martes, 30 de diciembre de 2025

SIEMPRE FELIZ NAVIDAD

¡Feliz Navidad! Se nos va otro año y trae consigo los últimos coletazos que son, precisamente, los días de Navidad. Cierto es que jamás nos pondríamos de acuerdo en determinar en qué momento empieza y en qué momento acaba la Navidad. Quizás sea más difícil determinar el empiece, porque el final tirando de tradición podría ser cuando vuelven los niños al colegio y dejan de jugar con sus nuevos regalos traídos por los Reyes Magos o, en su defecto, tirando de refranero el día 17 de Enero, San Antón, pues "Hasta San Antón, Pascuas son". Ahora, para fijar el empiece es más complejo. Para unos en el Puente de Diciembre (llámese de la Constitución o de la Inmaculada, a gusto de cada uno), para otros cuando su ciudad, localidad o pueblo enciende el alumbrado especial de estas fechas, para otros cuando montan el Belén o ponen el Árbol y, para mí personalmente (y me consta no ser el único), la Navidad empieza el día de la Lotería, 22 de Diciembre, conforme ruedan las bolas de los bombos y los niños del Colegio San Ildefonso comienzan a cantar los premios. Y para mí, también, finaliza el 7 de Enero, al retirar y guardar nuevamente los adornos navideños puestos en casa. En todo caso y fuere como fuere para cada uno, Feliz Navidad, siempre Feliz Navidad. Y tiene su cosa, ¿eh? Esas dos palabras que repetimos tanto en estas fechas esconden mucho más de lo que parecen. Y de eso quería narrar un poquito hoy y expresar mi pensamiento al respecto.

Cuando alguien expresa un ¡Feliz Navidad!, ¡Felices Fiestas! o ¡Felices Pascuas! te está queriendo decir algo que va mucho más allá. Cuando un cristiano te dice un ¡Feliz Navidad! no te está diciendo únicamente que disfrutes nuevamente del nacimiento del Niño Dios. Te está diciendo a ti, amigo no creyente, de corazón, que disfrutes de estos días que conmemoran para él tal hecho y que lo hagas fuere como fuere (y ahora viene el sentido de la Navidad de verdad) en compañía de tu familia y amigos, en el calor del hogar, en el recuerdo de los que ya no están, en la esperanza de los que vendrán y que cada brindis sea una sonrisa y cada regalo te llene de felicidad tanto al entregarlo como al recibirlo. Eso es la Navidad. Y cuando alguien no creyente te diga adrede un ¡Felices Fiestas! pues para él la Navidad no conlleva celebración religiosa alguna, tú, amigo cristiano, entiéndelo como lo que es, un deseo, de corazón, igual que el tuyo, de que pases entrañables y alegres momentos rodeados de tus seres más cercanos y queridos, con los que te juntas, abrazas y ríes. Es una época preciosa y se viene celebrando ancestralmente por un motivo u otro y ¿de verdad nos vamos a quedar únicamente con el motivo cuando nos desean felicidad? Sea por lo que sea nos deseamos mutuamente días felices e, independientemente del motivo que celebremos cada uno, es un deseo sano. Un mero ¡Feliz Navidad! va mucho más allá de lo que estrictamente esas dos palabras significan.

Por eso, desde el Rincón, ahondo también en otra cuestión. Esa felicidad recíproca que nos deseamos en Navidad, ¿no deberíamos deseárnosla todos los días del año? Aunque fuera con la boca chica, ¿no? Es fácil en estos días de familia y hogar desear a alguien felices fiestas, pues son los días típicos para emitir tal expresión y así, disimuladamente (y no tan disimuladamente) nos subimos al carro de tal felicitación y hacemos un elegante uso del "bienquedismo" (vocablo aún no aceptado por la R.A.E., pero sí reconocido su uso coloquial por la misma) y regalamos una sonrisa a quien escasos días atrás hemos intentado hasta esquivar saludar en un encuentro accidental. Da que pensar. Es como, sin salirnos del hilo conductor de la Navidad, esos falsos deseos de ¡Feliz Año! que te dicen algunas personas que el mismo día 30 de Diciembre se han cruzado contigo por la calle y ni te han dicho "¡Buenos días!". ¿Feliz año nuevo? ¡Pero si me viste ayer y no me dijiste ni hola! Pues eso. "Bienquedismo" oportunista. Sin embargo, todos sabéis de lo que hablo, un ¡Feliz Navidad! o un ¡Felices Fiestas! no se dice tan a la ligera y sí conlleva un deseo real. Y pregunto: ¿no deberíamos desearnos siempre esa felicidad recíproca y no únicamente en Navidad?

En este humilde blog yo lo tengo muy claro. Feliz Navidad siempre. Como expresión, como deseo y como durabilidad. A la gente que aprecio (y a la que no y a la que me lea aunque ni la conozca) si le expreso verbalmente o por escrito ¡Feliz Navidad! que no dude que mi petición para con quien sea es de felicidad sin límites, sin condiciones, sin matices. No es un deseo atado a unos días en concreto que pueda ser real entre el 22 de Diciembre y el 7 de Enero, mis fechas navideñas, no, es un deseo que quiero que permanezca y os saque una sonrisa a todos durante cualquier momento, porque una mera mirada en Carnaval también es Navidad, o un chiste contado en una Romería, o una tarde de Feria o un ratito de barra de bar con alguien que aprecias y no ves tanto como quisieras. Mi Feliz Navidad esconde eso cada vez que lo pronuncio y, sí, por supuesto y también, celebro que el Niño Dios, al que he mecido hecho hombre sobre mi costal tantas veces, vuelve a nacer y a regalar su Bondad. Pero esa Navidad íntima me la guardo y quedo para mí. Cada uno con su creencia, ¿no? La Navidad genérica es la que quiero para todos: familia, calor y hogar. Y en la familia entran los amigos de verdad. No hace falta más explicación. Os deseo a todos: siempre Feliz Navidad.

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