miércoles, 25 de febrero de 2015

UN POQUITO DE CARNAVAL

Ya saben ustedes que todos los años gusto de salir un ratito en Carnaval. Si bien yo soy mucho más afín con Doña Cuaresma que con Carnestolendas cuando llega el momento aprovecho la ocasión y disfruto con mi gente de la guasa del disfraz. Y este año no iba a ser menos. Si bien ya metidos en Cuaresma se prolonga unos días el Carnaval hasta llegar al Domingo de Piñata que siempre es el primer Domingo de Cuaresma y la fiesta carnavalesca sigue hasta el desfile de peñas y comparsas del citado Domingo de Piñata. Es raro pero es así. El Miércoles de Ceniza se quema la sardina en un acto que supone el fin del Carnaval y, sin embargo, además de comenzar la Cuaresma sigue el Carnaval hasta el Domingo. Y bueno está que en Ciudad Real no hay afición a dicha fiesta y las calles y las gentes así lo reflejan, pero la población vecina de Miguelturra disfruta de sus fiestas carnavaleras al cien por cien. Así pues, el Sábado de esa curiosa semana que da paso del Carnaval a la Cuaresma, aún se está a tiempo de disfrazarse un rato y echar un rato de juerga. Y eso precisamente es lo que hice además de rescatar del olvido este año el Entierro de la Sardina, evento que llevaba sin ver muchísimo tiempo.


Llevaría unos entre diez y quince años, y no exagero, sin ver el Entierro de la Sardina en Ciudad Real. Este año por alguna casualidad me pilló en la calle con Gemma y nos acercamos a la Plaza Mayor a ver como ardía simbólicamente el Carnaval.  Recordé con cariño como antaño la participación en el acto era mucho mayor. Salían muchos chicos y jóvenes disfrazados de luto llorando la pérdida de Doña Sardina y se hacía un recorrido pequeño con el sepelio carnavalero por las céntricas calles de la ciudad que concluía con la quema de la sardina en el parking a pie de calle que existía en lo que hoy es la Plaza de la Constitución. A la fecha ha cambiado mucho. Apenas un centenar de personas conforman toda la comitiva, incluidos los miembros de la charanga que animan el acto y algunas gentes disfrazadas de familiares de Doña Sardina. El desfile concluye en la Plaza mayor donde sin mucha dilación se arrima el ascua a la sardina (nunca mejor dicho), se la prende y a otra cosa. Me gustó verlo porque me recordó cuando de pequeño yo participaba en el espectáculo y me disfrazaba con ropas de mis abuelas, pero tampoco es un evento que merezca demasiada atención sino por disfrutar de cómo los niños pequeños sonríen y disfrutan del espectáculo ardiente pues todo lo viven con la ilusión e inocencia propia de su edad.


El Sábado llegó con libertad en el calendario costaleril pues este fin de semana no tenía ensayo alguno. Era libre para por la noche poder salir sin preocuparme de la hora de vuelta a casa ni el estado etílico pues al día siguiente, Domingo de Piñata, podía dormir a pierna suelta todo lo que quisiera. Así pues no lo dudé. Era el momento del Carnavalito lindo. Al igual que otros años volvía a repetir mi disfraz de mendigo que incluso en Cádiz y Conil lucí, este año volvía a disfrutar del disfraz de fregona que tanto juego me dio el año pasado. Simple y cómodo como él solo. Y eficaz, oye. Allá que me fui para Miguelturra con el disfraz de fregona junto con Narciso que también se vistió de fregona, Jorge que iba de moderno fashion y Gemma y Eva que iban de Gemma y Eva. No se complicaron mucho. El espectáculo estaba servido. 

Lo que más gracia me hizo de la noche fue que, en un momento que mi compadre fregona Narciso no sé dónde estaría, estando tranquilamente degustando mi elixir compuesto de 100 Pipers con naranja, vislumbré un grupo de gente vestidos de fregona también, cual ejercito fregonil danzando por la calle. Sin dudarlo un instante hacia ellos me dirigí diciéndoles que era la fregona perdida y ellos mi familia. Todos éramos fregonas amarillas si bien yo tenía la rosca verde y todos ellos roja. Y por supuesto inmortalizamos la imagen. La familia de fregonas me acogió calurosamente y hubo risas y chistes. Fue un momento muy bueno. Y para rizar más el rizo, en esas estábamos cuando en ese momento de la fotografía apareció por allí otra persona vestida de fregona que debía ser nuestro primo lejano, pues era la única fregona azul que había por Miguelturra. Nada más verlo lo llamamos al redil, faltaría más, y también inmortalizamos el momento. La única fregona azul con rosca roja fue objeto de piropos varios: "Tu absorbes más que yo". "Tu eres Vileda y yo soy Bosque Verde". "Viva la azulona manque pierda", etc. Fue un momentazo sin duda. Muchas risas que quedarán para el recuerdo.



Y bueno, con las fotos que os he ido poniendo os podéis hacer una idea de cómo fue la cosa. Cuando una está feliz con y por su gente va todo rodado. Y sí, sé que esperáis la foto que falta. Esa instantánea que refleja el carnaval en su esplendor cuando los efluvios empiezan a hacer su efecto y ya da igual que vayas disfrazado o no porque la careta se pone sola. La he reservado para el final porque es el broche de oro al Carnaval que he disfrutado este año. Siempre digo que somos como niños pero sin el como. Ahí queda eso. Un poquito de Carnaval y que sean muchos años más.

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