viernes, 26 de septiembre de 2025

LEYENDA DEL BARBERO Y EL PANADERO DE LA RUE CHANOINESSE

Recién aterrizado de París vengo a contar una de las leyendas que he aprendido en este viaje. La ciudad del Sena, además de ser la ciudad de la luz, esconde también muchos secretos y misterios más bien oscuros y tétricos. Son historias de esas que merece la pena conocer, pues juegan con la intriga de no saber con certeza que hay de verdad en ellas, pero saber que si existen es por algo. Ya dice el refrán que "cuando el río suena, agua lleva"... El caso es que hemos estado en familia una semana en Francia, he revivido mi niñez en Euro Disney y he disfrutado de París lo que no hice de niño, pues lo que entonces era un aburrimiento en mi mente de infante, esta vez ha sido un enorme disfrute cultural. Lo que hacen los años... La paliza física de andar y caminar ha sido igual, pero el enfoque hacia el Louvre, Nôtre Dame, Montmartre, la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo y el Moulin Rouge, por mencionar algo de lo más reseñable visitado, ha sido totalmente distinto. He visto en la cara de mi hija el reflejo de mi pasado. He sonreído y le he dicho que algún día lo entenderá como yo ahora. Se ha encogido de hombros y me ha dicho que "la Gioconda sólo es un cuadro y la Victoria de Samotracia una piedra grande sin cabeza". Ella ha sido más feliz con Mickey, Minnie y las atracciones. Lógico. Yo también lo fui. Cuando pase el tiempo igual que ha pasado para mí, espero volver a hablar con ella de la capital francesa (o visitarla de nuevo) y ver cómo pone interés en su historia, sus lugares y saber, por ejemplo, quién y por qué se encuentra en los Inválidos aquel al que llamaron "Sire". Y, por supuesto, disfrutar juntos de las leyendas que allí se escoden que es a lo que hoy hemos venido en estas líneas y que todavía rumorean los viejos muros cuando anochece.

En estos casos en que la leyenda nace en un cierto contexto histórico que hay que considerar seriamente el mismo, pues envuelve todo el halo de veracidad que pudiera esconder aquella. París, siglo XIV, años 1.300, Edad Media, época de hambruna, miseria y escasez. Estudiantes, jóvenes, universitarios, pícaros y pobre economía popular. Calles pequeñas, luces titilantes, negocios de autónomos, un barbero y un panadero. Sobre esos pequeños mimbres nace la historia que aprendí hace unos días y hoy vengo a compartir...

Parece ser que en la misma y propia Île de la Cité, corazón y centro de París, muy cerca de la Catedral de Nôtre Dame, en la calle Chanoinesse, existían en el siglo XIV dos negocios que lindaban: una barbería y una panadería (boulangerie, como se dice en francés). Los panaderos en aquella época, como en casi todo el mundo (y algunos en la actualidad), además de hornear pan hacían también dulces y repostería y, lo más sofisticados y famosos, incluso ricos pasteles y empanadas rellenos de verduras y carne. Y éste era el caso del panadero que es uno de los protagonistas de la leyenda. Hacía unos exquisitos pasteles que eran conocidos en todo París. Aquel París, superpoblado, donde no eran de extrañar reyertas de estudiantes extranjeros mal bebidos de vino, desapariciones de personas, encontrar cualquier cosa en la basura o la aparición de algún cadáver en las aguas del río y que nadie lo reconociese. Aquel París, medio insalubre, mal cuidado y descuidado, se vio asolado por una falta de materia prima que hizo tambalear la alimentación de la ciudad, puesto que las mejores viandas se destinaban a las tropas de las guerras que había en las fronteras. Pero nunca faltaron pasteles del panadero de la rue Chanoinesse.

A su lado, tenía el negocio nuestro otro protagonista. Un barbero. En aquellos tiempos, los barberos también hacían en su trabajo muchas más cosas que cortar el pelo y arreglar la barba. Sabían extraer una muela, hacer un torniquete, realizar un blanqueamiento dental, operar un forúnculo, hacer tratamientos con sanguijuelas, etc. De hecho, de eso vienen los colores de los postes característicos que se instalan en las fachadas para anunciar el negocio de una barbería: el blanco simboliza las vendas, el rojo la sangre y el azul las venas. Y con la gran cantidad de jóvenes universitarios desplazados de sus países a París a estudiar en la, ya por entonces famosa, Universidad de la Sorbona, al barbero no le faltaba trabajo, ni tampoco nadie se alarmaba de ver restos de sangre en el suelo de la barbería, pues era lo normal por su oficio y práctica. Hasta que un día un perro se pasó días ladrando y aullando en la puerta del local, anunciando que su dueño había entrado en la barbería y no había vuelto a salir. Y esto alarmó a los vecinos y a la policía que vieron al animal desesperado clamando la ausencia de su dueño sin apartarse de la barbería. Y decidieron investigar lo ocurrido, pues ya era muy fuerte y creciente el rumor popular de que cada vez había más desapariciones por la zona. Se adentraron en el negocio del barbero y en la trastienda hallaron algo dantesco.

