jueves, 16 de julio de 2020

JULIO, JULIO, JULIO...

El año pasado por estas fechas escribía una entrada llamada "Julio, ¡ay, Julio!" pues este séptimo mes del calendario siempre es especial para mí. Y este año también aunque por diferente causa. Julio siempre ha sido el mes del disparadero de sentimientos entremezclados. Conjuga el cansancio acumulado de llevar once meses trabajando sin más festivos que los días rojos del almanaque, los nervios de ver la cercanía de Agosto con la agenda llena de planes ilusionantes durante las vacaciones, la alegría de las primeras verbenas de verano, los ratitos de cofradía y costal en la Virgen del Carmen de Ciudad Real y en Santiago Apóstol de Granátula de Calatrava, los planes de un nuevo y continuo Camino por la ruta jacobea retomándolo y reencontrándome donde lo dejé y la llegada de mi bien amada Pandorga, con aromas de limoná y pañuelo de hierbas desde mi infancia anudado al cuello del alma. Y este año, sin embargo, vagabundeo por el mes de Julio sin ser consciente que ya he consumido la mitad del mismo y no hago sino seguir ejerciendo la abogacía en vez de descontando días para el descanso sumando días recuperados del tiempo en que estuve confinado. Un Julio atípico y atópico. Joaquín Sabina diría "¿quién me ha robado el mes de Abril?" y yo digo "¿quién me ha cambiado mi querido Julio de esta manera?"

Sin ir más lejos, hoy sacaría a costal a la Virgen del Carmen, como siempre con mi abuela en la memoria, me quedarían días contados para una nueva Pandorga, tendría mi blusón manchego de mil rayas preparado y estaría descontando estos últimos quince días  que me separan del mes de Agosto para volver a abrazar a mi amigo Iñaki y seguir recorriendo con él nuestro querido Camino de Santiago. Y, sin embargo, he aparcado el coche justo donde estarían los chiringuitos de la verbena, el costal reposa tranquilo en el armario de casa, la Pandorga de este año no va a existir y no tengo ni un albergue reservado porque no puedo pisar el Camino el mes que viene. ¿Dónde estás, Julio, amigo? ¿Qué ha ocurrido? Estos días en los que seguimos internos en la pandemia del Coronavirus, porque no se ha ido, sed conscientes, sigue ahí, me están golpeando el ánimo duramente. Y aunque siempre me gusta seguir haciendo planes y, a poder ser, aplazando los sueños mientras redundantemente sigo soñando con ellos, la realidad es la que es. Y duele. Cuando se es realmente consciente de todo lo que nos está robando el maldito virus hasta tal punto que ya no somos ni dueños de nuestras vidas, duele, fastidia y enrabieta mucho. Al menos a mí. Pero es lo que hay.

Y, ojo, no puedo quejarme. Ni quiero hacerlo, ni lo estoy haciendo. Desfogo mis sentimientos de este extraño mes de Julio en estas líneas personales que sé que serán leídas por los parroquianos fieles al Rincón, simplemente eso. Pero sigo viviendo con una sonrisa siempre que puedo y estoy haciendo cosas que otros meses de Julio "normales" no podría hacer. Lógicamente mentiría si no dijese que me duele no tomarme un botellín tras pasear a la Reina del Carmelo en el día de su fiesta, también me duele que este año no habrá salida procesional de Santiago con sus jóvenes costaleros debajo, me duele mucho, pero mucho que este año no haya verbena en el Perchel, mi barrio, mi infancia, mis raíces, mis recuerdos, me duele también muy profundamente que la Pandorga 2020 no vaya a existir y que la Virgen del Prado, Patrona de la Mancha, se quede sin la ofrenda de su pueblo y me duele por último no poder perderme unos días entre pueblecitos que van haciendo camino entre Roncesvalles y Compostela. Si no lo digo reviento y miento. Me duele. E insisto que no puedo quejarme pero es lo que siento. Y más me duele aún no el perderme todo eso, sino que cuarenta mil familias hayan visto igualmente todos sus planes truncados y encima estén llorando la muerte de un familiar por el puñetero coronavirus que jamás me cansaré de maldecir.

Entendedme que despotrique en mi espacio privado aún sin tener causa grave para ello. En realidad no tendría ni causa y mi queja es solo por no poder cumplir mis costumbres y tradiciones. Eso, lógicamente, es ínfimo al lado de lo ocurrido. Quien me conoce bien sabe que para mí Julio es un mes muy especial y por eso me flaquea el ánimo estos días. Y aunque llevo meses sabiendo que este Julio no sería como siempre, es ahora, cuando día tras día me topo de bruces con esta cruel verdad cuando más me duele y tomo plena conciencia de una realidad inevitable. Y quizás lo que más rabia me da es la impotencia de estar sumiso en la incertidumbre. Ojalá pudiera decir que este Julio y sólo este Julio de 2020 será el Julio anómalo, pero ¿quién me garantiza o me asegura que el próximo Julio del año 2021 volverá a ser normal? Eso sí que me enrabieta. La duda. Y ojalá no haya más ausencias en los planes de vida que haga la gente. ¿Tendremos Navidad? ¿Volverá la Cabalgata de Reyes con las gentes en las calles agolpadas entre ojos brillantes de niños? ¿Llegará Febrerillo loco con su Carnaval a cuestas? ¿Volverá a inundarse Sevilla de azahar cofradiero el mes de Abril? ¿Llegará un nuevo Julio con los sentimientos que siempre me ha despertado? Eso me ahoga y por ello suelto lo que me oprime en forma de letras en mi humilde blog. Estoy en unos días que tendrían que estar rebosando de sentimientos encontrados que llevo gestando desde que nací. Y, sin embargo, se han esfumado de una manera increíble. No lo voy a repetir más: no puedo quejarme por nada y vivo felizmente. Eso sí, hago gala de mi raza costalera y escribo lo que siento. Siempre de frente. Los Viernes los sueños seguirán brillando más y volverá mi amado Julio.

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