lunes, 11 de junio de 2018

SIETE AÑOS CASADO

Pues sí, pues sí. Siete años han pasado ya desde que Gemma y yo nos uniéramos en matrimonio y venía mascando el narrar en unas líneas lo que significa vivir bajo su yugo, digo... contar estos entrañables años de feliz vida como esclavo, digo... como marido. Entended mis deslices al escribir pues no es fácil teclear estando pendiente de que se abra la puerta de la habitación y entren dos sicarios con afán de malherirme por órdenes de mi dueña y señora, digo... de mi mujer. Y es que aunque ser letrado sea mi oficio ya se ha encargado ella de la total destrucción de pruebas y de tenerme bajo el prisma de la mirada inquisitorial si susurro que quiero un pacharancito para aliviarme de las penas que me causan sus torturas, digo... anécdotas de la convivencia. Intentaré desplegar en este humilde Rincón lo que ha venido conllevando esta suma de años igual a los enanitos de Blancanieves estando sometido al régimen dictatorial e imperativo de una cruel esposa, digo... estando felizmente casado con una alegre y risueña mujer que me ha dado mil disgustos, digo... alegrías a raudales y momentos inolvidables. Sirvan las fotos que iré intercalando en el texto como contundente acreditación de las calamidades que paso desde que estoy casado con mi chiquitilla.

Quien sea fiel lector recordará (y si no, puede buscarlo aquí en el blog) un artículo que escribí cuando se cumplió el primer aniversario de la boda. En él ya reflejaba todos los descubrimientos que había ido haciendo de mi nuevo estado civil a lo largo de los primeros 365 días del mismo. Y, bueno, ahora algunos han sido favorables y otros no. Descubrí que paso muy bien la aspiradora. ¡Qué orgullo! ¡Cómo la manejo! Llego a todos los rincones, le limpio los filtros, dejo la tarima impecable...Y esto, esto no es favorable porque ahora me toca a mí hacerlo siempre. Mal descubrimiento. Descubrí también que el mando de la televisión además de cambiar los canales evita discusiones. Sí, sí. Es verídico. Cuando la señora que convive conmigo, sí, esa, la que tiene el anillo único de Tolkien para doblegarme, cuando esa señora decía, se enfada, aprovecho y le doy el mando de la tele y le digo "pon lo que quieras, total yo me voy a dormir..." y, oye, maravilloso. Ella se pone sus películas esas románticas que además favorecen más aún mi sueño y yo me dedico a soñar tranquilamente con la Macarena por calle Parras o con un mini de calimocho fresquito a la sombra de un olivo en una tarde de romería. ¡Qué gran descubrimiento ese.
Pero también estos siete años dan para tomar conciencia de otras tantas cosas. Si tras un año de casado las salidas nocturnas se redujeron en un 90% ahora que ya hace siete años de las nupcias dichas salidas se han reducido en un 99,99 periódico%, esto es, que queda un margen del 0,01% en el que habita la esperanza que es lo último que se pierde y en el que, con suerte, presentado la instancia por escrito, superando altas pruebas de todo tipo de tribunales, haciendo una gymkana americana en tiempo récord, depositando cuantía suficiente en concepto de indemnización, sanción, intereses de demora y posibles costas de ejecución y tras el veredicto final del aquelarre celebrado en la Noche de Beltane por las vecinas en el portal, si se alinean los planetas puedes obtener el beneplácito de salir a tomarte un mosto. ¿Qué esperabais? ¿Obtener licencia para salir de copas hasta altas horas de la mañana? Sois unos cachondos. Conformaros con un chupito de manzana sin alcohol tras la paella de los Domingos y no olvidéis pasar la aspiradora. De copas, dicen. ¡Ay, Señor! Mi 100 Pipers...



A cambio de todo ello hemos sido padres. Y eso sí es lo más grande. Tiene mi niña Claudia casi 16 meses. Y ese es el tiempo que llevo sin dormir, con la espalda rota, cambiando pañales, limpiando cacotas, con visitas de pediatras, con citas de vacunas, limpiando la cocina de salpicones de potito, preparando biberones de madrugada, recogiendo juguetes del suelo, etc, etc. Lo más grande. No hay duda. Cuando llego a casa hasta las partes pudendas de un duro día en el trabajo y me toca litigar con Gemma la cual, siempre, siempre, siempre, de una manera u otra tendrá algún motivo para regañarme por algo y litigar también con los llantos de una bebé... sonrío. Sonrío mucho porque es lo más grande como decía. Porque es el hogar y la familia que estamos construyendo. Porque es la mujer que me dijo "Sí, quiero" aguantando mis tonterías y mis formas de hacerla de rabiar como este texto. Y la que aguanta mi eterna Cuaresma durante todos los días del año y me lava y me plancha los costales sin quejarse. Y la que no se cansa de oírme hablar de cofradías o al menos no lo demuestra. Y la que pone cordura a mi locura manchega y mi amor a mi tierra y sus costumbres. Y la que soporta mi amor por el Camino de Santiago y que todos los veranos me marche a patear la Ruta Jacobea unos días. Y la que consiente mis excursiones a Sevilla y mi calendario cofrade en su más amplio sentido. Y la que me ayuda cuando las cosas van mal. Y la que me ha dado mil lecciones de fortaleza, saber estar, integridad y avance. Y la que me ha regalado a mi hija. Y la que me acompaña sin dudarlo aunque no le guste el destino. Ya os decía que las fotos eran contundentes.

Y eso compensa todo lo malo si es que lo hubiera. Incluso compensa vivir bajo el miedo de que aparezcan los sicarios contratados por la malvada y perversa dueña de la casa, digo... por Gemma y me avasallen a latigazos por resumir mis siete años de casado en calamidades y penurias, digo... en miles de momentos felices que han llegado finalmente. Cuando nació #MiNiñaClaudia todo cambió. Me dan igual las horas que pase con la aspiradora como compañera, las veces que tenga que limpiar la cocina, los horribles recuerdos sufridos con Gemma como protagonista (la pobre mía) hasta que llegó la niña, las veces que tenga que dar arcadas cambiándole una cacota y las ataduras y limitaciones que supone tener un bebé en casa. Es lo más grande. Llegar a casa y que te dedique una sonrisa y te diga "papá" no tiene descripción, ni precio, ni comparación. Y abrazar a tu mujer, darle un beso y coger a tu hija en brazos a la vez que piensas "algo debo estar haciendo bien" cuando tengo esta casa y esta familia, es maravilloso.


Siete años de casado. Siete años construyendo un hogar con cimientos del pasado, momentos del presente y esperanzas del futuro. Siete años felicísimos con Gemma. Y que sean setenta veces siete más. Os quiero. Y dicho esto... me voy a pasar la aspiradora. ¡Ay! ¡Con la goma del butano no! ¡Qué duele! ¡Ay, ay! Snif... Así todos los días.
Por cierto, me acaba de llamar el Papa desde el Vaticano. Dice que de seguir aguantando estoicamente este régimen matrimonial se planteará la canonización e inclusión en el santoral. Aunque no sé si se refería a mí o a Gemma... Sigo aspirando. ¡Hasta otra!

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