tuviera leerlas. Espero descubráis en estas líneas algo nuevo y desconocido y os guste lo que hoy narro.

El bluetooth es un protocolo de comunicaciones para dispositivos de bajo consumo que se comunican a través de radiofrecuencia. Pero su nombre no tiene nada que ver con la tecnología. Absolutamente nada. El nombre de "bluetooth" proviene del rey danés y  noruego Harald Blåtand Gormsson, quien fue conocido por unificar las tribus danesas y noruegas y convertirlas al cristianismo. Todo surge cuando Jim Kardach, ingeniero de Intel, estudiando la tecnología de unificar la comunicación inalámbrica y, coincidentemente, en sus ratos libres, estaba leyendo el libro "The Long Ships" que narraba las hazañas del rey Harald, conocido como "Bluetooth". De ahí, por los paralelismos entre la unificación que hizo el monarca y la búsqueda de unificación que estudiaba la nueva tecnología, se adoptó tal nombre. Y hay más. ¿Os habéis fijado en el icono? Es, cuanto menos, curioso. Lógico. El símbolo de bluetooth es la unión de dos runas de la escritura vikinga, la H y la B, iniciales de Harald Blåtand, cuyas grafías son ᚼ y ᛒ. Unificando ambas (de unificaciones va la cosa), se obtiene el símbolo que tan interiorizado tenemos ya en nuestro día a día a base de verlo una y otra vez en muchísimos dispositivos y aparatos electrónicos. La leyenda no nos deja indiferente a nadie por su origen: una combinación de historia y simbología nórdica.

Y todavía queda lo más curioso. ¿Por qué se conocía al rey Harald Blåtand Gormsson como "Bluetooth"? Ya he mencionado al principio que ese vocablo inglés se traduce como "diente azul". Y podéis imaginar el motivo. Harald "Diente azul", como fue conocido el mismo, según la leyenda tradicional tenía un diente cariado que, debido a la enfermedad dental, tenía un tono azulado. En ello radica el mote que ostentó el monarca y que quedó recogido en la literatura al versar sobre él como "Harald Bluetooth", por lo que, el antes mencionado Jim Kardach, propuso para la tecnología que se estaba estudiando el nombre de "Bluetooth", cosa que fue aceptada y quedó para la historia. ¿Quién le habría dicho, en su día, al rey Harald Blåtand que su apodo serviría más de mil años después para llamar así a una novedosa tecnología inalámbrica? La vida no deja de sorprendernos y de regalarnos cuestiones tan llamativas como la que hoy os cuento. Ya sabéis cuando compréis unos altavoces, un móvil, unos cascos, un monitor o cualquier aparato que tenga tecnología bluetooth que el nombre de la misma procede del mote de un antiguo rey vikingo y que sus iniciales, escritas en runas y fusionadas, son el simbolito que figura en el dispositivo que sea afirmando que goza de tal protocolo de comunicación. 

Por cierto, en 2018 tuvo lugar en Alemania un sorprendente hallazgo. Se encontraron más de seiscientas piezas entre las cuales había monedas de plata, perlas y piezas muy delicadas de orfebrería (entre las que destacaba un Martillo de Thor). Es el mayor tesoro vikingo encontrado hasta la fecha y había sido enterrado hacía más de mil años por el primer rey nórdico que accedió al trono por legítima herencia. Era el hijo del monarca vikingo Gorm "el Viejo" y se le conoció como "Diente azul". Fue el rey cuyo símbolo contemplan hoy millones de personas en todo el mundo cada vez que usan su móvil, ordenador o tablet: Harald Blåtand. ¡Larga vida al rey! ¡Y larga vida al bluetooth! ¡Anda que no es recóndito el origen de todo ello! Y yo viéndolo a diario y sin saberlo. Espero que hubiera alguien que no lo supiera y lo haya descubierto hoy leyendo el Rincón. Hasta la próxima, amigos.