La barbería y la pastelería que ocupaban los números 18 y 20 de la rue Chanoinesse se comunicaban internamente por una trampilla que conectaba ambos sótanos y el barbero y el panadero se habían aliado en una macabra misión. El barbero degollaba a algunos de sus clientes, estudiantes de los que nadie preguntaría por ellos, los descuartizaba y entregaba al panadero vecino, quien, en los bajos de la panadería, preparaba la carne humana con la que realizaba los famosos pasteles y empanadas conocidos en París por su sabor exquisito y único, arrojando los restos sobrantes al río, cosa común y acorde a la normativa de salud de aquel entonces. Ambos se repartían las ganancias. Fueron muchos los años en que los crímenes quedaron ocultos en aquellos muros que unían los negocios de los protagonistas de esta negra leyenda parisina y, gracias al perro de una de las víctimas, ambos hombres fueron finalmente arrestados y ejecutados por las muertes que tenían a sus espaldas. Se resolvió el misterio de que en el gran período de hambruna y escasez aumentasen las desapariciones a la par que aumentaba la fama de los pasteles del panadero. Hoy en día en aquel lugar hay dos locales con usos bien distintos: un restaurante (el más antiguo de la ciudad) en cuya fachada, repleta de flores, hay un escudo con los colores blanco, rojo y azul, símbolo de los barberos y, al lado, una Comisaría de Policía, la cual ha prohibido las visitas, pues en su interior aún se conserva la piedra sobre la que se dice que el barbero descuartizaba los cuerpos. Esta leyenda demuestra que, aunque al final, todo sale a la luz, no todo es luz en la ciudad de la luz...

miércoles, 3 de septiembre de 2025

UN MARAVILLOSO AGOSTO

Sé que Agosto ha sido pleno cuando no he tecleado absolutamente nada en el blog durante sus treinta y un días por absoluta falta de tiempo. Eso implica que ha sido un gran mes vacacional. Mi mes de vacaciones. Bueno, realmente de vacaciones no. Vacaciones es un período de descanso laboral retribuido. En mi caso, siendo autónomo, no tengo retribución alguna si dejo de trabajar, por que mis "vacaciones" son, simplemente, un parón laboral. Digamos vacaciones y nos entendemos todos. ¡Qué gran mes! Me encanta exprimirlo y este año lo he hecho pero bien. Arrancó el mes, sin fallar a su cita, en la noche de la Pandorga. A las 00;01 estaría yo rodeado de tradición y folclore seguramente con un vaso de limoná en la mano y, tan sólo horas más tarde, cerca de las 06;30 de la mañana con la mochila a la espalda dispuesto a recorrer otra vez mi querido Camino de Santiago. Me despedí de mis hermanos pandorgos iniciando la madrugada y siendo madrugada aún ya iba en un tren rumbo a Madrid. Así empecé Agosto, a tope, indicándole cómo lo iba a consumir sin desperdiciar ni un segundo. Y lo nombro con mayúscula porque lo uso como nombre propio y le hablo de usted por todo lo que me regala. De modo que en su mismo día 1 que empezó con garbanzos torrados, a mediodía me encontraba ya instalado en la Hospedería de Peregrinos en Oviedo y con un plato de fabada y posterior cachopo delante. Marché a recorrer el Camino Primitivo por aquello de que "Quien visita a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al Señor", aunque realmente marché porque a ese Camino le tenía ganas, había oído hablar de su dureza y era un reto a cumplir y superar, siendo este año perfecto para ello y en el que consumiría más de la mitad de Don Agosto.

Así pues, el día 1 lo dediqué a viajar y a caminar los días que van desde el 2 de Agosto hasta el 15 de Agosto, día de la Virgen del Prado y día que llegué a Santiago de Compostela habiendo cumplido y superado los avatares del Camino Primitivo en catorce etapas. Volví a mi Civita Regia el día 16, recién iniciadas las Ferias y Fiestas y habiendo explotado ya con botas, mochila y bordón, un poco más de medio mes. Me encanta. Gasto la mitad de las vacaciones levantándome entre las 05;00 y las 06;00 de la mañana, cargando una mochila de unos 9 kilos, pateando montes llenos de desnivel hasta la hora de comer, pasando calamidades y duchándome y durmiendo en albergues de peregrinos rodeado de extraños. Estaré loco, quizás, pero soy feliz así, desconecto de la mundanal rutina y, creedme, estoy donde quiero estar y tengo tranquilidad y alegría. Digo yo que si no fuera así no lo haría y llevo quince años gastando días de Agosto en ello. De hecho, todavía flotan en mi cabeza Grado, Salas, Tineo, Pola de Allande, Berducedo, Grandas de Salime, etc, y ya pienso en qué Camino o tramo recorreré el año que viene... Pues eso. Que volví para la Feria y la disfruté mucho. Y eso que salí poco. No sé si es porque los años pasan, porque mis gustos cambian o por un poco de todo. Pero lo conjugué diferente y disfruté mucho. No me faltó ni mi familia, ni mis amigos, ni mis aficiones. Y eso para mí es la vida misma.

