Cuando en el año 1997, con dieciséis años de edad, recorría sus escaleras para visitar a algún amigo, mayor que yo, que se encontraba allí cumpliendo el servicio militar, jamás me preguntaba los principios de aquel edificio. Tampoco me esperaba la historia que vendría después. Y mucho menos habría imaginado que veintisiete años después escribiría unas líneas sobre él. Me refiero al Palacete de la Cruz Roja, como así se le ha conocido en Ciudad Real desde principios de los años 70. De hecho, en las rejas que flanquean la entrada principal se encuentran las iniciales "C" y "R" y muchas personas las han relacionado con la dicha asociación, Cruz Roja, por ser las iniciales de la misma y por haber tenido allí su sede durante tres décadas. Nada más lejos de la realidad. Hoy sonrío feliz de haberlo conocido en su momento y de haberlo podido recorrer de nuevo, antes de que se inaugure como Centro de Atención a las Víctimas de Violencia Sexual, en lo que será su función hasta sepa Dios cuándo. Recuerdo que de niño mi padre me contaba que él, los últimos meses de su "mili", tras haber concluido la instrucción y haber estado varios meses fuera de Ciudad Real, los pasó en ese singular edificio, como conductor de ambulancias, siendo esa una de las funciones que compaginaban el servicio militar obligatorio y la Cruz Roja. Y digo que sonrío porque, además de los recuerdos que me evoca tal edificio, fue salvado de la piqueta por aclamación popular. Es de los casos en los que la voz de la ciudadanía ha logrado mantener en pie y que se restaurase el inmueble, pues tras años de total abandono del inmueble, en una de esas tantas barbaries que propone y hace la Administración, se ordenó su demolición. Y cuando comenzó la misma, una mañana de octubre del año 2006, gracias a la iniciativa popular del Círculo de Bellas Artes, venció el pueblo y se paralizaron las máquinas. Ojalá fuesen muchas más las veces que la ciudadanía impidiera que una joya del patrimonio fuese reducida a un montón de escombros. Por fortuna con el palacete no ocurrió y a la fecha sigue en pie y perfectamente restaurado. Hoy vengo a hablar de él incrustando algunas fotografías recientes del mismo tras poder visitarlo hace unos días.
Escoltado por dos bloques de viviendas de seis pisos de altura, en Ciudad Real, en la Ronda de Ciruela Nº 24, se halla un inmueble peculiar. Construido sobre los antiguos terrenos donde se encontraba la muralla que rodeaba la ciudad y a punto de cumplir un siglo de vida se encuentra un palacete cuyo origen se remonta al año 1908, cuando un joven farmacéutico llamado Conrado López Pérez, proveniente de Berja (Almería) se instala en Ciudad Real residiendo en la calle María Cristina, inmueble que aún existe y, parece ser, pertenece a sus herederos, y abrió su farmacia. Vino con él su mujer, llamada Rosalía Pérez Manrubia y arraigaron bien la ciudad, si bien, ella tenía fuerte añoranza de su tierra. Eso conllevó que pasados unos años, para contentarla y que se le pasase la "morriña", Conrado adquiriese un solar en el llamado Paseo de Cisneros, en las afueras de la ciudad, donde ya se había derribado la muralla. Así, en el año 1925, el arquitecto provincial Telmo Sánchez y Octavio de Toledo diseñó la vivienda, un pseudo palacete-chalet, como lo llamó la familia cuando se fue a residir en el mismo en el año 1928, tras la construcción del mismo que duró tres años. Se ideó como las grandes viviendas de Andalucía en general y de Córdoba en particular, con esos aires sureños que tanto echaba de menos Rosalía. Allí vivieron los López Pérez felizmente durante los finales de los años 20 y los años 30 hasta que llegó la nefasta Guerra Civil y puso fin a la residencia allí, pues el miedo a los bombardeos en la cercana estación de ferrocarril los hizo huir del palacete. De este modo y rota la feliz convivencia allí, instalándose de nuevo en la calle María Cristina, entre el conflicto bélico y los años 50, sólo usaron el inmueble para la celebración de algún evento puntual.
