miércoles, 17 de marzo de 2021

DÍA DE ESPÁRRAGOS

Sinceramente, a mis cuarenta cuaresmas, creo que habré ido a coger espárragos premeditadamente sólo en dos ocasiones. Una fue siendo niño de la mano de mi abuelo Casildo. La otra fue el pasado Domingo. Mi abuelo falleció cuando yo tenía ocho años y hace unos días cumplí mi cuarta década. Es decir, entre una y otra vez han pasado, como poco, treinta y dos inviernos aunque, seguramente y por los recuerdos que tengo, fuesen alguno más. Eso sí, sin duda, reviví aquellos momentos de niñez grabados a fuego y los trasladé al presente con la mirada entre mi hija Claudia y el cielo. Es increíble como una cosa tan simple como una excursión dominguera puede llenarme tanto. Y es más increíble aún como sabiendo que esos planes los tenemos a mano los vamos dejando hasta que ellos mismos, de improviso, se hacen realidad. Fue mi hija, con cuatro añitos recién cumplidos, quien dijo "vamos a ir a coger espárragos". Ella no sabía bien ni lo que decía, ni lo que eso conllevaba, pero lo habría oído en la televisión o a algún amigo y le soltó muy ilusionada. De hecho conforme lo dijo nació esta pequeña aventura y se programó la excursión. Puedo asegurar que el espíritu de mi abuelo tuvo algo que ver y sonrió desde el cielo azul manchego que cubre Moral de Calatrava. Dicho y hecho. El Domingo pasado fuimos a coger espárragos trigueros. Con que poco soy feliz.

Amaneció soleado en el paraje de la Virgen del Monte donde fuimos a pasar el fin de semana al chalet de mis suegros. Claudia estaba muy contenta porque íbamos a ir en familia a coger espárragos y ella había tenido la idea. ¿Qué se le pasaría por la cabeza a ella que iba a ocurrir? Las cosas de los niños y su bendita imaginación. Mis suegros, Gemma y yo preparamos unos cuantos cuchillos, un par de bolsas y una mochila para llevarlo todo y salimos en busca de Lucío, sí, sí, Lucío (no Lucio) que se conoce el campo como la palma de su mano y sabe qué lugar es mejor para cada cosa. Unos cuantos kilómetros entre caminos de esta tierra nuestra nos separaban de unos olivares en los que a los pies de los olivos se encontraban lozanas esparragueras. Y, hala, a buscar se ha dicho. Lógicamente no somos los únicos "domingueros busca espárragos" por lo que la zona ya había sido visitada pero aún así obtuvimos un buen manojo de ricos espárragos trigueros. Y lo más importante, tuve ratos de soledad buscando a los pies de las olivas y sentí ese cosquilleo impaciente que tenía cuando aprendía cosas de campo con mi abuelo. Un viaje a mi niñez como el recuerdo que quizás le quede de este día a mi hija y recuerde cuando pasen los años. Estas vivencias son la pura historia de la vida.

A media mañana volvíamos contentos con un puñado curioso de espárragos que nos daría de sobra para hacer algunas tortillas y revueltos. De hecho, en la cocina me quedan unos cuantos y van a ir a la sartén con ajetes y jamón. Lo tengo claro. Y miento si digo que no me relamo pensando en ello. Como otras tantas veces he contado y como es clásico en mí, el resultado del plato no será bueno o malo por su sabor, será bueno o malo dependiendo de la compañía que haya en la mesa y de que cada bocado sea una caricia al alma, una evocación de tiempos pasados y un anhelo de esperanza para el futuro. Es por eso que estas cositas tan simples son la más pura esencia de la vida, al menos, de mi vida, por eso las disfruto tanto y me gusta compartirlas y dejarlas almacenadas en el Rincón, pues cuando las releo me refrescan los recuerdos y me hacen revivir una aventura tan cotidiana y al alcance de la mano de cualquiera como es coger espárragos una mañana de Domingo. Si tú mismo, lector de estas líneas, entornas los ojos y rebuscas vivencias en tu interior, a base de recuerdos, escribirás tu vida entera. Verás entonces que no es cosa mía ni que yo sea optimista como muchos me dicen, es realidad y lo tienes en tu mano.

Y precisamente a mi hija trato de inculcarle cosas como las que hoy plasmo. Nimiedades quizás pero que llenan el arcón de la memoria. Pues sí, un día de espárragos, ¿qué cosas, eh? Y fijaos para todo lo que da: un buen rato de campo, disfrutar de la familia, enseñar a los pequeños lo que aprendimos de los mayores, hacer un plato con tu propio logro, compartirlo con los tuyos y, además, dejarlo escrito para siempre. De verdad digo que estos planes inesperados me llenan por dentro. Espero y deseo que surjan y haya muchos más y que me reporten la misma felicidad que esta aventurilla me reportó. De hecho hoy mismo, viendo entradas del Rincón, estoy recordando cosas tan sencillas pero con tanta historia detrás como cuando hice mermelada de ciruela, cuando me compré un puchero de barro, cuando aliñé unas aceitunas, cuando aprendí a hacer pacharán, cuando me inicié en el mundillo de la cerveza casera, etc. Son, sin duda, cosas banales para muchos de quienes las lean pero son para mí retazos de mi propia historia, de mi vida, la que se va construyendo sola y día a día como el pasado Domingo que fue un simple día de espárragos...

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