lunes, 15 de abril de 2013

UNA SORPRESA EN VALENCIA DE ALCÁNTARA

Miguel, mi suegro, llevaba tiempo rumiando la idea de que fuéramos a conocer el pueblo que le vió nacer. Le hacía ilusión enseñarme (hablo en singular porque su mujer y suegra mía, Sagrario, y su hija y por ende sargen... digo mujer mía, Gemma, ya lo conocían) las calles por las que corrió y jugó de pequeño así como los parajes que inmortalizaron sus primeros pasos, travesuras y correrías. Tal empeño tenía, no por cabezonería sino por gusto, todo hay que decirlo, que este año le anunciamos el día de su cumpleaños que iríamos un fin de semana al lugar: Valencia de Alcántara.
Es un pueblo de la provincia de Cáceres que quizás no sea lo suficientemente conocido que merece serlo. Mucha gente habrá oído hablar de él por ser el municipio natal de Soraya la de Operación Triunfo, cuestión que debido a su historia y evolución debería ser tan sólo una mera anécdota, pues son muchas otras las cosas que debieran darle fama, como su Iglesia de Nuestra Señora de Rocamador donde contrajeran nupcias el Rey Manuel de Portugal ("El Afortunado") y la Infanta Isabel, una de las hijas de los Reyes Católicos, o su barrio judío-gótico donde aún se conserva una sinagoga y peculiares accesos a las viviendas, o el castillo-fortaleza que tiene una de las bibliotecas más importantes de la provincia de Cáceres, o la cantidad de dólmenes prehistóricos que se encuentran en sus aledaños. Pero corremos en unos tiempos en los que impera más la prensa rosa que la Enciclopedia Álvarez y antes somos capaces de recitar de memoria las operaciones estéticas de Belén Esteban que las provincias que componen cada autonomía. Y así llegó mi sorpresa...
Siempre que viajo a algún lugar tengo la costumbre de estudiar anteriormente el destino: ubicación, cultura, costumbres, monumentos, etc, para sacar el máximo provecho posible de la visita. Y en esta ocasión no iba a ser menos y me puse a la labor. Sin embargo hubo un dato que no conocí. Y ahí radicaba la sorpresa que el destino habría de darme y que nunca habría esperado. Esos detalles del día en los que siempre digo que se fundamenta la verdadera felicidad del hombre...
Llegados al lugar, Loli, prima hermana de mi suegro, nos hizo de anfitriona y con ella recorrimos varios lugares de Valencia de Alcántara. Al pasar por el Museo de la Villa me sorprendió una recreación en cartón piedra de un dólmen prehistórico. Me pregunté qué pintaba eso en el museo y qué relación tendría con el municipio. No me encajaban las piezas de manera alguna. La visita por el pueblo prosiguió y fuimos a dar con el pequeño Mercado de Abastos. Pósters, fotografías dedicadas y cuadros de Soraya en las paredes de los puestos si me cuadraban algo más. Pero seguía pensando en el por qué de la maqueta del dólmen cuando observé en una glorieta de las calles otra recreación de un dólmen. Esto ya era mucha casualidad. Demasiados indicios que se dice en la jerga jurídica. Le pregunté a Loli al respecto y me dijo que Valencia de Alcántara posee una variada cantidad de dólmenes prehistóricos en sus aledaños y que existe una Ruta de los Dólmenes para gente que quiera visitarlos y conocerlos y que además está todo ello documentado en diversos libros. Quien me conozca sabrá de sobra que conforme me enteré de eso ya mi mente planeó el hacer en cuanto pudiera esa ruta y, por supuesto, llevarme a mi hermana de compañera, pues le encanta el arte y le emocionaría el vivir esa aventura...


Y ahora es cuando llega mi sorpresa de verdad. Tras terminar de comer se hizo el plan para pasar la tarde y la agenda incluyó: visita al cementerio del pueblo para ver a los abuelos de mi mujer (padres de mi suegro Miguel), visita a la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios y... ¡¡visitar un dólmen!! Nunca en la vida habría imaginado que hubiera construcciones de ese tipo en España (que se conservasen, quiero decir) y menos aún que yo tendría el placer de ver una en directo, tocarla con mis propias manos, visitarla, pisar el mismo terreno que pisaron nuestros ancestros al construir esos monumentos megalíticos y dejar volar la imaginación sintiendo sensaciones inexplicables acerca de la edad de las piedras y losas que contemplaba. Un dólmen al alcance de mi mano. Quizás para muchos sea una tontería; para un enamorado de la cultura y el arte como yo era una enorme sorpresa, un disfrute, un deleite, un detalle que hará de este viaje algo inolvidable. Estaba que no cabía en mí de gozo.



 

Ni que decir tiene que el paraje para acceder al monumento era precioso, enclavado entre las fronteras de España y Portugal y desprendiendo unas energías que ya en su día captaran los hombres primitivos para erigir allí sus monumentos funerarios. Espero que os gusten las fotografías que acompaño al texto y que os animéis si podéis a realizar la Ruta de los Dólmen. Yo ya la tengo en la agenda para algún día. Y la haré. Por supuesto que la haré. Esta sorpresa que me llevé en el viaje es la que me hizo darme cuenta que el pasado quedo atrás, que el futuro es incierto y que el ahora es un regalo y por eso lo llamamos "presente". En estos detalles inesperados es donde se esconde la esencia de la vida. Disfrutemos de ellos y agradezcamos cada "sorpresa" del día a día. Nunca sabía lo que me aguardaba en Valencia de Alcántara y ahora no lo olvidaré.



















2 comentarios:

  1. Pues no ya sabes que para mi tampoco es una tontería, yo también soy una enamorada de la cultura y del arte, asique le tendré que decir a jefe Miguel que me lleve a visitar Valencia de Alcántara!!! ;)
    FDO: Tu rubia.

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  2. Te gustará, sin duda. Tienes muchas cosas para ver y disfrutar.
    Un besote, rubiales!!

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