Precisamente en el año 1950 falleció Conrado. Eso aceleró que los familiares optasen por dar algún uso al palacete y mantenerlo fuera del cierre y el abandono al que de seguro se vería sometido. Así, a mediados de aquella década y no optando todavía por desprenderse totalmente del inmueble mediante su venta, se arrendó a la Academia General de Enseñanza, conocida como la Academia de Piqueras, llegando a tener incluso servicio de internado de alumnos. Estuvo allí funcionando tal institución durante más de diez años hasta que quedó el arriendo concluido. Lo siguiente, esta vez sí, fue la venta del "chalet". Los hijos de Conrado y Rosalía vendieron la vivienda de sus padres a Cruz Roja a principios de los años 70 y allí instaló la misma su sede durante treinta años. De esta manera es como comenzó a conocerse el inmueble en Ciudad Real como Palacete de la Cruz Roja y así ha perdurado el nombre hasta la actualidad. A finales de los años 90 y primeros de los 2.000, coincidiendo con el final de su uso como sede de la Cruz Roja y su adquisición por un promotor privado, el palacete comenzó un duro periplo de dejadez y abandono que se acentuó en el año 2005 cuando sufrió un robo y un incendio. Eso conllevó que se aprobase su demolición debido a su estado carente de todo uso, su deterioro y su amenazante conversión en ruina inevitable. Por suerte, como al principio narraba, se consiguió parar la demolición, se logró declarar Bien de Interés Cultural (B.I.C.) y empezó a coger fuerza la idea de mantenimiento y restauración de tan singular elemento arquitectónico.
Ya en el año 2008 la Junta de Comunidades de Castilla - La Mancha adquirió el edificio y pasó a formar parte de su patrimonio. Parecía salvarse así totalmente del derribo que siempre, de una forma u otra, aparecía cual espada de Damocles en torno al palacete. Pero todavía quedaba aventura por recorrer. De nuevo la administración, en uno de esos alardes de incomprensible (des)gobierno, sacó a subasta el inmueble en varias ocasiones, quedando, Deo gratias, siempre las pujas desiertas. Y, por fin, en el mes de noviembre de 2022 llegó la ansiada noticia: la existencia real de un proyecto de rehabilitación del palacete veía la luz. Se acabaron los miedos que pudieran presagiar la pérdida del querido "chalet". Las obras durarían prácticamente dos años y tendrían un coste de casi tres millones de euros. El proyecto ha sido atendido con un mimo especial y los trabajos de restauración no sólo han devuelto a la plena vida la antigua joya del matrimonio López - Pérez que teníamos en Ciudad Real, sino que han recreado a la perfección todo aquello que se había perdido tras años de abandono, vandalismo y vaivenes políticos. Además, se han incorporado nuevas adaptaciones sin que destaquen en absoluto o desentonen con el antiguo palacete, fundiéndose a la perfección las necesidades actuales, como la disminución de barreras arquitectónicas o necesidad de escalera de incendios en un edificio público, con la originaria configuración de la vivienda. Una maravilla, vaya. Bien merece ser visitado y apreciado, pues sin duda el "Palacete de la Cruz Roja" no deja a nadie indiferente. Va camino de cumplir un siglo, ha sobrevivido a la piqueta, sus muros esconden mil historias, como aquella vez que se alojó entre ellos Pilar, hermana de Primo de Rivera y desde las escaleras dio un mitin a las mujeres de la ciudad y, por supuesto, en sus rejas se siguen y seguirán manteniendo, para siempre, su famosas iniciales "C" y "R", no de Cruz Roja como muchos creen, no, sino de Conrado y Rosalía, quienes dieron lugar a este regalo para Ciudad Real.
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