miércoles, 23 de abril de 2025

MI SEMANA SANTA 2025

Me gusta que llegues, pero me gusta más oírte llegar. Sabías que ibas a ser muy especial y me has dejado unas vísperas preciosas. "Se ha pegado toda la Cuaresma llorando", como ha dicho mi hermana más de una vez. Y es que llegaba una Semana Santa que marcaría en mi vida un antes y un después. Mi primer recuerdo cofrade es contando con seis años de edad, en la calle Altagracia, vistiendo la túnica de la Hermandad de la Santa Cena donde todo empezó para mí. Pocos años después comencé en el mundillo de la música cofrade, tocando la corneta en la banda de dicha hermandad. Y con tan sólo catorce años debuté en el oficio más bello del mundo: el costal. Eran otros tiempos, los pasos no pesaban lo que ahora y las cosas se hacían de otra manera. De aquella manera. Desde entonces hasta hoy han pasado treinta Semanas Santas sin faltar a mi cita con la arpillera en la Hermandad de la Flagelación. Y el privilegio que me ha dado el Señor de la Bondad ha sido librarme de todo mal que me impidiera pasearlo, haciendo que haya llegado a ser el primer costalero en la historia de la hermandad que ha alcanzado la cifra de tres décadas ininterrumpidas bajo el paso de misterio. Hay un único costalero en la cuadrilla que lleva más tiempo que yo, pero el servicio militar le impidió pasear al Señor un par de años. Y otro costalero que entró en la cuadrilla el mismo año que yo, faltó un par de años por cuestiones médicas. He sido un afortunado total. Y tras haber sido así durante más de las tres cuartas partes de mi vida, este año llegaba mi retirada del costal, lo que convertía a la Semana Santa de 2025 en muy especial, sentimental y emotiva para mí, a la par de dejarme huérfano en el modo de vivir los Miércoles Santos a partir de ahora, pues no sé hacerlo de otra manera que estando con costal y faja debajo del paso de la Flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad. Miles de vivencias y recuerdos y cientos de lágrimas han recorrido mi mente y cuerpo esta Cuaresma. Y también lo han hecho en esta recién concluida Semana Santa. Es un punto de inflexión total en mi vida cofrade que ya nunca jamás volverá a ser igual. Pero estoy feliz. Muy feliz.

Así pues y tras disfrutar de las vísperas lo más grande, llegó un nuevo Domingo de Ramos donde este año me iniciaría en el terno negro en la Hermandad del Prendimiento. Y tuve tres fortunas que para mí se quedan: volver a ver a mi hija en las filas de nazarenos de los niños de la cofradía, tocar el martillo del paso a los pies del Camarín de la Patrona y sentirme querido por todos aquellos que pasean al Rabí de los Ángeles imprimiendo con su costal el bamboleo flamenco de su túnica. Cuadrilla que tuvo a bien hacerme un reconocimiento por los treinta años de oficio costalero que reposan en mi cerviz y a los que siempre estaré agradecido. Un Domingo de Ramos para mí precioso, sin duda. Empezó con la Hermandad de las Palmas abriendo la Semana Grande y llevándose la pobre un chapetón de agua que la obligó a volver a casa. Y culminó con la Coronación y el Prendimiento, por la tarde, sin incidencia alguna y haciendo disfrutar a toda la Ciudad Real cofrade. El Lunes Santo se antojó lluvioso. Y mucho. No recordaba en mi vida haber visto suspender el Vía Crucis hasta este año. Una intensa manta de agua obligó a ello. El Martes Santo volvió a jugar malas pasadas y barruntaba agua que finalmente cayó de forma inesperada en ese momento, pues no era ahí cuando se la esperaba. Las hermandades de Medinaceli y la Esperanza no salieron a la calle y la de Las Penas que sí lo hizo cuando media hora antes de su salida le comunicaron que no había riesgo inminente previsto, se mojó lo más grande a escasos ciento cincuenta metros del Convento del Carmen. Acertada decisión de todas ellas tanto en no arriesgarse como en asumir riesgo cuando las fuentes te dicen no haberlos. Es muy fácil emprender la crítica hacia cualquier decisión, pero lo que necesitan las corporaciones es ánimo, aliento y respeto.

Y llegó el día. Mi adiós al costal. Son momentos que han de pasar y que por más que queremos que no lleguen dependen de algo que es indominable: el tiempo. Mentiría si dijera que no lloré de nuevo amargamente al cumplir mi ritual forjado en treinta Miércoles Santos. Preparé mi equipo de costalero por última vez sabiendo que me he entregado todo lo que he podido y me dispuse a disfrutar. Me di cuenta que hice bien en anunciar mi despedida y abrazar a la que siempre será mi cuadrilla en el último ensayo en vez de esperar al gran día. De haberlo hecho así, no habría exprimido las últimas chicotás de mi vida con plena felicidad y habría restado importancia a quien realmente es el protagonista: el Señor de la Bondad. Todo se había consumado y sólo quedaba pasearlo por última vez rodeado de costaleros con mayúsculas de los que muchos hemos crecido juntos bajo ese paso. Todo por Él. Bajo sus maderas me hice hombre, padre y costalero. Saboreé cada zancada, cada chicotá, cada levantá. Y la sonrisa permanente por todo lo vivido y por tener a hija Claudia a mi lado. Es hermana desde el día que nació y juró las reglas de la Bondad y el Consuelo en mis brazos cuando tenía un mes y cinco días de vida. Y ese día, justo después, fui el pregonero de mi cofradía. ¡Anda que no es grande la Bondad de Dios! La última vuelta que pude disfrutar en el zanco izquierdo fue llevando el paso de la calle María Cristina a Feria y sonando la marcha Soledad de San Pablo. Sones rancios, eternos, para un Miércoles Santo de ensueño. Y aunque llegó la lluvia de nuevo no me impidió pasar por las Puertas del Cielo. Al arriar el paso por vez última me quedé sólo y en silencio. Y lloré otra vez por haber sido costalero. Llevé una rosa a la Plaza de Santiago Nº 2, Convento de las Hermanas de la Cruz. La dejé en su puerta, me arrodillé y di gracias de nuevo. Treinta años de oficio poniendo el sello. Estoy feliz y satisfecho. Poco a poco hubo llegado el momento.

