viernes, 13 de junio de 2014

DE CAPEA CON LA MANCHA AMARILLA

Entre tantas cosas buenas que me ha dado Bolaños de Calatrava, además de mi santa mujer y amigos, ha sido la oportunidad de incluirme en una (y creo que la única) Peña Cadista que existe por estas latitudes: La Mancha Amarilla. El nombre es un juego de palabras que conjuga el color amarillo del cadismo con la tierra manchega donde nos hallamos y, además, lleva unidos los ingredientes que más pueden reclamar los amantes del deporte rey: fútbol, guasa y cachondeo todo junto. Acudir disfrazado a un partido de fútbol sólo puede ocurrir en el Carranza en Carnaval. Digno de ver. Yo ya lo he visto y lo he disfrutado y vivido gracias a este grupo humano de buenas gentes al que pertenezco desde hace ya varios años. De hecho gracias a ellos conocí una de las fiestas de España que me faltaba por tachar en mi calendario de "eventos asistidos": el Carnaval de Cádiz. Y entre otras actividades que organizan, el pasado fin de semana tuvo lugar uno de esos fenómenos gastronómico-taurinos que arranca más de una sonrisa a los que asisten al mismo. Una capea. Y allá que nos fuimos.
Y miren ustedes por donde la idea no fue mía, no, no, no. Yo ni siquiera había visto la circular emplazándonos voluntariamente a dicho acto cuando me llamó Gemma, que ya la había leído, diciéndomelo muy ilusionada. Nos pareció un perfecto plan y dicho y hecho. Conforme me lo dijo se lo comunicamos a Narciso, mi inseparable amigo, que también es socio de la Mancha Amarilla, y envié un email de estos modernos (antaño sms) a la junta directiva de la peña confirmando la asistencia de tres comensales más (que no toreros, ni recortadores) a la cita de la capea, allá por el Tentadero de Bragas, cercano a la Ermita de la Virgen del Monte. Y mereció la pena. Y tanto que la mereció. Y todavía más si consideramos que íbamos a "gastos pagados" pues todo se autocosteó con las cuotas anuales que pagamos los socios: el comercio, el bebercio y el "vaquillo" (que no vaquilla pues tenía ciertas colgaduras masculinas entre los zancos traseros) que fue protagonista en el asunto taurino.

Llegamos al lugar rondando el mediodía y la cruzcampo fresquita no dejaba de correr en forma de botellines de mano en mano, mientras un grupo de buenas cocineras y pinches de cocina preparaban unas suculentas migas manchegas para comer y una gran paella para todos. Y de postre una magnífica tarta en honor a nuestra peña cadista. Entremedias picoteos varios. No faltaba detalle. Había aceitunas, patatas fritas, mejillones, queso, cortezas, etc. De beber tampoco faltó nada, ni cruzcampo, ni vino, ni calimocho, ni café, ni crema de orujo, ni limoncello, ni licores nacionales, ni de importación... ¡¡Había hasta agua!! Pero no recuerdo a nadie bebiéndola. Qué nivel, qué clase, qué estilo, qué poderío, qué derroche de arte y categoría. Y en el ruedo en vez de una vaquilla un señor torete con dos... cuernos pequeñitos para no lastimar a nadie. Un muy bien día el que echamos. Y además el animalito no sufrió daño alguno y estuvo muy bien tratado, por si alguien lo dudaba. Agradeció el gesto sin darle ningún revolcón a nadie aunque la verdad es que no fueron muchos los que saltaron al albero a verse las caras con él.



Lo dicho. Por mi parte repetimos cuando queráis. Creo que en las fotos se aprecia "las penurias" que pasamos y las caras de pena que teníamos todos. La verdad es que disfruté muchísimo y con una compañía estupenda y divertida que se vio acrecentada cuando me encontré allí con mi compadre Manolo con el que pasé grandes momentos. Nada más llegar ya supe que le dedicaría una entrada al evento en el Rincón... et voilá! Siempre que soy feliz me gusta compartirlo con vosotros. Fue todo un placer el haber estado de capea con la Mancha Amarilla. ¡¡Esperando la próxima ya!!



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