viernes, 28 de junio de 2019

MI PRIMER VIAJE AL ROCÍO

Llevaba años interesándome por esa Aldea en la que convergen la fe, la devoción, la patrona de toda Andalucía y los caminos que llevan a la misma, pero no encontraba el empujón necesario para decidirme a ir. "Que todo el mundo sea rociero" dijo el Papa (y ya Santo) Juan Pablo II cuando visitó a la Blanca Paloma. A mí me llamaba la atención el Rocío y sabía que algún día iría a visitarlo pero tampoco me ponía plazo para ello. Y como ocurre siempre en la vida, todo llega. Y llegó. Era por Navidad del pasado año 2018 cuando de repente (literal) pensé que en cuanto pudiera unir un par de días libres con un fin de semana por el mes de Mayo o Junio haría una escapada y uno de los destinos sería el Rocío. Yo y mi infatigable búsqueda de planes que regalan una sonrisa al recuerdo. Me gusta ser así. Fue algo sobrevenido y sin pensar. Habíamos quedado mi mujer y yo para tomar un café con nuestra amiga Pilar, rociera de pro y, firmemente creo, eso es lo que fue el detonante total. Iríamos a la Aldea y Pilar sería anfitriona y guía de la aventura. Al fin y al cabo decirle a Pilar de ir al Rocío es como decirme a mí de ir a Sevilla o de hacer limoná, es decir, se pone fecha y listo. Y así fue. Miré la agenda y la fecha ideal era a finales de Mayo. En esas hojas del calendario no tenía señalados ni juicios ni días de guardia. Era el momento. Insisto: soy infatigable proponiéndome aventuras a corto y medio plazo que luego saboreo con intensidad. Así pues conocería, al fin, a la Reina de las Marismas.

Y llegó el día. La verdad es que no sabría decir si en la balanza pesaba más la ilusión o los nervios, pero si sé que preparé con esmero la excursión e hice un estudio previo de lo que me iba a encontrar allí. Busqué algunos planos de la zona y pregunté a varios conocidos que dominan aquello para ilustrarme un poco. Siempre me gusta afrontar cualquier empresa con un conocimiento mínimo de la misma y en esta ocasión no iba a ser diferente, máxime cuando intuía que mi hija Claudia sería protagonista de ello por algún chivatazo del sexto sentido. Ni que decir tiene que confiaba plenamente en Pilar como guía, pero reitero que me entusiasma estudiar cualquier plan antes de desarrollarlo. Es igual que cuando hablo del Camino de Santiago y digo que se recorre tres veces: cuando se sueña, cuando se camina y cuando se recuerda. Pues en estas oportunidades que la vida regala y despiertan ilusión y alegría hay que ponerse el traje de los sueños y hacer lo mismo. Yo comencé a disfrutar de mi primer viaje al Rocío soñándolo. Luego lo acometí y disfruté in situ. Y ahora lo recuerdo y sigo disfrutando de él. Por supuesto que hubo momentos e imágenes que se me grabaron a fuego tanto en el alma como en la retina. Los hubo. Y ganas de volver también las hay.

Al llegar a la Aldea iba como un niño al pasar a un circo: con los ojos del corazón bien abiertos y dispuestos a observar todo lo que pudiera. El lugar desprende una magia especial ya de por sí. Pegada a la marisma se encuentra la ermita que se deja entrever y adivinar desde la propia carretera. Te recibe un familiar suelo entremezclado de arena y albero que tantas veces ha salido en los medios de comunicación que es conocido aún sin verlo. Se ha de tener en cuenta que el Rocío es la romería más multitudinaria de España ya que la Virgen que allí se encuentra no es sólo la patrona de Almonte sino de toda Andalucía como antes decía y, además, hay hermandades filiales por toda la geografía nacional, por lo que los medios siempre se hacen eco de lo que allí ocurre. Lo que mueve la Blanca Paloma es algo indescriptible. Sin apenas fijarme en las primeras tiendas de recuerdos y restaurantes que están pegados al parking o en las maravillosas vistas a la marisma y los caballos que en ella habitan, ya centré mi atención en la refulgente fachada blanca del lugar que ansiaba pisar. ¡Cuántos años imaginando el momento! Cogí a mi hija en brazos y me acerqué a paso raudo. Sin embargo hay cosas que no se controlan y, menos aún, cuando son indicadas por Él o por Ella en este caso. Cuando me disponía a pasar a la ermita de la Virgen del Rocío salieron de la misma unos conocidos y, entre sorpresa y estupor, al saludarlos bajé a Claudia al suelo. Fueron segundos tan sólo pero mi pequeña le dio la mano a Pilar y entraron juntas al templo. Quiso la Virgen que ese momento no fuera para mí y que sin embargo yo lo viera. Y fue Pilar, quien me hablase del Rocío y me despertase las ganas ya sin riendas de ir al sitio, quien finalmente en brazos llevó a mi hija ante Ella.

Y fue en ese momento cuando me hice rociero. No de ir a la romería, ni de hacer el camino, ni de ser hermano. No me hace falta eso. Rociero de corazón. De quererla a Ella. Su demostración de poderío me ganó en instantes. Y eso me puede. La miré y sonreí. Tuve la suerte además de que quedaba poco para su salida en procesión y estaba en su paso. Y me acordé de los míos que la quieren y la viven. Y me acordé de Rafa Serna y su amor por ella. Y me acordé de muchas cosas y mi hija aferrada a los barrotes de la reja la miraba cara a cara. Insisto en que así lo quiso Ella. Y a mí eso me basta. Quería ser yo quien en brazos la arrimara y Ella decidió que fuera otra persona. ¿Hay forma más bonita de ser consciente que de alguna manera su fuerza emana? Sonreí de nuevo y ví a la Macarena en Ella. Y entonces caló en mí más hondo el mensaje "que todo el mundo sea rociero". Hay muchas formas de entenderlo pero creo que sólo una de conocerlo. Por suerte pude captar algunos momentos y guardarlos para siempre. Le puse una vela en su capilla votiva y no fui yo tampoco quien la prendió. Yo ya no sé ni dónde estaba, sólo sé que disfrutaba. Después visité más a fondo la aldea. Y me perdí sólo por un rato observando lo que había estudiado: la Plaza del Acebuchal, la Casa de Triana,  el Tamboril, la Hermandad matriz... Estaba contento y feliz. Y volví. Volví a verla a solas. Y despacito me fui alejando sin perderle la mirada. Ensimismado me hallaba y sólo me dio tiempo a susurrarle un Ave María sin pedirle absolutamente nada. No siempre que se reza se pide. A veces basta con dar las gracias.

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