La Feria 2025 ya es un bello recuerdo. Mi hija y yo ganamos, cada uno en su categoría, el Trofeo de Tiro con Arco. ¡Un regalazo de la vida! El que escribe, desde niño, siempre ha estado enamorado de los arcos y las flechas. Mi película favorita era Robin Hood y aprovechaba cada escapada al campo con mis abuelos y mis padres para abastecerme de ramas y vástagos y hacerme un buen arco y flechas como los de las películas. Imaginación no me faltaba y creatividad tampoco. Con plumas de paloma y clavos viejos logré hacer flechas que volaban bastante bien y se clavaban con  facilidad en maderas y árboles. Y con ramas de álamo, pino y almendro logré arcos más que aceptables. Bien, pues quiso la vida que a mis cuarenta y tantos volviese esa afición a renacer en mí al descubrir que hay en Ciudad Real un club de arqueros al que no dudé en inscribirme nada más conocerlo. Hice el curso de iniciación en Febrero del año en curso, me adentré en el mundillo, mi hija Claudia cogió el gustillo y se animó también a tirar con arco, adquirimos nuestros primeros equipos de arquería (¡¡arcos y flechas de verdad!!), en Mayo fuimos a la primera competición a la que pudimos apuntarnos y, sorpresón, fue tal la evolución que en la Feria ganamos el trofeo. Una preciosidad de experiencia y vivencia que me tenía mi querido Agosto preparada. Tampoco faltaron en las Ferias y Fiestas noches de cacharritos y atracciones con algún botellín a destiempo. Y así exprimí los días del 17 a 22 de mi querido mes vacacional, entre ratitos de alegría compartidos con todos los cercanos en el corazón de la ciudad. Y, por supuesto, bajo la atenta mirada de la Virgen del Prado que me echaría de menos la noche del 14 al 15 de Agosto, pero escucharía mi oración desde Lavacolla.

Los últimos días del mes, en concreto del 23 al 31, encaminados irremediablemente ya a un nuevo curso laboral, los consumí en Fernán Caballero. Es mi refugio y donde no me faltan tareas cotidianas de esas que me entretienen y gustan: podar el seto, repintar la puerta, trasplantar una higuera, limpiar la piscina, etc. Y, entremedias, lumbres y limoná. Eso no puede faltar nunca. Me encanta oír a mi hija bañarse y jugar en la piscina mientras yo estoy preparando los avíos para hacer un buen arroz o unas patatas a la riojana. En el campo y con fuego todo sabe mejor. Y hacer alguna excursión cercana al Pantano de Gasset a merendar, a Malagón a comprar un queso de la fábrica o acercarnos al Sotillo a bombear agua del pozo y rellenar un par de garrafas. Cositas pequeñas que hacen que los días sean grandes. Además, en estos días, se fragua la conserva y cuando en los fríos meses de invierno abrimos algún tarro de tomate o pisto nos acordamos de aquellos ratos a finales del estío. Mi pequeña Claudia se ha pasado muchos días con nosotros en el chalet y ha disfrutado mucho "de la vida campera" como ella dice, con especial mención a la preparación del cumpleaños del Tormento (su tita del alma) en los que ayuda a decorar y ambientar temáticamente la fiesta a celebrar. Algún día hemos disfrutado de las fiestas del pueblo, otro de comida con amigos, otro de alguna receta nueva y así he ido saboreando cada minuto de un mes en el que no tocado ni un papel. Por ello decía al principio que para mí es un mes genial de descanso y, más todavía, cuando ni siquiera le araño media hora para teclear algo. Y quiero teclear, sí. Tengo cosas para narrar...  El mismo día 31, fin de mes, lo pasé gastando hasta el último minuto en el chalet. Y amaneció un nuevo septiembre y me hizo sonreír: hace justo un mes iba de camino a Oviedo. ¡Cómo se ha pasado Agosto! ¡Cómo lo he exprimido a tope! Sí señor: un maravilloso Agosto.