jueves, 24 de septiembre de 2015

TENÍA GANAS DE ESCRIBIROS

Aunque lo intente no lo puedo evitar. Formáis parte de mí, de mis sentimientos, de mi interior y tengo que sacar a la luz lo que me inspiráis porque si no rebosa. Todos los días os tengo en mente, bien por un recuerdo, bien por una oración, bien por una estampa o bien por la esperanza. Y sois el rostro de mi fe, la mirada de mis creencias y la representación de las advocaciones que más aprecio. Y es que sólo entiende mi locura quien comparte mi pasión. Sabia frase entre cofrades que entendemos dichos sentires y compartimos los mismos. Y a la prueba me remito con la práctica de ello: un macareno y un trianero podrán ser muy "enemigos" pero ambos entienden el amor por sus Marías, se comprenden el uno al otro sin compartir advocación y, si alguien que no los entienda se mofase del uno o del otro, ambos "enemigos" se harían amigos cerrando filas en torno al agresor. Y hoy, como loco de las cofradías que soy, tenía ganas de escribiros.


Dios del Gran Poder que habitas en la Plaza de San Lorenzo, dentro de la Trinidad para mí sin duda eres el Padre. El Señor. Sin más. Basta ir a visitarte a tu casa de Sevilla y encontrarse con el Dios mismo. Creo que te sitúas en otra dimensión en la que no cabe la duda y en la que todo es unión. Podremos discrepar entre el Sentencia y el Tres Caídas, entre el Rabí de la Cena y el Soberano ante Caifás, entre el Señor de la Bondad y el Cautivo de los Ángeles, entre unos y otros, todo lo que queramos, pero por encima estás Tú: Jesús del Gran Poder. Eso no hay discusión y a todos nos unes. Dios es Dios. El Señor es el Señor. El silencio hecho puro respeto cuando los hombres que te portan rachean su paso solo se rompe con los trinos de las aves que gorgojean alegremente cuando vuelves a tu casa. Por las calles de Sevilla, Gran Poder, por las calles del mundo, Gran Poder, en mis más profundas oraciones, Gran Poder, omnipresente en la vida y presente en San Lorenzo, Gran Poder. Por eso he empezado por Ti, Dios verdadero. Dios Padre. Sobran más palabras. Con tu nombre basta, Papá: Gran Poder.

Señor de la Cena, Rabí de Galilea con la mirada al Cielo, moreno de ojos verdes que portas el cáliz de la vida, Príncipe de la Cuaresma que no olvido y anhelo de mis sueños costaleros. No sé si realmente sabes bien lo que siento al ver tu mirada elevada y soñar con una nueva primavera, pero eres de las caras que veo cuando rezo el Padre Nuestro. Siempre que voy a la ciudad hispalense me gusta pasar por la calle Sol y acariciar las rejas del Convento de los Padres Terceros, ese umbral donde tanta inocencia dejé y que me permitió pasear al Cautivo de la Blanca Túnica por los continuos desdenes que allí me hicieron. Hágase Tu voluntad. Y así se hizo. Padre, perdónalos. Y acuérdate de mí cuando elevo mi voz buscando clavar mis pupilas en las tuyas fundiendo los tonos verdes de los dos en una nueva esperanza. Hijo del Hombre.



Silencio de Martes Santo y racheo carmelitano. El bamboleo de tu túnica granate plasma la elegancia de los hombres valientes que te quieren y pasean. Porque no sólo eres Maestro de día sino también de noche, cuando no hay aplausos en las calles y cuando los kilos en la cerviz hacen imaginar tu cara impregnando bendiciones en esta ciudad de reyes. Señor de las Penas con la cruz a cuestas igual que el Gran Poder. Tolle crucem tuam et sequere me. El Hijo de Dios hecho hombre que se hace querer porque es un Cristo que está muy sólo. Y sólo, lo dice todo. Cuando se le reza hay soledad. A solas tú y yo, a solas con nuestras Penas, a solas con el Padre, con el Hijo y con el misterio y la fe que nos une. Eres una advocación especial para mí. Aunque representes al mismo Dios que es el Padre Gran Poder y al mismo Hijo, Señor de la Cena, Flagelado de Bondad y Maestro de la Blanca Túnica y otras advocaciones o representaciones más, eres especial para mí. Siendo la misma persona, me gusta desde siempre acompañarte la noche tuya del Martes Santo. Estás muy sólo y sin embargo cada vez estamos más contigo. O al menos los que siempre te fuimos fieles, antes con sorda tambora y hoy con lúgubre sonido de campanas de muñidor.