Y con una enorme marejada de sensaciones amaneció el Jueves Santo y cambió el tiempo. Saldrían todas las cofradías. Sevilla me esperaba y yo tan contento. Mi familia, mis amigos, las cofradías, las costumbres, las tradiciones... Y la Esperanza. Siempre la Esperanza. Macarena, por supuesto. Volví a perderme por las calles de Siviglia y a vivir grandes momentos. Ya me vi obligado a ponerme el babero cuando el palio de la Hermandad de los Negritos, la Virgen de los Ángeles, puso boca abajo la Plaza de la Alfalfa al son de "Pasan los campanilleros". ¡Vaya momento! Para paladares selectos. Y, ¿qué decir de las Cigarreras pasando por los Jardines de Murillo? ¡Madre mía! Vi todas las cofradías del Jueves Santo en sitios buenos: Exaltación y Valle saliendo, Quinta Angustia y Pasión entrando y Montesión lanzando cambios. Y en esas horas de la noche que el cielo se torna del color del agua anisada y que la madrugada avanza, busqué al Gran Poder por el centro llegando a la Campana. Silencio, Calvario, Esperanza de Triana. ¡Qué maravilla de noche mágica! Y quedaba el remate por la mañana. Otro año más disfrutando de la Hermandad de los Gitanos y, sobre todo, de mi Señor de la Sentencia y de su Madre de Esperanza. ¡Que se detenga el tiempo cuando un mar de plumas blancas vienen escoltando a Dios por la Resolana! Y que se pare el mundo cuando suena el Himno de la Macarena y nos deja con un nudo en la garganta. ¡Vaya Semana Santa! Viernes Santo que se me mezcla con esos ratos de la muralla y con la salida de las cofradías de la tarde que otra vez me unen a las horas altas. Y otra vez las vi todas: Carretería, Soledad de San Buenaventura, Cachorro, la O, San Isidoro, la Mortaja y Monserrat. No cabe más romanticismo en la jornada en la que, además, cumplo la vigila comiendo el bacalao que hago en casa y en Sevilla aguarda y disfrutando por la noche del pescaíto de los amigos de la Isla. ¡Como debe ser y seguir siendo!

Sábado Santo de cofradías rancias. Comí con los amigos en plena Cuesta del Rosario esperando al Sol que salía por última vez con las túnicas de verde ruán. Allí vimos la primera del día. De allí a la Encarnación que ya llegaba la Hermandad de los Servitas y tras ella la Trinidad, con sus tres pasos: Decreto y Cinco Llagas antes que el palio. Marché luego a uno de los encuentros del año: con mi querido Padre Joaquín, preste y siempre cerrando la Soledad de San Lorenzo. Nos dimos saludos, recuerdos y estampas de tiempos nuevos. Lo quiero mucho. Me casó, bautizó a mi hija y es un hombre bueno. De ahí a la Plaza Nueva a esperar el Santo Entierro. Y vistas las cinco cofradías del día repetí la Soledad por el Salvador y la Trinidad de vuelta. Iba terminando la Semana que cuenta el tiempo al revés y quedaba el último suspiro que es el que da sentido a lo anterior. Y así lo fue otra vez. Domingo de Resurrección y el Resucitado y la Virgen de la Aurora poniendo el broche a las calles. ¡Qué maravilla cerrar la Semana Santa con marchas de agrupación y un palio andando de vuelta! Ha sido una Semana Santa muy especial y disfrutada por mí y, aunque la lluvia me ha robado algún momento que ya nunca se repetirá, ha sido plena en mi interior. Empieza una nueva era. Siempre con mi familia, mi gente, mis hermandades, mis costumbres y Tú, mi Señor de la Bondad. Como diría aquel viejo pregonero: "Todo pasa y todo llega, nazareno del amor, la vida no es más que un seise al que la cambia la voz...".