jueves, 29 de mayo de 2025

ESTE AÑO TAMBIÉN HUBO ROMERÍA

Cuando el tiempo está ocupado (curioso, ¿eh?, pues con ocupación o sin ella siempre avanzan las manecillas del reloj al mismo son) no se pueden atender todas las tareas. Que no es que no se puedan hacer varias o simultanearlas, cuestión que hago desde que tengo uso de razón, sino que no puedo ocupar más el tiempo de lo que ya lo tengo pues una hora dura lo que dura. Que no me ha dado tiempo a escribir antes sobre la romería, vaya, pero que haberla, la hubo. Y tuvo de todo, como siempre. Ya saben ustedes: lumbre, sartén, vino malo para hacer calimocho del que te pone cantarín, amigos, familia, risas y buenos momentos. A mí me encantan este tipo de fiestas simplemente porque las caras de todos los presentes siempre están sonrientes y el ánimo común es pasarlo bien. Y, por supuesto, por mi arraigo costumbrista y tradicional que se ha ido forjando año tras año a través de las vivencias y que tanto me gusta mantener y respetar. Los que me conocen lo saben. Vivo las cosas intensamente y a mi modo, acuñado con la forja del corazón y del sentimiento. Me gusta ser como soy conmigo mismo y me gusta compartir con los demás, de la mejor manera posible, aquello que esté en mi mano. Y hacerlo de las manos de mi mujer, de mi hija y de mis amigos me da la vida. Así es que sí, en las romerías gano vida, pues me lleno de recuerdos, de ratos bonitos, de miradas, de palabras y de pura mancheguía. Más feliz no puedo ser en esos días. ¡Viva la Virgen del Monte!

Me viene a la mente cuando hace cinco años, recién explotada la pandemia, incluso celebré la romería en casa y, gracias a las tecnologías, a través de videollamadas y mensajes logramos pasarlo bien en la distancia. No pude hacer fuego en el salón de casa ni asar chuletas, claro, pero el vino y el whisky jugaron un buen partido y el mal trago casi se convierte en dulce. Y ahora que lo recuerdo, me reafirmo en que la romería (como la vida en sí) me hace feliz por la gente con quien la comparto. Y esa gente lleva años estando y este año no ha sido menos. Va por ella estas líneas de afecto. Dicho ello y con el ánimo limpio y renovado, tal y como quedó tras la celebración de la Fiesta de la Virgen, he de decir que comenzó la misma como viene siendo habitual. Viernes que abre el último fin de semana del mes de Abril y el coche cargado de ilusión, el gorro feo que me regaló mi amigo Narciso puesto en la cabeza de aquella manera, la navaja de campo en el bolsillo, los ingredientes para hacer un buen arroz en el maletero, la mochila con ropa "adecuada" para oler a humo y todos los aperos necesarios para pasar unos días de categoría y repetir, a ser posible, como me gusta año tras año, más de un momento de esos impagables que llena la alacena de los recuerdos y nos llena de satisfacción y alegría.

El sábado nada más levantarme en el Paraje de las Zorreras, allí en el Santuario de la Virgen del Monte, comencé a preparar la jornada adaptándola a los tiempos que atravieso ahora y lo que conllevan. Evidentemente mis "romeras maneras" siempre están presentes, pero no es lo mismo con veinticinco años que con cuarenta y cuatro y siendo padre de familia. Todo es organizarse, encajar alguna pieza y tener ganas de disfrutar. El resultado llega sólo. Cuando era niño miraba a mis mayores cómo se entregaban a la faena de hacer un guiso para todos y su alegría era ver a los demás comérselo. Ahora soy yo el que se mete a los fogones y me llena de satisfacción ver una gran mesa llena comiéndose lo que he cocinado con cariño para todos. La sensación es genial y maravillosa. Este año les hice un arroz un meloso con pollo marinado y setas. Mientras reinaba el silencio entre los comensales porque estaban todos con la boca llena, yo me echaba vino al gaznate y sonreía. ¡Que me gusta a mí un relío de esos! Y lo mejor es disfrutarlo con la gente que quieres (conjúguese "quieres" en todas las acepciones posibles del verbo querer).

Así es que sí, queridos, este año también hubo romería. Ya sabéis que todos los años le dedico unas líneas a tal evento y este año no iba a ser menos. Algunos asiduos lectores de este Rincón las echabais de menos y me lo habéis hecho saber, pero la causa es la que decía al principio, no me ha dado tiempo antes. ¡Carlos! ¡Si es que no paras! No, no paro. No os imagináis todo lo que me ha acontecido en este mes transcurrido entre la Romería y la presente entrada del blog: he celebrado los Mayos con la Hermandad de Pandorgos, he asistido a un Concurso de Hamburguesas a nivel nacional (como comensal, obviamente), he estado varios días en Roma en el Jubileo Internacional de Hermandades y Cofradías, hemos tenido en familia varias excursiones, viajes y eventos, he disfrutado varios partidos y, finalmente, celebrado el ascenso en el Quijote Arena del Balonmano Caserío (mi club, el de mi familia, el de mis amigos) a la Liga Asobal, he tenido convivencia con la cuadrilla de costaleros e, incluso, he debutado en mi primera competición de tiro con arco. Prometo dedicar alguna entrada a algunas de las cuestiones anteriores. Bien merece la pena. Mientras tanto seguiré soñando, entre otras cosas, que el año que viene el último fin de semana de Abril volverá a llenarse el Santuario del Paraje de la Moheda de corros, chozos, tenderetes y lumbres con humeantes calderetas para vivir de nuevo una Romería. Fiesta, la cual, llevo conociendo desde muchos años e inculcando otros tantos, compartiéndola con mis amigos y familia y enseñándola desde que nació a mi hija. ¡Vámonos de romería, papá! ¡Viva la Virgen del Monte!