Cautivo en un Prendimiento de la Barriada obrera de los Ángeles te vistieron con túnica blanca color de la pureza, la paz y la sabiduría. Fue un Domingo de Resurrección cuando viendo a "tu hermano" por las calles de Sevilla me llamaste a ser tu costalero. Estaba claro que mi hueco en el Rabí no llegaría pues fui negado más de tres veces al alba. Y viéndote triunfal en el Palacio de Dueñas me embaucaste con tu mirada presa y tus manos cautivas, llevándome flotando en el vaivén de tu túnica a ser tus pies con la amistad a mi vera y tras el paso. Y he disfrutado mucho y sigo haciéndolo. Y te quiero como el Hijo que representas en el misterio alegórico y te oro por la Salud de una madre que aguardo con esperanza (¡cómo si no!) que lo sea en un futuro y traiga un blanco nazarenito en un brillante Domingo de Ramos. Maestro de la Blanca Túnica, te estoy agradecido por la felicidad que me has regalado y te siento cada día más cercano. Cautivo y Salud llevo amarrado a la mano en un lazo azul que hace gala de ser tu hermano.


A ti te dejo para el final. Veinte primaveras siendo tu cuna en la calle dan para muchos momentos de amor costalero y para muchas oraciones depositadas a tus pies junto a la columna donde van tus manos de Rey atadas. Sólo con verte hace dos décadas y media ya me llamaste a la fe. Ya supe que esa sería mi cofradía y que tu serías la imagen de mis rezos. Y así es. Tú eres la cara que veo cuando rezo el Padre Nuestro, aunque vea al Rabí con nostalgia, eres Tú para mí el Rey de Reyes. El Hijo predilecto del que habita en San Lorenzo, es difícil de entender sabiendo que Padre e Hijo sois el mismo, pero Dios hecho hombre eres Tú y el Señor Dios es Él. Así es como lo siento y así es como os quiero. Habrá quien no entienda ni comparta mi sentir, pero es mío únicamente. Mío y tuyo. Contigo he derrochado muchas lágrimas. Y he sido feliz. Y eso es algo tuyo y mío. Y sólo Tú y yo lo sabemos. Y si alguien hubiera entremedias sería la arpillera de mi costal uniendo mi rezo con la madera hacia Ti. Porque la fe es creer y yo creo en Ti: Nuestro Padre Jesús de la Bondad. Para mí, simplemente, Tú.


Y a Ti, ¿qué decirte? No estás en la Trinidad, no estás en el misterio, no eres Padre ni eres Hijo, estás en todos sitios y eres la mujer que dio a luz al Hombre y a la vez eres la Madre del Padre. Tienes muchísimas advocaciones, quizás más que las que goza tu propio Hijo y en cualquier lugar eres patrona. Unos ven una cara al rezar el Ave María, otros ven otra. Unos reflejan su fe en una corona, otros en un manto. Yo no tengo duda tampoco de cual es mi advocación mariana. Todo aquel que me conozca tan sólo un poco lo sabe. Esa mujer a la que llamo "Mamá" y que tengo necesidad de ver cada cierto tiempo, esa mujer que vive en San Gil al amparo de un Arco y una muralla, esa mujer que reparte Esperanza cada Madrugá de Viernes Santo, esa mujer que tiene cinco verdes esmeraldas en la pechera que recogen las oraciones del mundo, esa mujer que por un perfil sonríe y por otro llora, esa mujer morena que lleva por nombre el nombre del barrio que le da nombre: Macarena.

Tenía ganas de escribiros. Me hacía falta. No sé si por daros gracias o por pediros algo. Simplemente os tengo presentes y de vez en cuando me gusta dedicaros un ratito. A las amistades hay que cultivarlas y más aún si eres su hijo. Y no me gusta ir a San Lorenzo o la calle Bécquer Nº 1 siendo un desconocido. Aquí gozo de las Penas, del Cautivo y del Dios de la Bondad pero en aquellas tierras de Sevilla, además de a mi Rabí, tengo a Papá y a Mamá.
He dicho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario